El fundamentalismo islámico centra La lista, la nueva novela de Frederick Forsyth "Espías, terroristas, mercenarios... ese mundo sigue siendo el mismo"
Frederick Forsyth, en el madrileño hotel Villa Real. / Álvaro García./elpais.com |
En la jerga de los servicios de inteligencia anglosajones un clean skin o lily-white
—definiciones ambas que corresponden a un carácter aparentemente
impoluto— es un individuo que nunca se ha unido a un grupo susceptible
de ser vigilado, que vive y trabaja en las sociedades occidentales sin
llamar la atención, que guarda solo en su mente las motivaciones y
planes para perpetrar un atentado. “El asesino solitario es el más
peligroso”, subraya durante una entrevista en Londres el escritor británico Frederick Forsyth, uno de los grandes del thriller contemporáneo, que en su última novela La lista
aborda ese perfil del terrorista de signo islámico que “está fuera de
radar y es el gran dolor de cabeza” para las fuerzas de seguridad.
El título del libro alude a una lista secreta que se revisa cada
semana en el despacho oval de la Casa Blanca y que contiene los nombres
de los terroristas más amenazadores para Estados Unidos, sus ciudadanos y
sus intereses. La misión de una unidad que opera en la sombra es
identificarlos, localizarlos y destruirlos. Forsyth (Ashford,
Inglaterra, 1938) recurre a su habitual estilo periodístico, que destila
una documentación meticulosa, para relatar con grandes dosis de
adrenalina la operación de caza de uno de esos hombres. No tiene nombre,
rostro o paradero conocido, pero los efectos de sus proclamas en la Red
son letales. Apodado El Predicador por un exmarine encargado de neutralizarlo (El Rastreador), utiliza Internet como “control remoto” para radicalizar a jóvenes musulmanes e instigarles a matar.
“Primero está el odio y luego viene la justificación”, escribe el
Forsyth narrador sobre esos ciudadanos convertidos al terrorismo que en
su novela atentan contra personajes de la vida pública que tienen a su
alcance. Y lo hacen a la luz del día, al igual que en la vida real dos
hermanos sin filiación conocida hicieron explosionar dos artefactos
caseros en plena maratón de Boston (abril de 2013) o un mes después dos
británicos de origen nigeriano asesinaban a machetazos a un soldado en
las calles de Londres. Ante sucesos como estos, y que ocurrieron después
de que el novelista comenzara a trabajar en La lista, Forsyth
no atiende a motivaciones de tipo social o político: “Todavía no sabemos
por qué estos jóvenes se radicalizan, el secreto sigue encerrado en sus
mentes”.
De conocido talante conservador, lo cual no le resta un ápice de
independencia en sus opiniones, el escritor que antes ejerciera el
periodismo en Reuters y la BBC no comparte los argumentos de la guerra
contra el terrorismo que condujeron a las invasiones de Afganistán e
Irak. “La guerra de Irak fue un desastre personal de George W. Bush, que
quiso vengarse de Sadam Husein
por intentar matar a su padre y además embarcó al estúpido de Tony
Blair”. Ese es su veredicto. Forsyth se agita cuando habla del ex primer
ministro británico, un político a quien nunca perdonará, dice, “por
haber mentido al Parlamento” (asegurando que existían pruebas sobre el
arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam) y al que responsabiliza
de la enorme desconfianza que hoy suscita la clase política en el Reino
Unido. Igual de contundente se muestra a la hora de calificar a Edward Snowden,
el ex analista de inteligencia que filtró miles de documentos sobre el
espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense: “Es un
traidor que reveló a Al Qaeda el secreto de los programas de defensa y
con ello nos hizo más vulnerables”.
El autor que consiguió el éxito ya con la publicación de su primera novela, Chacal, en 1971, sigue volcado más de una docena de libros después (Odessa, El puño de Dios, Cobra…)
en “la misma gama de personajes, de espías, mercenarios o terroristas…
Ese mundo sigue siendo hoy el mismo aunque cambien los actores, antes el
IRA o ETA y ahora el fundamentalismo islámico”. Desde los tiempos de
aquel asesino a sueldo que intentaba matar al presidente francés Charles
de Gaulle hasta la presente era cibernética, las herramientas que tiene
a mano un escritor se han sofisticado mucho, pero Forsyth prefiere
seguir ciñéndose a sus fuentes directas, a sus contactos en los
servicios de inteligencia o militares y a los expertos en diversos
campos, en lugar de recurrir a Internet para documentarse (“En muy
contadas ocasiones cotejo fechas en Google”, sostiene).
La precisión en los datos sigue siendo su gran obsesión, ya sea
cuando describe minuciosamente las operaciones de las agencias de
inteligencia o la sofisticada labor de uno de los protagonistas de La lista,
un joven genio de la informática que ayuda al Rastreador a interceptar
en la red al ciberpredicador islámico. La lista que tiene como principal
objetivo a ese instigador de terroristas es “necesaria” en el mundo de
hoy, opina Forsyth, quien no apoya la pena de muerte en la jurisdicción
civil aunque sí la ejecución de terroristas identificados: “¿Terrorismo?
En la guerra, hay que matar al enemigo. Legítima defensa”.
Obra seleccionada
Chacal(The day of the jackal, 1971).
Odessa (The Odessa file, 1972).
Los perros de la guerra (The dogs of war, 1974).
La alternativa del diablo (The devil’s alternative, 1979).
El cuarto protocolo (The fourth protocol, 1984).
El manipulador (The deceiver, 1991).
El puño de Dios (The fist of God, 1994).
El manifiesto negro (Icon, 1996).
Vengador (Avenger, 2003).
El afgano (The afghan, 2006).
Cobra (The Cobra, 2010).