Especial 40 años del Golpe de Estado en Chile
Hace 40 años, el 11 septiembre de 1973, la vida de Chile cambió con el golpe de Pinochet y la muerte de Allende. Repasamos las obras literarias clave que cuentan aquel episodio y sus consecuencias y su aporte a la Historia
Fotograma de La muerte y la doncella, de Polanski, basada en la obra de teatro homónima de Ariel Dorfman./elpais.com |
El golpe de Estado de Pinochet, la muerte de Salvador Allende en el
Palacio de la Moneda y la dictadura en Chile han proporcionado a las
artes, y particularmente a la literatura, un material excepcionalmente
poderoso para redibujar el imaginario del país y desde ahí iluminar con
más crudeza y estremecimiento la historia reciente de Chile. Sin duda
que otros oficios y disciplinas como el periodismo de investigación y la
historia también han contribuido a revelar lo que está detrás de las
versiones oficiales y la enumeración cronológica, pero es en la novela,
el cuento y la poesía donde mejor se revela el poder de la palabra para
construir un relato que tiene más fuerza y hondura.
Cientos de libros —y decenas en el presente año— ilustran un proceso de reflexión artística histórica y crítica que no tiene visos de cesar. Es una literatura que crea una cartografía de Chile en constante renovación. Uno de los títulos más universales es La muerte y la doncella, la obra de teatro de Ariel Dorfman, llevada al cine por Roman Polanski, sobre una víctima de la tortura y la transición democrática de Chile. Hoy, en su 40º aniversario, el golpe se ha vuelto omnipresente en la escena ciudadana, en exposiciones fotográficas, en actos públicos, en columnas periodísticas, en obras de teatro, lanzamientos o reediciones de libros.
EL GOLPE
Quien mejor abordó el horror que de inmediato se instaló en Chile tras el golpe es Roberto Bolaño en Estrella distante, a través de un personaje inolvidable, Carlos Wieder, infiltrado en un taller de poesía que cultiva una siniestra forma de arte a partir de la tortura y la desaparición de detenidos. Tiempo que ladra, de Ana María del Río, es una interesantísima novela de formación —que desgraciadamente no ha sido reeditada— estructurada por la relación entre la protagonista y su padre, que llega a ser ministro del Gobierno de Allende y sufre luego la brutalidad de la represión. De amor y de sombra, popular novela de Isabel Allende, establece un relato coral de los efectos de la dictadura tras los primeros años del golpe. No es gran literatura, pero tiene el mérito de narrar un momento histórico con un estilo cercano a muchos lectores.
En crónica, destaca Golpe, de los periodistas Margarita Serrano y Ascanio Cavallo, libro que reconstruye, con nuevos testimonios —la primera edición es de hace diez años—, “las 24 horas más dramáticas del siglo XX” en Chile. Cavallo es coautor también de otro libro crucial para entender la dictadura, La historia oculta del régimen militar, junto a Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda. Una reciente publicación más académica, Ecos mundiales del régimen militar, editada por los cientistas políticos Patricio Navia y Alfredo Joignant, recoge textos aparecidos en la prensa extranjera y escritos por destacados historiadores como Eric Hobsbawm.
Cientos de libros —y decenas en el presente año— ilustran un proceso de reflexión artística histórica y crítica que no tiene visos de cesar. Es una literatura que crea una cartografía de Chile en constante renovación. Uno de los títulos más universales es La muerte y la doncella, la obra de teatro de Ariel Dorfman, llevada al cine por Roman Polanski, sobre una víctima de la tortura y la transición democrática de Chile. Hoy, en su 40º aniversario, el golpe se ha vuelto omnipresente en la escena ciudadana, en exposiciones fotográficas, en actos públicos, en columnas periodísticas, en obras de teatro, lanzamientos o reediciones de libros.
EL GOLPE
Quien mejor abordó el horror que de inmediato se instaló en Chile tras el golpe es Roberto Bolaño en Estrella distante, a través de un personaje inolvidable, Carlos Wieder, infiltrado en un taller de poesía que cultiva una siniestra forma de arte a partir de la tortura y la desaparición de detenidos. Tiempo que ladra, de Ana María del Río, es una interesantísima novela de formación —que desgraciadamente no ha sido reeditada— estructurada por la relación entre la protagonista y su padre, que llega a ser ministro del Gobierno de Allende y sufre luego la brutalidad de la represión. De amor y de sombra, popular novela de Isabel Allende, establece un relato coral de los efectos de la dictadura tras los primeros años del golpe. No es gran literatura, pero tiene el mérito de narrar un momento histórico con un estilo cercano a muchos lectores.
