Un proyecto independiente que con una propuesta novedosa y de gran factura ha impulsado el renacer del cómic y la novela gráfica en el país
Ilustración anónima./elespectador.com |
Varios de los manuales para hacer negocios suelen decir que lo
primero antes de lanzarse a crear una nueva empresa es conocer el
mercado, quiénes son los clientes potenciales, estimar el margen de
ganancia y el potencial impacto de una nueva idea que, dicen, siempre
tiene la madera suficiente para cambiar el mundo. Aquellos son libros
plenos de instrucciones que tienden a repetir cada tanto términos como
aventura, soñar con los pies en la tierra, riesgo consciente, y así.
Como buenos manuales, la historia que cuentan proviene de la aséptica
distancia del optimismo: hay mucha sutileza, pero no sabiduría.
Primero,
estado del mercado. El evangelio del lugar común asegura que nadie lee.
Claro, si nadie lee, mucho menos se lee cómic; éste parece ser una
criatura fantástica, como la poesía: ambos son productos exóticos que no
muchos parecen entender y que suelen ser un asunto reservado para un
escaso número de personas, una camarilla con gustos extraños.
Lo
más lógico, entonces, es involucrarse en una revista dedicada al dibujo y
al cómic, en una editorial que publica novelas gráficas, ayudar a crear
el festival de cómic más grande del país. Es apenas obvio.
Obvio
involucrarse en un cuadrante de la creación que apenas existe en el país
y que hasta el año pasado era discriminado por la ley como pornografía,
o como algo muy cercano a ésta, y castigado con una carga de impuestos
que, en promedio, era 30% superior a cualquier otro producto editorial
hecho en el país.
Las elecciones de Daniel Jiménez lo han llevado a
formar parte de dos proyectos editoriales dedicados a hablar de cómic,
dibujo y novela gráfica, a construir una narrativa a través de la viñeta
en un país que, al menos en apariencia, es huérfano de una tradición
constante de dibujantes entregados a confeccionar estos productos,
además de un público dispuesto a seguirlos.
Para 2010, Larva era
una revista dedicada al cómic que ya contaba con cuatro años de
existencia (Jiménez se involucró a partir de 2007). Editada de forma
independiente, aunque los cuatro primeros números fueron hechos con
algún apoyo de la Universidad del Quindío, la publicación parecía
perfilarse como uno de los centros no oficiales de esta forma literaria
en el país.
De esta órbita no reconocida, y algo aleatoria
incluso, nació Entreviñetas, el primer festival de cómic del país
(dirigido por Jiménez), una actividad que en su primer año tuvo el
inmenso mérito de juntar en un solo lugar a algunos de los dibujantes
nacionales más destacados, dejar que se conocieran (que se reconocieran)
y permitir que el público los viera como autores, como creadores de una
narrativa particular, es cierto, pero no por eso menos interesante o
profunda.
Comparada con la poesía en su escaso alcance entre el
público (un medidor a su vez escaso, pues suele estar diseñado en alguna
oficina de mercadeo), la novela gráfica no está exenta de poesía, de la
capacidad de invocar imágenes poderosas a través de mecanismos sutiles,
elegantes, si se quiere.
En el encabezado de la página se lee
“Cómo construir un recuerdo”. En el resto se explica, en cuatro pasos,
cómo funciona una cámara de fotografía.
Raquel y el fin del mundo,
de Mariana Gil Ríos, es una novela gráfica publicada en 2012 por
Editorial Robot, un proyecto independiente que desde 2003 se ha
entregado a la edición de cómic, principalmente: a la fecha, su catálogo
lo componen seis títulos, entre ellos un álbum ilustrado, pensado más
para niños, pero que igual comparte el ancho río de la narración gráfica
para entregar literatura.
De entrada, el negocio editorial suele
presentarse como un asunto riesgoso; las caracterizaciones más comunes
bordean obligadamente la dificultad, el alto número de obstáculos, para
tocar, algunas, la autoaniquilación, la extinción de toda esperanza.
En
un escenario sellado a presión por la incertidumbre pueden aparecer
narrativas divergentes, las otras historias (esas que se discuten en
sesudos seminarios acerca del estado actual de la literatura), que
cuentan cómo un aviador se transforma en gato: un gato que persigue una
sola mosca hasta que ésta se suma a otra y a otras más hasta ser una
nube de moscas que ahora persigue al gato. “Este libro se terminó de
imprimir en abril de 2012, horas antes de la conquista mundial de las
moscas, y se guarda como último testimonio de la civilización humana (y
felina)”. O tal vez no.
O tal vez sí. Historias mínimas, pero no
por eso menores. Martes. Vagón del metro de Londres. Hora pico, quizá.
Primer cuadro: en medio de la multitud, las manos de dos pasajeros se
tocan en un tubo. Segundo cuadro: las manos se separan. El viaje
continúa. El título: La distancia entre extraños.