Fue necesario que el libro del profesor Henry Sullivan fuese un éxito en el mercado del usado, sobre todo en Internet, para que se encarara la reedición de esta obra que busca fusionar, y lo logra, a Los Beatles con Lacan. El psicoanálisis lacaniano y también la dura sociología británica confluyen en este original ensayo sobre una época, una revolución y sus límites
Los Beatles, resignificados por Sullivan./pagina12.com.ar |
En estos
días, las librerías argentinas son testigos de la pasión bibliográfica
que siguen despertando Los Beatles. Allí se encuentran tres novedades
del rubro: el libro de cartas de John Lennon editado por Hunter Davies
–fiel biógrafo de los años épicos–, un nuevo volumen de fotografías
“encontradas” –siempre es lindo mirar a Los Beatles, además de
escucharlos– y la perla del lote: Los Beatles y Lacan, de Henry
Sullivan, original de 1995.
La historia de este último es bastante curiosa. Después de gastar
sus zapatos por distintas editoriales, Sullivan dio con la neoyorquina
Peter Lang Publishing. El título anduvo bien de ventas, pero no se
reeditó. Sin embargo, en el mercado del usado, el precio del ejemplar
ascendió exponencialmente (alrededor de 300 dólares en Amazon), lo que
terminó por convertir la osada tesis de un catedrático inglés en otra
deseada pieza de coleccionista: de la crítica cultural a la memorabilia,
casi sin paradas intermedias. Merced al interés de la investigadora
Flor Codagnone, que se contactó con Sullivan para proponerle la edición
en castellano, ahora los argentinos podemos acceder a esta yunta
explosiva, aunque, como advierte el autor, “lo único que claramente
tuvieron en común Los Beatles y Lacan fue su preferencia, a principios
de los 60, por los sacos de cuello Mao de Pierre Cardin”.
Estamos frente a una interpretación lacaniana del grupo; una
“clínica” de Los Beatles que, como si fuera poco, intenta ser también
una diagnosis del fin de la modernidad y el principio de la
posmodernidad. Desde aquel deslumbramiento inicial (“Todavía recuerdo el
día que escuché a Los Beatles por primera vez...”) hasta una actitud
más analítica, Sullivan ha escrito un libro incontinente, pero
estructurado con claridad. En una primera parte expone con estilo
didáctico las principales categorías de la teoría lacaniana y explica
rápidamente el contexto histórico en el que surgieron y se desarrollaron
Los Beatles. La ruptura con la ley del padre que se operó entre la
juventud económicamente satisfecha de los Estados Unidos de la posguerra
habría sido inconscientemente alentada por los propios padres, acaso
como reconocimiento implícito de su fracaso en los intentos de dejarles a
los hijos un mundo mejor. Los movimientos culturales y las conductas de
aquella juventud díscola son explicados por Sullivan a partir del goce
más allá de la ley.
Por momentos, el análisis resulta un tanto extravagante, pero cuando
el lector está a punto de arrojar el libro contra la discoteca, éste
vuelve a atraparlo con algunas de esas comprobaciones brillantes que lo
hacen irresistible. Por ejemplo, al referirse al sistema de clases de la
sociedad británica de los 50 y los 60, Sullivan encuentra en los
matices idiomáticos del hablante joven, así como en su nivel de
escolaridad y el pedigrí social, un elemento de distinción contra el que
Los Beatles se rebelaron a fuerza de una verdadera revolución estética.
En tramos así, el libro logra articular con virtuosismo el
psicoanálisis lacaniano (esos sujetos constituidos por el habla) y la
sociología de tradición británica (esos sujetos condicionados por su
pertenencia social).
Por supuesto, el momento más esperado es el de John y Paul en el
diván. Aquí vuelven los problemas: ¿cómo llega Sullivan a sus
conclusiones si no “escuchó” a Paul y John directamente, es decir, sin
ejercer la práctica de la escucha psicoanalítica? ¿No habrá repetido, en
su desmedido afán interpretativo, esa clase de retratos ligeramente
psicológicos que solían escribirse sobre Beethoven, Chopin y otros
grandes músicos, y contra los que se rebeló exitosamente la musicología
histórica? De cualquier manera, perversos, maniáticos o lo que fueran,
Lennon y McCartney constituyeron una unidad creativa, una
complementación basada tanto en carencias mutuas (las muertes trágicas
de sus madres, en primer lugar, sublimadas en “Julia” y “Carry that
Weight”) como en destrezas y rasgos de personalidad diferentes. Sullivan
explica las estructuras psíquicas que subyacían en esa sociedad
autoral, y que fueron más allá de la repartición de créditos con la que
se suelen diferenciar las canciones compuestas por Lennon de las que
creó Paul. Aun en sus carreras solistas, ellos componían pensando en el
otro, y un poco para el otro. “Un contraste ideal y complementario entre
un fetichista perverso y un maniático egocéntrico”: la definición, que
tal vez no suene del todo agradable, es estimulante para quienes buscan
desentrañar tanto la originalidad de canciones, como “A Day in the
Life”, “Here, there and everywhere” o “In my Life”, como el significado
socio-histórico del fenómeno The Beatles. Como buen psicoanalista
–aunque en rigor no lo es–, el autor va de adelante hacia atrás, en
busca de esas carencias y faltas que hicieron que dos jóvenes de
Liverpool de clase media baja suplieran la ausencia del Otro femenino
con un repertorio de canciones propias.
Los Beatles y Lacan Un réquiem para la Edad Moderna. Henry W. Sullivan Galerna
Finalmente, Sullivan avanza sobre aquello que prometió en el
subtítulo del libro –“Rock and Roll as Requiem for the Modern Age”– para
situar a Los Beatles en la frontera entre dos épocas. Si bien no es el
primero en relacionar los años 60 con el inicio de la posmodernidad,
Sullivan expone el tema de modo seductor, trabajando sobre la larga
duración de la historia. Aquel sujeto independiente, racional y
clarividente de la Edad Moderna, que pensó con Descartes y sintió con
Mozart y Beethoven, nunca pudo sobreponerse a la hecatombe del período
1914-1945. Fue en el inesperado terreno de la cultura de masas donde
surgió una nueva sensibilidad. Hubo allí artefactos culturales capaces
de llegar a una audiencia planetaria sin renunciar a la sorpresa ni a la
innovación del vanguardismo artístico (“desviaciones estilísticas de la
norma”, señala Sullivan). Entre aquellas sorpresas e innovaciones
sobresalió un grito de liberación individual y social: yeah, yeah, yeah,
yeah...