En crónica, destaca Golpe, de los periodistas Margarita Serrano y Ascanio Cavallo, libro que reconstruye, con nuevos testimonios —la primera edición es de hace diez años—, “las 24 horas más dramáticas del siglo XX” en Chile. Cavallo es coautor también de otro libro crucial para entender la dictadura, La historia oculta del régimen militar, junto a Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda. Una reciente publicación más académica, Ecos mundiales del régimen militar, editada por los cientistas políticos Patricio Navia y Alfredo Joignant, recoge textos aparecidos en la prensa extranjera y escritos por destacados historiadores como Eric Hobsbawm.
De ensayo y poesía
Tratándose de Chile, no hay que extrañarse de que la poesía presente una riquísima veta de reflexión y trabajo de la memoria respecto del golpe y la dictadura. José Ángel Cuevas es uno de los poetas que ha tomado esa línea desde sus recuerdos del golpe hasta el deslavado presente de la política. Rodrigo Lira, que se suicidó en 1981, a los 32 años, dejó atrás una colección de poemas entre los que destaca 4 trescientos sesenta y cincos y un trescientos sesenta y seis de onces, críptico título que captura de manera magistral los cinco primeros años -sin ninguna referencia concreta- de la dictadura militar. Juan Luis Martínez incluyó en La nueva novela un poema que podría emparentarse con Casa tomada, el cuento de Julio Cortázar, pero que en realidad es una muy sutil y sobria manera de referirse a los detenidos desaparecidos. En este ámbito el libro cumbre es, sin duda, Canto a mi amor desaparecido, de Raúl Zurita, un poemario donde la fuerza épica de la poesía del autor alcanza sus máximas cumbres en la evocación y lamento por esos cuerpos torturados y asesinados condenados además a perderse en el fondo del mar o en tumbas ignotas donde se les niega a sus cercanos hasta el consuelo del recuerdo y el homenaje. Enrique Lihn y Diego Maquieira son otros poetas que desde la ironía o el esperpento, en libros como París, situación irregular o La Tirana, retrataron magistralmente la sofocante atmósfera del Chile de la dictadura. Y Parra. El Parra de los Sermones del Cristo del Elqui y Hojas de Parra, poeta imperecedero que siempre ha logrado adelantarse a su tiempo con una mirada tan irrepetible como inolvidable.
EL EXILIO
Carlos Cerda —que volvió en 1984— escribió la mejor novela sobre el exilio —Morir en Berlín, 1993—, que funciona como un doble epitafio, el de la dictadura chilena y de la caída del Muro de Berlín. Otra gran novela sobre el exilio chileno, Cobro revertido (1992), pertenece a José Leandro Urbina, que pasó sus años de lejanía del país natal en Canadá. Recientemente, Juan Forch publicó Las dos orillas del Elba, novela que aborda el exilio desde un ángulo mucho más humano y lúdico que político y dramático.[LADDOBLE]
LAS CÁRCELES SECRETAS
El mismo Cerda escribió La casa vacía, novela que se inicia cuando una pareja compra una casa en un antiguo barrio santiaguino. La casa —según comprueba con espanto una de las invitadas a la fiesta de inauguración— era uno de los centros de detención y tortura de la policía secreta. José Miguel Varas, otro retornado, también escribió dos cuentos, Pikinini y La perra —estampas, más bien, breves y demoledoras— sobre el paso por este tipo de cárceles. Entre los libros testimoniales destacan sobre todo dos obras antiguas, Estadio Nacional y Chacabuco, de Adolfo Cozzi, un joven estudiante en ese entonces que supo captar con mesura inigualable su paso por dos campos de detención. El centro de detención Villa Grimaldi, uno de los más severos de la dictadura, ha motivado numerosas crónicas periodísticas y testimoniales, entre las que destaca Una mujer en Villa Grimaldi, de Nubia Becker.
