Hacer que nazca una biblioteca no es algo fácil. No basta con tener la aprobación de las autoridades locales, con tener los papeles en orden, con tener los libros. Falta todavía golpear en muchas puertas, buscar aliados, diseñar actividades y, tal vez lo más difícil: convencer a la comunidad de lo importante y afortunado que es tener una biblioteca pública en la vecindad
Biblioteca rural. Chinchiná, Caldas. Colombia./bibliotecanacional.gov.co |
En la vereda cualquier persona sabe cómo llegar a ella: los adultos,
los niños. Sus paredes son de un naranja intenso. Junto a la entrada,
cuidadosamente pintado, aparece un mural con el árbol en tonos magenta
de Bibliotecas Vivas. La biblioteca pública rural Naranjal-Chinchiná
está ubicada a veinte minutos de Chinchiná por la carretera hacia
Marsella. Se toma el desvío hacia el Alto de la Mina que pasa por la
sede de la fundación Manuel Mejía, de la Federación Nacional de
Cafeteros. A pocos pasos está la biblioteca.
Su historia se inició en el año 2009, cuando se formalizó su creación
por parte de la alcaldía de Chinchiná (Acuerdo del Concejo municipal
No. 020 del 27 de agosto de 2009). Ese mismo año, el Ministerio de
Cultura entregó una dotación que incluyó equipos para reproducir
material audiovisual, una colección bibliográfica, películas y
computadores. Sin embargo, la biblioteca sólo comenzó a funcionar
formalmente a comienzos del 2011, cuando se creó un acuerdo de
colaboración entre el Ministerio de Cultura, la alcaldía de Chinchiná y
la fundación Manuel Mejía y se contrató a su actual bibliotecario, Jorge
Hélmer Valencia.
Jorge Hélmer nació y creció en estas montañas. Vive todavía, en
compañía de sus hermanos, en la casa que fue de sus padres, a escasos
diez minutos de la biblioteca. Estudió administración de empresas en el
SENA y antes de convertirse en bibliotecario trabajó en la alcaldía de
Chinchiná y en la Institución Educativa Naranjal, donde terminó su
bachillerato. Ha estado siempre en este lugar: todos lo conocen y saben
cómo ha sido su trabajo en “la casita naranja”. También se ha
desempeñado como coordinador pastoral de la parroquia de Naranjal y como
fotógrafo de la comunidad.
Hacer que nazca una biblioteca no es algo fácil. No basta con tener
la aprobación de las autoridades locales, con tener los papeles
en orden, con tener los libros. Falta todavía golpear en muchas puertas,
buscar aliados, diseñar actividades y, tal vez lo más difícil:
convencer a la comunidad de lo importante y afortunado que es tener una
biblioteca pública en la vecindad.
“En el 2011, cuando recibí la biblioteca, la casa estaba en muy mal
estado”, cuenta Jorge Hélmer. “Prácticamente no teníamos mobiliario.
Debimos hacer varias reparaciones con los vecinos y algunos amigos de la
fundación Manuel Mejía. Por esos días nos reunimos, vendimos una
lechona y así conseguimos plata para hacer más reparaciones”.
Los primeros meses fueron muy difíciles. La biblioteca estaba a medio
montar: no había mesas ni sillas. Los libros entregados por el
Ministerio de Cultura debían buscarse directamente en las cajas en donde
llegaron empacados, pues no había todavía repisas para ponerlos.
Mientras recorre las salas, Jorge Hélmer recuerda aquellos días:
“Usted sabe cómo son las cosas. La alcaldía se había comprometido a
entregarme los muebles, pero pasaron casi diez meses de vueltas y
trámites para que finalmente llegaran a la biblioteca. Por otro lado,
las personas de la vereda todavía no entendían muy bien qué hacían unas
personas hablando de una nueva biblioteca, yendo de un lugar a otro para
conseguir muebles, libros y apoyo de todas las instituciones”.
Todo cabe en una casa
De una sola planta, y construida en bloques de cemento y tejas de
eternit, la casa no se diferencia mucho de otras construcciones
vecinas. Dentro de ella hay un espacio grande donde funciona la sala de
consulta y sistemas. Alrededor, en cuatro o cinco repisas, están los
volúmenes de la colección Semilla entregada por el Ministerio de Cultura
en 2011: excelentes ediciones de enciclopedias, libros de consulta en
derecho y agronomía, en ciencias e historia, literatura colombiana,
latinoamericana y clásica. En un cuarto aledaño está la sala de lectura
para niños, con una nutrida colección de títulos infantiles, cojines de
colores y osos de peluche. En el ala opuesta de la casa, en un patio
cubierto por tejas semitransparentes, está la Sala de Inglés, donde un
grupo de estudiantes amigos vienen regularmente a dictar talleres en ese
idioma. En el espacio que corresponde a la cocina hay dos motos
parqueadas. Jorge Hélmer responde por ellas: son para los cursos de
mecánica que el SENA dicta en la biblioteca desde comienzos de año.
***
Una de las primeras tareas de Jorge Hélmer fue construir alianzas
estratégicas, es decir, buscar que el proyecto pudiera interesarles a
otras personas y organizaciones: era necesario tejer una red de apoyo
donde cada parte reconociera la importancia de una empresa común. En sus
primeros meses como bibliotecario entendió que no podía descargar todo
el peso de la naciente biblioteca sobre sus hombros, y tuvo la buena
idea de tejer relaciones alrededor de ella tan pronto como asumió su
nuevo cargo.
