Un nuevo documental retrata la pasión del autor de Manhattan Transfer por la España rural
John Dos Passos, retratado en su casa de Provincetown en 1942. / elpais.com |
Cuando mi abuelo, el escritor estadounidense John Dos Passos, visitó España por primera vez en 1916, se enamoró del país, especialmente de los pueblos
al abrigo del chaparral, protegido de la gran corrupción europea por el
alto muro que forman los Pirineos. "Los pueblos son el corazón de
España", escribió. Y hoy en día en ellos se sigue favoreciendo al
extranjero de corazón abierto.
El primer viaje a España de mi abuelo se arregló como un compromiso
entre él y su padre. Aquel incansable muchacho de veinte años quería ver
la Gran Guerra, pero su padre no se lo permitía. En su lugar, el padre
vio al hijo marchar a España, un país neutral donde el joven Dos Passos
podría conocer la tradición artística de dicha nación.
"Protestar contra la marcha de Jack hubiese sido como retener a un
león furioso que quisiera lanzarse contra su presa. ¡Es su destino!",
escribió el padre, John Randolph Dos Passos. "Un joven noble de carácter
mucho más formado —un académico más refinado— no habría seguido
adelante… Si sobrevive, ganará mucho más dinero y se hará mucho más
famoso".
El joven hombre alcanzó la adolescencia con una sensibilidad
intelectual europea gracias a la influencia de su padre, pero España
seguía siendo un festín extranjero. Dos Passos buscó sus exquisiteces
rápidamente, empezando por Madrid. "Yo quería ver la guerra, remar en
ríos sin descubrir, escalar montañas inexploradas", reflexionó siendo ya
un anciano.
Desde luego, encontró montañas que escalar. Hizo senderismo por la
sierra de Guadarrama y los Siete Picos. "Tras ellos", escribió de
Guadarrama, "el sol se pone con una gloria entumecedora. Nunca antes
había visto tales puestas de sol; te remueven el alma de la misma manera
que un cocinero remueve una olla de caldo, pero lo hace con una cuchara
de oro". Chocolate, pan y naranjas constituían el aperitivo típico a
tales altitudes.
Estudió lengua española y literatura en el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Leyó a Pío Baroja: Mala hierba, La busca, Aurora Roja. Conoció a miembros de la generación literaria de 1898, Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán incluidos.
Mi abuelo ya era un buscador de buena comida en los días anteriores a
la televisión, por no hablar de la Food Network. "No podía dejar de
pensar en comida", escribió. "El afilado aire invernal me daba un
apetito perpetuo. Escribí a casa contando que las comidas se sucedían
las unas a las otras; los españoles se pasaban el tiempo comiendo, a
excepción de aquellos que se estaban muriendo de hambre".
Dada su predilección por el chocolate, es probable que John Dos
Passos visitase la famosa chocolatería de San Ginés en Madrid. Dos
Passos escribió que el típico plato de chocolate "se sirve con un
curioso hojaldre dulce y blanquecino y un panecillo por la mañana; y yo,
además, lo devoro por la tarde en los cafés, cuando se pueden ver
encantadores asnos y mulas con alforjas o carretillas de dos ruedas".
Por encima de todo encontró cordialidad, arte e inspiración en la
España rural. "El campo de Castilla", escribió, "es marrón y por él
circulan arroyos, y los terrenos están regados como en California, solo
que la parte marrón de las colinas es un pálido manto en lugar de la
rica tierra ocre de las laderas californianas". Visitó múltiples pueblos
y ciudades como Aranjuez, Cartagena, Tarragona, Alcázar de San Juan,
Alicante, Oliva y Denia.
Paseó por El Pardo, una pequeña localidad al norte de Madrid.
Disfrutaba mucho de largas caminatas. Almorzó "en la plaza del pueblo
bajo amarillos álamos otoñales, cuyas hojas crujían al caer bajo del
perfecto resplandor del sol durante la quietud del atardecer".
