sábado, 2 de marzo de 2013

Minicuentos eróticos 5


De malabares, fluidos,  y orificios   ¡Atención! Los textos pueden herir o estimular su sensibilidad


Blancanieves

Anónimo


Sabio se acuesta a mi lado despertándome con suaves caricias y tiernos besos. Mocoso despierta al resto y se une lamiendo goloso mis caderas. Tímido prefiere la luz apagada. Protegidas por la oscuridad, sus manos recorren sin pudor mi desnudez. A intervalos, siento el cálido roce de la palma abierta de su mano recorriendo en círculos la cumbre de mis pezones. Mudito las mata callando, sin duda es el que más me hace gozar cuando me invade una y otra vez su firme y permanente erección. Dormilón disfruta sus sueños eróticos abrazando mi muslo a rítmicos golpes de pelvis. Escucho a Gruñón protestar por falta de sitio, deseosa de probar su enfado, le ofrezco otra vía colocándome de rodillas, mis hirientes gemidos parecen aumentar la furia de sus acometidas. Bonachón parecía conformarse admirando el placer de sus hermanos, pero plantándose frente a mi boca me invita a saborearle…Mientras fumamos satisfechos pienso una vez más: “¿Quién necesita un príncipe azul?”

Crisis

Anónimo


Desde que Paula declaró su atracción por los hombres altos, en la sesión matutina se evidenciaba la tendencia alcista de la temperatura de Fred, debido a las expectativas racionales de establecer una relación real de intercambio con ella tras el cierre de sesión. La coyuntura provocó el trueque de miradas coincidiendo con la consolidación del producto interior bruto bajo la bragueta de Fred. Paula captó la plusvalía de aquel valor agregado y propuso una concurrencia en la zona de librecambio para mantener una cataláctica sexual que los condujera a un efectivo estado de bienestar. La imaginación de Fred especuló con la fusión y el intercambio de liquidez mientras Paula exhibía sus valores gananciales y su elasticidad contorneándose por el salón financiero. Aquello provocó una inflación excesiva en los bajos del corredor, causada quizás por su larga abstinencia. Cuando Paula detectó la mancha del pantalón, imaginó el rendimiento decreciente y pensó que probablemente los verdaderos tipos de interés sean bajos.

Secretos Inconfesables

Olivia Ardey

Arrodillada para él, la mirada al frente, respirando agitada al verlo avanzar hacia mí. Y esa sensación, ese dulce dolor en los pechos, los pezones henchidos y el liviano roce al jadear que de tan suave llega a doler. Se aproxima con una cadencia rítmica. Como el intenso latir entre mis muslos. Cada paso suyo, un golpe de tacón en el mármol, y un latigazo en mí. Con la punta de la lengua me recorro los labios para acabar frenada entre los dientes. Tan difíciles de soportar las punzadas entre las piernas que ni apretando los muslos pude detener la urgente necesidad. Cuando quiero darme cuenta mi mano baja desde el regazo y se entretiene
en mecerme donde mi cuerpo tiembla. Al abrir la portezuela, se sienta y yo apenas puedo susurrar junto a la celosía la consigna ritual.
—Perdóneme padre, porque he pecado.


Epitalamio

Juan José Arreola


La amada y el amado dejaron la habitación hecha un asco, toda llena de residuos amorosos. Adornos y pétalos marchitos, restos de vino y esencias derramadas. Sobre el lecho revuelto, encima de la profunda alteración de las almohadas, como una nube de moscas flotan palabras más densas y cargadas que el áloe y el incienso. El aire está lleno de te adoro y de paloma mía. Mientras aseo y pongo en orden la alcoba, la brisa matinal orea con su lengua ligera pesadas masas de caramelo. Sin darme cuenta he puesto el pie sobre la rosa en botón que ella llevaba entre sus pechos. Doncella melindrosa, me parece que la oigo cómo pide mimos y caricias, desfalleciente de amor. Pero ya vendrán otros días en que quedará sola en el nido, mientras su amado va a buscar la novedad de otros aleros. Lo conozco. Me asaltó no hace mucho en el bosque, y sin hacer frases ni rodeos me arrojó al suelo y me hizo suya. Como un leñador divertido que pasa cantando una canción obscena y siega de un tajo el tallo de la joven palmera.

Viñeta erótica para devoradoras

Marcelo Del Castillo

Estoy ansioso. Muy ansioso. Tan lleno de ansiedad que me aprieto los dientes hasta sentir tensión. Quiero morderte, le digo a Gina, quiero cogerte. Cuando, me pregunta. Ya. Ahora. Aquí. Y dócilmente se baja esas braguitas negras que desde donde está me las lanza. Yo las tomo en el aire y las huelo profundamente cerrando los ojos. Mientras ella mira curiosa mi ritual cotidiano y empieza a acercarse mostrándome su pubis angelical, diciendo con suave lascivia: muérdeme, muérdeme...Me acerco a ella y sigo oliendo su íntima prenda perfumada cruzada de sus olores más recónditos; y evoco un gran mosaico con pescados-no sé por qué- Y ella se acerca ahora levantando su falda y se voltea y me muestra sus hermosas nalgas rosadas, redondas y firmes y sigue diciendo muérdeme, muérdeme...Me pongo sus bragas cubriéndome la cabeza y quedo como un árabe. Al verme así le brota una carcajada. Entonces llega hasta mi y ve por encima de mi pantalón y la palpa y la siente mi trayectoria presionada. Con sus manos la saca y esta roja rutilante, tensa y se eleva enhíesta como una bandera, mientras dice: hum,hum y empieza a metérsela en su boca ávidamente. Yo la dejo que siga y siga y muerdo entre mis dientes sus bragas negras.
Después que fluyo en su boca tibia siento un gran alivio.
Hoy es domingo, día de descansar...