jueves, 26 de septiembre de 2013

La literatura del Pacífico

Quinientos años del descubrimiento del Pacífico

Ocho libros para navegar por el Pacífico

La isla del tesoro, 1883. mapa. Robert Louis Stevenson.

Por un momento, estuvo a punto Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del Océano Pacífico, de adelantarse a las inmortales peripecias de Robinson Crusoe. Embarcado como polizón, en 1510, en un barco de la Armada española, parte para esconderse de la justicia. El armador de la nave, Martín Fernández de Enciso lo descubre y lo primero que se le pasa por la cabeza es la airada decisión de abandonarlo en la primera isla desierta que encuentren. Por suerte para su posteridad, Balboa se libra de acabar sus días como el solitario habitante más famoso del mundo. Probablemente aquí se selle por primera vez ese carácter aventurero del gran descubridor del Pacifico. De haber conocido esta historia, Defoe seguramente hubiera situado a su héroe universal en una isla del Pacifico, en lugar de hacerlo frente a la desembocadura del Orinoco. El Pacifico es el producto de la codicia de oro. Producto de relatos entre verdaderos y ficticios. Producto de una ficción hecha realidad. No es casual, por tanto, que de sus aguas e islas se hayan creado ficciones imperecederas. Veamos algunas de ellas relacionadas con el Océano Pacifico.
La isla del tesoro, 1883. Robert Louis Stevenson
Robert Louis Stevenson Empecemos con una curiosidad. Puede que algunos lectores crean que la trama de una de las mejores “bildungsroman” de la literatura universal, “La isla del tesoro”, se desarrolla en el Pacífico. Pues parece que no. Los calculadores de estas cuestiones (cuando los autores, como es el caso de Stevenson, no lo aclaran) localizan su isla en el Océano Atlántico, otros en las Antillas. ¿Dónde está entonces la curiosidad? En que estudios recientes sobre la materia, nos dicen que Stevenson se inspiró para dibujar su ominosa isla, en otra del archipiélago de Tonga, al sur del Pacífico. Sea como fuere, lo cierto es que en el imaginario del escritor escocés su mar favorito apuntó siempre al Pacífico, como así lo atestigua el contenido de su “Cuentos de los mares de sur” (1893). “La isla de cocos” (¿..?) De pequeño leí un libro del que no recuerdo su autor y apenas su trama. Creo que se llamaba “La isla del coco”. Pero a mí me interesa citarlo por una curiosidad que de alguna manera compensa mi desmemoria. Resulta que en esta isla, situada en el Pacifico y parte del territorio nacional de Costa Rica, las leyendas hablan de tesoros españoles enterrados en ella, entre ellos el famoso Tesoro de Lima, al cual podría haber tenido acceso el mismísimo Stevenson.
El lobo de mar, 1904. Jack London.
London siempre tiene algo que lo caracteriza como uno de los grandes contadores de historias de todos los tiempos. “El lobo de mar” es un relato largo que transcurre en el Pacífico. Tiene todo lo que tiene que tener un relato de aventuras. Pero London le agrega su visión de la vida, su filosofía de la amistad, la justicia y la camaradería. 
Moby Dick, 1851. Herman Melville.
No estaría muy seguro de que la gran novela de Melville, tuviera tramos en el Pacífico. Por alguna razón misteriosa, sus analistas no mencionan el mar, salvo que el capitán del Pequod zarpa de un puerto ballenero de Natunkett, en la costa de los Estados Unidos. Por tanto, enfila su proa hacia el Atlántico en busca de la legendaria ballena. Uno de los artículos más originales sobre esta novela, lo escribió E. L. Doctorow. Sin embargo, como si se hubiese contagiado del cosmogónico simbolismo del relato, nada nos dice del mar real donde se adentra Ahab. No obstante hay pruebas de que uno de los dos hechos sobre los cuales se basa la historia de Melville la hallamos en un pueblo costero de Chile, es decir en el Pacifico, donde había sido avistado un cachalote albino. Ese dato lo conocía Melville y a partir de él concibió a su ballena.
El origen de las especies, 1859. Charles Darwin.
Embarcado en el Beagle, Darwin atraviesa medio mundo en pos de sus descubrimientos. Pisa tierra firme e islas. Una de ellas es nada menos que las Islas Galápagos, en pleno Pacífico. Lo que allí observe (entre ello, una serie de pinzones que variaban de isla en isla del archipiélago), será material para reflexionar y engrosar las pruebas de “El origen de las especies”.
Galápagos, 1998. Kurt Vonnegut.
En la línea corrosivamente posmoderna que lo caracterizaba, Kurt Vonnegut urde esta hilarante historia contra el consumo turístico. Y sobre todo el que se daba en el archipiélago. Nunca olvido esa novela por varios motivos y uno de ellos es que cuando un personaje salía en sus páginas precedido de un asterisco ello significaba que en próximas líneas o páginas, el pobre fenecería.
Momentos estelares de la humanidad, 1927. Stefan Zweig.
 El escritor austriaco no escribió una biografía dedicada exclusivamente al descubridor del Pacífico, como sí lo hizo del descubridor del estrecho que lleva su nombre, Magallanes. Pero en “Momentos estelares de la humanidad” interpreta la gesta de Vasco, y recrea el momento en que Pizarro encarcela al que estaba destinado en principio a descubrir el Perú.
Mundo del fin del mundo, 1996 .Luis Sepúlveda.
Una historia ecologista escrita bajo el espíritu de Melville. Barcos, ballenas exterminadas, las aguas del mar que avistó por primera vez Vasco. La descripción de cómo los balleneros japoneses atrapan a su presa todavía la recuerdo.
Gaspar Ruiz, 1906. Joseph Conrad.
 Hablando de mares, es imposible no citar a Joseph Conrad. Los protagonistas conradianos se mueven casi siempre entre el Índico y el Pacífico. El mismo autor en sus tres lustros surcando océanos, llegó al Pacífico Sur. “Victoria”, una de las grandes novelas de su periodo final, transcurre en la isla de Samburán, en el archipiélago malayo, en la misma raya imaginaria que separa el Índico del Océano Pacífico. Pero es en “Gaspar Ruiz” donde su héroe pisa tierra chilena, pasa por Valparaíso, desembarca en la isla de Chiloé, todo ello también el Pacífico. No quiero dejar de mencionar, aunque más no sea por respeto a nuestra infancia, el ciclo de Emilio Salgari, “Los piratas de Malasia”. Ni olvidar al furibundo Sandokan transitando, como los héroes de Conrad, también entre el Océano Índico y el Pacífico.
fuente:elpais.com