De malabares, fluidos, y orificios ¡Atención! Los textos pueden herir o estimular su sensibilidad
Blancanieves
Anónimo
Sabio se acuesta a mi lado despertándome con suaves caricias y tiernos
besos. Mocoso despierta al resto y se une lamiendo goloso mis caderas.
Tímido prefiere la luz apagada. Protegidas por la oscuridad, sus manos
recorren sin pudor mi desnudez. A intervalos, siento el cálido roce de la palma
abierta de su mano recorriendo en círculos la cumbre de mis pezones. Mudito
las mata callando, sin duda es el que más me hace gozar cuando me invade una y
otra vez su firme y permanente erección. Dormilón disfruta sus sueños
eróticos abrazando mi muslo a rítmicos golpes de pelvis. Escucho a Gruñón
protestar por falta de sitio, deseosa de probar su enfado, le ofrezco otra vía
colocándome de rodillas, mis hirientes gemidos parecen aumentar la furia de sus
acometidas. Bonachón parecía conformarse admirando el placer de sus
hermanos, pero plantándose frente a mi boca me invita a saborearle…Mientras
fumamos satisfechos pienso una vez más: “¿Quién necesita un príncipe azul?”
Crisis
Anónimo
Desde que Paula declaró su
atracción por los hombres altos, en la sesión matutina se evidenciaba la
tendencia alcista de la temperatura de Fred, debido a las expectativas
racionales de establecer una relación real de intercambio con ella tras el
cierre de sesión. La coyuntura provocó el trueque de miradas coincidiendo con
la consolidación del producto interior bruto bajo la bragueta de Fred. Paula captó
la plusvalía de aquel valor agregado y propuso una concurrencia en la zona de
librecambio para mantener una cataláctica sexual que los condujera a un
efectivo estado de bienestar. La imaginación de Fred especuló con la fusión y
el intercambio de liquidez mientras Paula exhibía sus valores gananciales y su
elasticidad contorneándose por el salón financiero. Aquello provocó una
inflación excesiva en los bajos del corredor, causada quizás por su larga
abstinencia. Cuando Paula detectó la mancha del pantalón, imaginó el
rendimiento decreciente y pensó que probablemente los verdaderos tipos de
interés sean bajos.
Secretos
Inconfesables
Olivia
Ardey
Arrodillada para él, la
mirada al frente, respirando agitada al verlo avanzar hacia mí. Y esa
sensación, ese dulce dolor en los pechos, los pezones henchidos y el liviano
roce al jadear que de tan suave llega a doler. Se aproxima con una cadencia
rítmica. Como el intenso latir entre mis muslos. Cada paso suyo, un golpe de
tacón en el mármol, y un latigazo en mí. Con la punta de la lengua me recorro
los labios para acabar frenada entre los dientes. Tan difíciles de soportar las
punzadas entre las piernas que ni apretando los muslos pude detener la urgente necesidad.
Cuando quiero darme cuenta mi mano baja desde el regazo y se entretiene
en mecerme donde mi cuerpo
tiembla. Al abrir la portezuela, se sienta y yo apenas puedo susurrar junto a
la celosía la consigna ritual.
—Perdóneme padre, porque he
pecado.
Juan José Arreola
La amada y el amado dejaron la
habitación hecha un asco, toda llena de residuos amorosos. Adornos y pétalos
marchitos, restos de vino y esencias derramadas. Sobre el lecho revuelto,
encima de la profunda alteración de las almohadas, como una nube de moscas
flotan palabras más densas y cargadas que el áloe y el incienso. El aire está
lleno de te adoro y de paloma mía. Mientras aseo y pongo en orden la alcoba, la
brisa matinal orea con su lengua ligera pesadas masas de caramelo. Sin darme
cuenta he puesto el pie sobre la rosa en botón que ella llevaba entre sus
pechos. Doncella melindrosa, me parece que la oigo cómo pide mimos y caricias,
desfalleciente de amor. Pero ya vendrán otros días en que quedará sola en el
nido, mientras su amado va a buscar la novedad de otros aleros. Lo conozco. Me
asaltó no hace mucho en el bosque, y sin hacer frases ni rodeos me arrojó al
suelo y me hizo suya. Como un leñador divertido que pasa cantando una canción
obscena y siega de un tajo el tallo de la joven palmera.
Viñeta erótica para devoradoras
Marcelo Del Castillo
Estoy ansioso.
Muy ansioso. Tan lleno de ansiedad que me aprieto los dientes hasta sentir
tensión. Quiero morderte, le digo a Gina, quiero cogerte. Cuando, me pregunta.
Ya. Ahora. Aquí. Y dócilmente se baja esas braguitas negras que desde donde
está me las lanza. Yo las tomo en el aire y las huelo profundamente cerrando
los ojos. Mientras ella mira curiosa mi ritual cotidiano y empieza a acercarse
mostrándome su pubis angelical, diciendo con suave lascivia: muérdeme, muérdeme...Me
acerco a ella y sigo oliendo su íntima prenda perfumada cruzada de sus olores
más recónditos; y evoco un gran mosaico con pescados-no sé por qué- Y ella se
acerca ahora levantando su falda y se voltea y me muestra sus hermosas nalgas
rosadas, redondas y firmes y sigue diciendo muérdeme, muérdeme...Me pongo sus
bragas cubriéndome la cabeza y quedo como un árabe. Al verme así le brota una
carcajada. Entonces llega hasta mi y ve por encima de mi pantalón y la palpa y
la siente mi trayectoria presionada. Con sus manos la saca y esta roja
rutilante, tensa y se eleva enhíesta como una bandera, mientras dice: hum,hum y
empieza a metérsela en su boca ávidamente. Yo la dejo que siga y siga y muerdo
entre mis dientes sus bragas negras.
Después que
fluyo en su boca tibia siento un gran alivio.
Hoy es
domingo, día de descansar...