Es probable que el mejor amigo que hizo durante su primer viaje fuese José (Pepe) Robles,
un estudiante universitario en Madrid. “Se trataba de un momento en la
vida”, escribió Dos Passos, “en que un hombre hace amigos. En el vagón
de tercera clase volviendo de Toledo, un día me encontré hablando con un
estudiante de la universidad que quería mejorar su inglés. Nos
entendimos tan bien que conservamos nuestra amistad hasta que murió. La
lengua de Pepe Robles era más afilada que la de mis conocidos liberales y
educacionistas. Su forma de hablar era más bien como la escritura
mordaz de Pío Baroja”.
“Estoy loco por España”, concluía, “la maravillosa afabilidad de la
vida, la dignidad, las etapas espaciadas”. La muerte de su padre el 27
de enero de 1917 lo llevó de vuelta a Estados Unidos, dando fin a su
primera estancia en la frondosa tierra de toros y chocolate.
Actualmente, los pueblos de España ofrecen los mismos tesoros que disfrutó mi abuelo —la misma musa que apeló a Antonio Machado, Pío Baroja y Blasco Ibáñez—.
Las tertulias, pasatiempo literario nacional que tiene lugar en los
cafés, probablemente sean menos frecuentes, pero cuando florecen siguen
siendo inspiradoras.
El documental Duelo al sol narrará la búsqueda de respuestas del escritor a la muerte de su amigo y traductor José Robles
Pensemos en Fuentidueña de Tajo, a 65 kilómetros al sureste de
Madrid, un pueblo que John Dos Passos conoció bien cuando trabajó con Ernest Hemingway en el documental Tierra de España
(1937). La actual alcaldesa, Aurora Rodríguez Cabezas, posee una
sonrisa amigable para todos los visitantes y su corazón está con el
electorado. Entró en política para luchar contra la contaminación y ha
logrado dejar huella. “Fuentidueña es para los visitantes”, se puede
leer en la página web del pueblo, “para encontrar un lugar de descanso y
coexistencia con la naturaleza, con nuestras praderas y caminos de la
Cañada Real Soriana, una tradición que nos da la historia conectada con
nuestros alrededores”.
El río Tajo —conocido por los anglohablantes como Tagus— es un oasis
para el pueblo de la alcaldesa Rodríguez. Irriga los campos de los
alrededores y es verde como una alcachofa cruda, y fluye vigorosamente a
través del núcleo de España.
Una brisa fresca arrastra a lo largo del río un ligero olor a salvia.
Un camino de grava atraviesa colinas y barrancos pasando por una granja
vigilada por un robusto perro negro. Junto a la granja, un solo cerezo.
Sus bayas parecen ambrosía cuando el sol está en su cénit.
Un nuevo documental español mostrará Fuentidueña de Tajo y el papel que desempeñó en la Guerra Civil española. Duelo al sol,
un filme de Time Zone Productions, se verá en la televisión española en
otoño. Describe la búsqueda de John Dos Passos de respuestas a la
muerte de su amigo José Robles, traductor republicano durante la Guerra Civil que sería encarcelado bajo sospecha de traición.
John Dos Passos estaba convencido de que Franco
nunca podría dirigir de verdad los pueblos de España. “Este intenso
individualismo”, escribió el escritor, “nacido de una historia que
sienta sus bases en pequeñas comunidades aisladas —pueblos, que
es como se llaman en español— sobre cuyo rostro inalterable, como la
hierba de los campos, los acontecimientos florecen y maduran y mueren,
es el hecho básico de la vida en España. Ninguna revolución ha sido lo
suficientemente fuerte para hacerlo flaquear”.
Si llegase a instaurarse una tercera república en España, tal vez se iniciase en los pueblos.
El documental Duelo al sol, dirigido por Sonia Tercero Ramiro y producido por Televisión Española, se estrenará en la pequeña pantalla en otoño.
Traducción de Álvaro Domínguez