LA VIDA EN LA DICTADURA
El díptico novelístico de Roberto Bolaño sobre su país de origen se completa con Nocturno de Chile. En esta última novela, Pinochet aparece como personaje y el protagonista, un crítico literario, le hace clases de marxismo. Dos personajes secundarios, los señores Oido y Odeim (Odio y Miedo) representan las fuerzas dominantes y perversas que dominaron el período. Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra, pone en escena lo que significó crecer en el seno de una familia de izquierdas en un suburbio santiaguino. En la misma línea, pero con carácter testimonial, acaba de aparecer Volver a los 17, editado por el periodista Óscar Contardo, que le pidió testimonios de su infancia y adolescencia bajo la dictadura a escritores y periodistas nacidos entre 1969 y 1979, entre los que se cuentan Zambra, Rafael Gumucio y Patricio Fernández. Una de las últimas novelas es Nadar desnudas, de Carla Guelfenbein, sobre los últimos días del gobierno de Allende y los primeros de la dictadura.
PINOCHET
En su novela Tengo miedo torero (2001), Pedro Lemebel logra una contradictoria hazaña: aunque la novela trata más bien de la resistencia y de amores homosexuales, la impostación de la voz de Pinochet es lo que más auténtico suena en ella. Una crónica publicada este año por el periodista Juan Cristóbal Peña: La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, que comenzó como una investigación de lo que señala el título —cómo el dictador llegó a tener unos 55.000 volúmenes, muchos de ellos raros y valiosos; el conjunto fue valorado en 2,3 millones de euros—, y se transformó en una semblanza biográfica que sigue el hilo de la relación de Pinochet con la lectura, la docencia y la escritura de sus propios libros y muestra mucho más del verdadero carácter del personaje que la biografía canónica escrita por el historiador de derechas Gonzalo Vial. Respecto de los Pinochet, la periodista Alejandra Matus anuncia para octubre Doña Lucía, biografía no autorizada de la mujer del dictador. Ninguna bibliografía sobre Pinochet puede omitir la monumental investigación Yo, Augusto (2003), de Ernesto Ekaizer, corresponsal de EL PAÍS en Londres cuando el dictador chileno fue detenido a causa de un requerimiento del juez español Baltazar Garzón.
ALLENDE
En estos días aparece Allende. La biografía, de Mario Amorós, un texto de más de 700 páginas que aspira a circunscribir a un personaje inagotable, un político de raza del viejo Chile republicano, tipo humano que se ha extinguido por el doble flujo de la transición pactada y el paso desde la rica y elaborada retórica del discurso —Allende fue un maestro— a la cuña televisiva. Pero su más próxima y brillante biografía la escribió Eduardo Labarca, que por razones familiares conoció a Allende desde muy niño. Su particularidad está explícita en el título: Salvador Allende, biografía sentimental (2008), puesto que desde ahí, desde su compleja historia emocional, Labarca traza una línea que explica muy bien la identidad de Allende, más allá de los avatares que lo situaron como presidente de Chile al cuarto intento.
Carlos Cerda —que volvió en 1984— escribió la mejor novela sobre el exilio —Morir en Berlín, 1993—, que funciona como un doble epitafio, el de la dictadura chilena y de la caída del Muro de Berlín. Otra gran novela sobre el exilio chileno, Cobro revertido (1992), pertenece a José Leandro Urbina, que pasó sus años de lejanía del país natal en Canadá. Recientemente, Juan Forch publicó Las dos orillas del Elba, novela que aborda el exilio desde un ángulo mucho más humano y lúdico que político y dramático.[LADDOBLE]
LAS CÁRCELES SECRETAS
El mismo Cerda escribió La casa vacía, novela que se inicia cuando una pareja compra una casa en un antiguo barrio santiaguino. La casa —según comprueba con espanto una de las invitadas a la fiesta de inauguración— era uno de los centros de detención y tortura de la policía secreta. José Miguel Varas, otro retornado, también escribió dos cuentos, Pikinini y La perra —estampas, más bien, breves y demoledoras— sobre el paso por este tipo de cárceles. Entre los libros testimoniales destacan sobre todo dos obras antiguas, Estadio Nacional y Chacabuco, de Adolfo Cozzi, un joven estudiante en ese entonces que supo captar con mesura inigualable su paso por dos campos de detención. El centro de detención Villa Grimaldi, uno de los más severos de la dictadura, ha motivado numerosas crónicas periodísticas y testimoniales, entre las que destaca Una mujer en Villa Grimaldi, de Nubia Becker.
