Sesenta años de El llano en llamas
Varios escritores de los dos lados del gran charco nos cuentan el impacto de su lectura
Fotografía de Juan Rulfo./elpais.com |
Sigue de fiesta en la literatura: El 18 de septiembre de 1953 se publicaron los cuentos de El llano en llamas, de Juan Rulfo.
Un librito de 15 historias con las cuales el escritor mexicano refundó
una buena parcela del territorio literario. Dos años más tarde, siguiedo
y perfeccionando la misma vía abrió aquel territorio y lo dejó sin
fronteras gracias a su novela Pedro Páramo. Con ese
motivo, quiero aprovechar para celebrar a Juan Rulfo, a su honda y
preciosa literatura. Varios escritores se han unido a esta celebración y
dicen por qué les gusta El llano en llamas y qué ha
significado para ellos como autores literarios. A mí me gusta Rulfo
porque se alía con la belleza para contar el dolor y la tragedia de la
gente, del mundo, de uan manera austera. Ahora los quiero
invitar a ustedes a que se unan a esta fiesta y nos digan por qué les
gusta Juan Rulfo, qué significa para ustedes.
A continuación, les dejo el artículo que he publicado en EL
PAÍS en el que nueve escritores de España y América Latina comparten su
admiración y agradecimeinto con el escritor mexicano:
LA FIESTA ETERNA DE 'EL LLANO EN LLAMAS', DE RULFO
El Tiempo sonámbulo. Y en él, personas que deambulan en un paisaje de
polvo cuyo rastro viene de la miseria y va hacia lo fatídico. Ese fue el
mundo con el cual Juan Rulfo abrió un nuevo y magistral territorio
literario hace sesenta años bajo el título de El llano en llamas,
editado por el Fondo de Cultura Económica. Un mosaico de quince piezas
(en 1970 se sumarían dos más) de la condición humana y de la vida
situadas al sureste del estado de Jalisco (México) que abarca desde la
Revolución mexicana en 1910 hasta mediados del siglo XX. Con esos
cuentos, Rulfo (1917- 1986) refundó la literatura en español que
confirmaría dos años más tarde con Pedro Páramo.
Pero hoy es el día de la fiesta de El llano en llamas; y
como las voces que suenan en esas historias, varios escritores levantan,
poco a poco, con sus voces la cartografía de ese llano en llamas que
suena así:
“La esencia de Rulfo es que con sencillez y dignidad y sin
folclorismo sentimental elevó temas regionales al nivel de tragedia
griega”, afirma Luis Harss.
"Con los cuentos logró una nueva representación del campo mexicano y
la miseria en la que viven sus personajes. De manera emblemática, uno de
los relatos lleva el título de 'Nos han dado la tierra'. La herencia
que reciben no es otra cosa que un montón de polvo. Los ultrajes y la
violencia de estos relatos revelan una realidad devastada por la
injusticia social. Lo peculiar es que Rulfo narra estas desgracias con
hondo sentido poético. Sus cuentos están escritos en un doble registro:
las acciones son vertiginosas y la vida mental de los personajes es
demorada, de una reflexiva intensidad. Esto establece una peculiar
tensión: lo que sucede es rápido y su efecto es lento. En estos cuentos,
Rulfo renovó el lenguaje de México. Ningún campesino ha hablado como
sus personajes pero ninguno ha sonado tan auténtico. Un milagro de la
autenticidad que sólo puede ser literaria", explica Juan Villoro.
"Es en muchos sentidos un libro mestizo. Un libro de cuentos que
parece un enorme poema. Un testimonio cruento que parece un sueño. Un
puñado de vidas que parecen paisajes y paisajes que gritan, lloran y
susurran. Nadie ha escrito después o antes así. Sólo Rulfo en Pedro Paramo
lo intento y logró. Después vino el silencio, el respetuoso silencio
que sigue a todos los auténticos milagros. Nadie que yo haya leído
escribe como Rulfo, todos los que lo hacemos en América Latina no
hacemos más que dar vuelta alrededor de dos o tres imágenes quemantes,
un entierro, una mujer y unas gallinas, la sequedad más seca de esa
tierra de nadie que es nuestra”, reconoce Rafael Gumucio.