Consciente de la importancia de promover el proyecto, se valió de
distintos medios de comunicación y convocó a la comunidad, a los líderes
y a las organizaciones más representativas de Chinchiná. Por ese camino
nació la Red de Amigos, un grupo de personas e instituciones
comprometidas con el crecimiento y la sostenibilidad de la biblioteca.
Cuando recuerda las instituciones aliadas que hicieron posible la puesta
en marcha de la biblioteca, Jorge Hélmer menciona la alcaldía de
Chinchiná, la fundación Manuel Mejía y el SENA Regional Caldas. Estas
tres instituciones le dieron el primer impulso a la biblioteca: la
alcaldía puso el mobiliario y los recursos para la contratación del
bibliotecario, la fundación cedió la casa mediante un comodato y el SENA
ofreció los primeros programas de formación que tuvieron lugar en la
biblioteca.
Las primeras actividades gestionadas por Jorge Hélmer Valencia
tuvieron una incidencia que se mide en el número de personas
beneficiadas. También en sus temáticas, muy acordes con el entorno y los
intereses de los vecinos de la zona. En el año 2011 fueron capacitadas
por el SENA 26 mujeres amas de casa como “Emprendedoras y
comercializadoras de leches, frutas y verduras”; al año siguiente, bajo
la tutoría del bibliotecario, 58 amas de casa, comerciantes y
trabajadores del campo completaron su “Curso básico de sistemas para
adultos” y fueron certificados por la fundación Manuel Mejía. A
continuación, nuevamente con el apoyo del SENA, treinta emprendedores se
formaron como operadores turísticos en el programa “Alojamiento rural
en el marco del paisaje cultural cafetero”.
De manera paralela, en otro nivel de las actividades de la
biblioteca, Jorge Hélmer buscó compañeros de trabajo para las
actividades cotidianas. Trató de encontrar personas con gusto y
convicción y ganas de interactuar con la comunidad. Fue así como se
conformó el GAB, o Grupo de Amigos de la Biblioteca. En la actualidad,
el grupo está conformado por once personas, de las cuales hay cuatro
cuya cercanía con la biblioteca se destaca: Cristian Hernández, el
auxiliar bibliotecario; Diana Bedoya, encargada de programas de
acompañamiento a madres y niños; Dora Muñoz, responsable de la actividad
“Hora del cuento con la tecnología’, y Elkin Montoya, el principal
intermediario ante la fundación Manuel Mejía.
Ninguna de estas actividades le daría sentido a la biblioteca si no
se hubieran fortalecido desde el principio los servicios bibliotecarios
básicos, es decir, aquellos que facilitan a la comunidad el acceso a la
información, a los libros y la cultura. Préstamo externo de libros,
servicios de consulta en sala, servicio de información local,
actividades de promoción de lectura, entre otros, han constituido las
actividades regulares de la Biblioteca pública rural Naranjal-Chinchiná y
siguen siendo el eje de su trabajo cotidiano.
***
En septiembre de 2011, con recursos y orientación de la fundación
Bill & Melinda Gates, el Ministerio de Cultura y la Biblioteca
Nacional de Colombia iniciaron la fase piloto del proyecto “Dotación,
uso y apropiación de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
(TIC) en bibliotecas públicas”. Al año siguiente, en el mes de junio,
se constituyó el grupo de 26 bibliotecas donde se pondría a prueba el
proyecto piloto. Para ese momento la gestión de la biblioteca a cargo de
Jorge Hélmer Valencia cumplía con las condiciones básicas para hacer
parte del piloto, y traía consigo los aprendizajes de las experiencias
vividas en meses anteriores. Por este motivo, y por su condición
excepcional de biblioteca rural, fue vinculada al programa.
La participación de la biblioteca rural Naranjal-Chinchiná en el
Proyecto TIC ha desencadenado una serie de procesos muy positivos. Hoy
podemos decir que el principal logro en estos últimos meses ha sido el
fortalecimiento de sus relaciones con la comunidad y las instituciones
aliadas. El hecho de estar vinculada a un programa de interés nacional,
sumado al acompañamiento del Proyecto TIC y la orientación de la
fundación Bill & Melinda Gates en temas de posicionamiento y
promoción, ha generado confianza en las autoridades locales y en la
fundación Manuel Mejía. Por otra parte, Jorge Hélmer Valencia ha tenido
la oportunidad de compartir conocimientos y aprendizajes con sus colegas
bibliotecarios vinculados al Proyecto TIC.
Parte central de este proceso fue la dotación de herramientas
tecnológicas. En el mes de junio, la biblioteca Naranjal-Chinchiná
recibió una serie de equipos de alta calidad, entre los que se cuentan
dos pantallas interactivas, diez tabletas, dos computadores portátiles,
un escáner, una impresora, un sistema de audio y un equipo de producción
audiovisual. “Con el debido manejo y condiciones óptimas de
conectividad, estos equipos abren la puerta para que los usuarios
accedan a nuevos soportes de lectura y escritura, a nuevas formas de
comunicación y plataformas para desarrollar y difundir contenidos
propios”, reflexiona Jorge Hélmer. Las herramientas están dispuestas: de
ahora en adelante la tarea es darles un uso creativo y constante.