Se fue Mutis, dejándonos a Maqroll el Gaviero...
Álvaro Mutis es una leyenda viva de la literatura hispanoamericana. Su obra poética y narrativa fue objeto de un sentido homenaje en la Fería de Guadalajara en 2007. Aquí esta nota
Álvaro Mutis, Fernando Botero, y García Márquez en plena Séptima de Bogotá./elespectador.com |
Algo tiene de indescifrable el escritor Álvaro Mutis. Algo en su
prosa y poesía, algo en su humor y forma de hablar, y en la exuberante
manera en la que se ha tomado la vida, conmina a quien escribe sobre él
una inexorable voluntad de descubrir su carácter. Se dice que es
monárquico y moderno, que en su poesía no habita uno, sino varios
poetas. Y que no se sabe quién ha fascinado más al mundo, a sus lectores
y a sus amigos, si Maqroll El Gaviero, o la seductora simpatía de este
novelista nacido en Bogotá, criado en Bélgica y hecho leyenda de la
literatura colombiana en ese lejano refugio de mentes brillantes que es
México.
Pero nunca abandonó espiritualmente Colombia, sobre todo
los años de su niñez en que vivió con su madre en la hacienda Coello, en
el Tolima. "Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a
perpetuar ese rincón de la tierra caliente del que emana la sustancia
misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores y mis dichas. No hay
una sola línea de mi obra que no esté referida, en forma secreta o
explícita, al mundo sin límites que es para mí ese rincón de la región
de Tolima, en Colombia", reconoce el autor, a quien se le rendirá un
merecido homenaje en la Feria del Libro de Guadalajara.
Ha sido en
ese viajar constante que heredó en su infancia el que ha quedado
latente en sus nueve libros de poesía y la decena de novelas que cuentan
la búsqueda poética y errática de Maqroll el Gaviero. Personaje que,
como su amigo Gabriel García Márquez afirmó hace poco, es el fiel
prototipo de la más elemental condición humana.
Nacido de una
familia de intelectuales y diplomáticos a comienzos de la década de los
20, Mutis dejó pronto la ciudad para seguir a su padre a Bruselas. Desde
pequeño leyó novelas de aventuras: pasó por Verne y Stevenson, vinieron
luego Conrad y Malraux, hasta que leyó por fin ese "viaje interior" que
es En busca del tiempo perdido de Proust.
Entre el viaje que
propició la literatura y la historia, y su regreso a Bogotá cuando era
adolescente, Mutis descubrió la poesía. Fue alumno de Eduardo Carranza
en el Colegio Mayor del Rosario, y aunque nunca consiguió graduarse,
pudieron más, como siempre confiesa, la poesía y los billares. En 1948
publicó su primer poemario, una joya cuya mayoría de ejemplares se
extinguió entre las llamas de los incendios causados el 9 de abril.
Pero
su poesía estaba destinada a perdurar, y pronto empezó a publicar en
revistas mexicanas. Octavio Paz, Elena Poniatowsca, Luis Buñuel
descubrieron en su talento una búsqueda, y desde los años 50 nunca
ahorraron elogios. De Mutis, el Nobel Octavio Paz diría: "Es un poeta de
la estirpe más rara en español: rico sin ostentación y sin despilfarro.
Necesidad de decirlo todo y conciencia de que nada se dice. Amor por la
palabra, desesperación ante la palabra, odio a la palabra: extremos del
poeta".
A México llegó luego de ser en Colombia la cabeza de
relaciones públicas de la Esso. Desde este cargo apoyó
incondicionalmente iniciativas culturales sin antecedentes en el país
como la HJCK, donde incluso grabó su lema "una emisora para la inmensa
minoría", como confiesa este mes Álvaro Castaño en el libro Álbum de
Maqroll el Gaviero, publicado por Alfaguara. El manejo irregular de
recursos le costó el puesto, la salida del país, y meses después año y
medio de encierro, por un crimen que, en palabras de Gabo, fue "un
delito del que disfrutamos muchos escritores y artistas y que sólo él
pagó".
La cárcel le dio tiempo de escribir, y unos de sus
primeros relatos cortos, como La muerte del estratega, vieron la luz en
esos días que considera de los más felices de su vida. Mutis salió de
la cárcel para convertirse en el padre de Maqroll el Gaviero. Su serie
de novelas sobre este personaje, que transitó tantos lugares, le
hicieron merecedor de incontables premios, que culminaron en 2001 con el
Premio Cervantes de España.
Pero al revisar sus trayectos
literarios y biográficos, es difícil determinar qué ha causado más
impresión en la vida de quienes lo han rodeado, si su obra o su
infatigable e hipnótica personalidad. "Así como fluye la champaña,
fluyen las historias de Álvaro Mutis", recordaría alguna vez la
escritora mexicana Elena Poniatowsca, "y sus carcajadas levantan
cualquier reunión como las burbujas de la champaña. Junto a él nada es
plano; y nada le gusta tanto a una mujer como sentirse espuma".
Y
con ese carácter se ganó el corazón de Gabo, con quien pactó nunca
elaborar discursos mutuos, y cuya promesa rota ha revelado en pocos años
la rica amistad que les permitió a ambos ser cofrades e incluso autores
indirectos de sus obras y sus vidas. En el discurso que Gabo le
dirigiera a Mutis en la celebración de sus 70 años, el Nobel reconocería
que alguna vez quiso con Mutis desafiar a la muerte. Su amigo había
escrito un poema en el que declaraba con certeza: "Ahora que sé que
nunca conoceré Estambul". Gabo se lo llevó a la antigua Constantinopla,
en barco "como debe ser cuando uno desafía el destino". Durante tres
días viajaron para llegar a la capital turca por un verso, por un solo
verso, que puso a García Márquez a "contrariar a la muerte"; con quién
más habría realizado este viaje poético sino con Mutis, ese hombre que
siempre negó las orillas.