“El llano en llamas me permitió, cuando era muy joven,
imaginar una forma narrativa posible para las historias de la guerra y
la postguerra española que había escuchado desde niño. No he dejado de
leer esos cuentos desde que un amigo me los descubrió. Y algunos los he
usado en clase una y otra vez para explicar cosas tan distintas como el
peso que lo no dicho tiene en una historia y hasta la importancia del
título en el proceso narrativo. Cuantas más veces los lee uno más cosas
sorprendentes descubre en ellos. Esos cuentos no se acaban nunca”,
recuerda Antonio Muñoz Molina.
“Descubrí a Juan Rulfo en orden inverso. Llegué a él por Pedro Páramo
y me dejó asombrada. Luego leí el llano en llamas, y fue como una
prolongación del entusiasmo que había tenido con su novela”, dice Cristina Fernández Cubas.
“Dos o tres cosas recuerdo de la primera lectura del ‘El llano en
llamas’: la sensación de encontrarme ante un texto fundacional
retroactivo (porque, en la euforia de las lecturas latinoamericanas de
mis años universitarios, conocí antes a los primeros discípulos que al
maestro), su novedad frente al canon español de los cincuenta y la
contundencia narrativa basada en la economía retórica, la invención
coloquial, la sequedad y la aspereza de la tramas y el paisaje. He oído
muchas veces luego la voz del propio Rulfo leyendo «Diles que no me
maten», una grabación sin duda acorde con su literatura: directa,
obligada, sin efectismos especiales. No sé, sin embargo, si Rulfo ha
tenido al cabo del tiempo significación inmediata, estrictamente
«rulfiana», en la literatura en español, si, más bien, dada la evidencia
y la peculiaridad de su voz, su repercusión ha sido lateral o si, en
fin, ha quedado como un referente clásico y, en cuanto clásico, un tanto
remoto, aislado e inimitable”, admite Gonzalo Hidalgo Bayal.
“Fue absolutamente definitivo porque por él escribí un primer libro
de cuentos que luego nunca publiqué. Rulfo dio una lección inmensa de
austeridad y síntesis que le dio al cuento un tono muy contemporáneo y
muy latinoamericano que viene de nuestra tragedia del campo”, asegura Piedad Bonnett.
"Entre otras cosas, Rulfo nos enseña que las cosas más terribles pueden
ser contadas con un lenguaje que no cae en el melodrama. Los personajes
de
El llano en llamas suelen ser violentos porque es el modo que han
encontrado para discurrir en el mundo y toman al mundo como viene. Esa
especie de resignación expresada en los términos más precisos posibles
-es decir: poéticamente- es la manera en que
Rulfo habló de un país en el que el estado de derecho era una fachada
para la mayoría. Y esa no es la primera razón, pero es una razón más por
la que Rulfo sigue siendo vigente", reflexiona Yuri Herrera.
“Buenos Aires, 1969, Facultad de Filosofía y Letras. Una profesora de gramática nos dicta un párrafo extraordinario de un autor al que no conocía. ¿Dónde queda Comala? pregunta alguien. Comala, nos dice la profesora, es un pariente cercano que Macondo tiene en México. Corro a la librería a buscar algo (lo que sea) de Rulfo. Me dan "El llano en llamas". ¡Y yo no sabía que eso era posible! A los dieciocho años era obsesiva lectora del barroquismo popular de García Márquez, del barroquismo culto de Carpentier. Pero no sabía que, además de contar esas historias de pueblos perdidos y polvorientos sin piedad y sin buenas intenciones, era posible además ese lenguaje escueto, riguroso. No sabía que cada palabra podía ser como una piedra”, evoca Ana María Shua.
“Buenos Aires, 1969, Facultad de Filosofía y Letras. Una profesora de gramática nos dicta un párrafo extraordinario de un autor al que no conocía. ¿Dónde queda Comala? pregunta alguien. Comala, nos dice la profesora, es un pariente cercano que Macondo tiene en México. Corro a la librería a buscar algo (lo que sea) de Rulfo. Me dan "El llano en llamas". ¡Y yo no sabía que eso era posible! A los dieciocho años era obsesiva lectora del barroquismo popular de García Márquez, del barroquismo culto de Carpentier. Pero no sabía que, además de contar esas historias de pueblos perdidos y polvorientos sin piedad y sin buenas intenciones, era posible además ese lenguaje escueto, riguroso. No sabía que cada palabra podía ser como una piedra”, evoca Ana María Shua.