LA VIDA EN LA DICTADURA
El díptico novelístico de Roberto Bolaño sobre su país de origen se completa con Nocturno de Chile. En esta última novela, Pinochet aparece como personaje y el protagonista, un crítico literario, le hace clases de marxismo. Dos personajes secundarios, los señores Oido y Odeim (Odio y Miedo) representan las fuerzas dominantes y perversas que dominaron el período. Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra, pone en escena lo que significó crecer en el seno de una familia de izquierdas en un suburbio santiaguino. En la misma línea, pero con carácter testimonial, acaba de aparecer Volver a los 17, editado por el periodista Óscar Contardo, que le pidió testimonios de su infancia y adolescencia bajo la dictadura a escritores y periodistas nacidos entre 1969 y 1979, entre los que se cuentan Zambra, Rafael Gumucio y Patricio Fernández. Una de las últimas novelas es Nadar desnudas, de Carla Guelfenbein, sobre los últimos días del gobierno de Allende y los primeros de la dictadura.
PINOCHET
En su novela Tengo miedo torero (2001), Pedro Lemebel logra una contradictoria hazaña: aunque la novela trata más bien de la resistencia y de amores homosexuales, la impostación de la voz de Pinochet es lo que más auténtico suena en ella. Una crónica publicada este año por el periodista Juan Cristóbal Peña: La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, que comenzó como una investigación de lo que señala el título —cómo el dictador llegó a tener unos 55.000 volúmenes, muchos de ellos raros y valiosos; el conjunto fue valorado en 2,3 millones de euros—, y se transformó en una semblanza biográfica que sigue el hilo de la relación de Pinochet con la lectura, la docencia y la escritura de sus propios libros y muestra mucho más del verdadero carácter del personaje que la biografía canónica escrita por el historiador de derechas Gonzalo Vial. Respecto de los Pinochet, la periodista Alejandra Matus anuncia para octubre Doña Lucía, biografía no autorizada de la mujer del dictador. Ninguna bibliografía sobre Pinochet puede omitir la monumental investigación Yo, Augusto (2003), de Ernesto Ekaizer, corresponsal de EL PAÍS en Londres cuando el dictador chileno fue detenido a causa de un requerimiento del juez español Baltazar Garzón.
ALLENDE
En estos días aparece Allende. La biografía, de Mario Amorós, un texto de más de 700 páginas que aspira a circunscribir a un personaje inagotable, un político de raza del viejo Chile republicano, tipo humano que se ha extinguido por el doble flujo de la transición pactada y el paso desde la rica y elaborada retórica del discurso —Allende fue un maestro— a la cuña televisiva. Pero su más próxima y brillante biografía la escribió Eduardo Labarca, que por razones familiares conoció a Allende desde muy niño. Su particularidad está explícita en el título: Salvador Allende, biografía sentimental (2008), puesto que desde ahí, desde su compleja historia emocional, Labarca traza una línea que explica muy bien la identidad de Allende, más allá de los avatares que lo situaron como presidente de Chile al cuarto intento.
Memoria y arte
Las siguientes son algunas de las actividades culturales que se realizan estos días en Chile con motivo del 40º aniversario del golpe de Pinochet:Imágenes de la memoria: fotografías sobre el trabajo de la Vicaría de la Solidaridad en los años setenta. Hasta el 15 de septiembre en el Centro Cultural Estación Mapocho.
Víctor sin Víctor Jara: familiares de ejecutados, músicos y actores representan la cantata sobre el cantautor. Hasta el 29 de septiembre en el centro cultural GAM.
Allende, noche de septiembre: obra teatral sobre Salvador Allende y el bombardeo de La Moneda. Hasta el 29 de septiembre en el centro cultural GAM.
Registros de golpe, instalación de la dictadura: exposición de documentos que dan cuenta de casos de tortura. Martes 10 de septiembre en el Museo de la Memoria.
Rostro: video centrado en la morfología de las víctimas de violaciones a los derechos humanos. Martes 10 de septiembre en el Museo de la Memoria.
Puestas en escena: 40 años: teatro y danza basadas en testimonios sobre el día del golpe. Miércoles 11 de septiembre a las 12.30 horas en el centro cultural GAM.
Aquí están: instalación con una veintena de actores recreando testimonios de víctimas de la dictadura. Miércoles 11 de septiembre en el Museo de la Memoria.