Académico reconocido, el año pasado Antoine Compagnon se propuso leer como si fuera la primera vez Por el camino de Swann, que en 2013 cumplió cien años. Aquí, sus conclusiones
TRADICION. “Proust pertenece a una época en la que los escritores aún leían a los otros escritores y a la tradición clásica”, dice Compagnon./revista Ñ |
Al ingresar a la recepción del Collège de France con una mochila
colgando de su espalda, Antoine Compagnon no da la impresión de ser el
titular de la cátedra de literatura francesa contemporánea más
prestigiosa de Francia. Alto y de gestos minuciosos, dueño de un francés
preciso que articula con parsimonia, hace una seña desconcertante,
porque deja ver que está apurado y que es un hombre que no pierde el
tiempo. Pide que lo sigamos. La entrevista, con motivo del centenario de
la publicación de Por el camino de Swann, tendrá lugar en su oficina
al final de un pasillo cuyas paredes están decoradas con retratos de
ilustres profesores de la institución. Al entrar, Compagnon deja la
mochila en el piso y hace otra seña rápida para que nos sentemos
mientras se dirige a un extremo de su despacho para consultar su
computadora. De pronto, surge con una tableta electrónica entre sus
manos que por un momento roba toda la atención de sus dedos. Sin
levantar la vista deja escapar un “ Oui...” casi distraído que nos lleva unos segundos poder descifrar. Quiere decir que ya podemos empezar con las preguntas.
–Querríamos tomar como punto de partida su último seminario en el Collège de France, “Proust en 1913”, donde se propuso leer La Recherche en 2013 “como si fuera la primera vez”. Para usted, ¿cómo fue leída “Por el camino de Swann” en 1913?
–Lamentablemente no hay muchos testimonios de lectura. Sí hay muchos artículos periodísticos que permiten concluir que el libro fue bien recibido por la prensa. Entre estos artículos podríamos nombrar aquellos firmados por los amigos de Proust que trabajaban en diarios franceses y también otros aparecidos en la prensa extranjera. Por ejemplo hubo un artículo en el TLS de Londres y otro en un diario italiano del 2 de diciembre de 1913. En el mismo período, por otra parte, la novela tuvo buenas ventas y, en este sentido, la recepción fue buena. Sin embargo, todo esto nada dice del desconcierto que pudieron haber sentido los lectores al leer el texto por primera vez, ni de cómo, por momentos, pudieron haberse sentido perdidos al leerlo. Los artículos son más bien abstractos y no permiten deducir la manera en que fue leída la novela.
–Y si no es en la prensa, ¿dónde se pueden rastrear esas primeras lecturas de La Recherche?
–Hay algunos testimonios al margen de los artículos periodísticos. Por ejemplo, el de Gabriel Astruc, el primer director del teatro de Champs-Elysées, cuya revisión sirvió para corregir las erratas, porque el texto tenía y muchas. Existen también cartas de amigos que constituyen testimonios evidentemente más personales que los que podemos encontrar en la prensa. Está claro que cuando Proust reacciona ante la carta de Jacques Rivière (director de la Nouvelle Revue Française) en enero de 1914 diciendo “¡al fin un lector que me ha comprendido!”, uno no puede más que deducir que, a su modo de ver, todos los otros no lo habían hecho, que todos los demás lectores a excepción de Rivière no habían entendido que se trataba de un libro construido. También hay testimonios de los lectores de las editoriales, por ejemplo el de Jacques Madeleine, lector de Fasquelle, que la rechazó. Es un largo testimonio donde confiesa no haber entendido absolutamente nada de la novela. Dice que había leído muy atentamente todo Por el camino de Swann , que había hecho una reseña muy detallada, pero que no sabía hacia dónde iba ni a qué apuntaba. Luego está la reseña de Alfred Humblot, editor de Ollendorff, que es mucho más hostil, despreciativa e inclusive desdeñosa porque dice que no entendía cómo alguien podía demorarse treinta páginas en contar cómo un personaje da vueltas en la cama antes de dormirse. Además de testimonios como estos, que dan muestra de una cabal incomprensión del proyecto, hubo también malas lecturas como la de Jeanne Pouquet, amiga de la infancia de Proust. Pouquet felicita a Proust diciéndole que se había sensibilizado mucho con el relato de su primera comunión, a lo que él responde, de modo muy educado, que quizás estaba errado, pero no recordaba que hubiera ninguna primera comunión en “Por el camino de Swann”. Pouquet, sin duda, había confundido el episodio de la madeleine con una primera comunión porque en ambos casos aparece esa dimensión un poco sagrada, religiosa y, también, de decepción. En definitiva, hay testimonios de incomprensión, de malas lecturas, es decir, hay primeras lecturas rápidas, en diagonal, de gente que pasa las páginas..., pero también de lectores que fueron inmediatamente cautivados por la importancia de la novela.
–En Las cinco paradojas de la modernidad sostiene que 1913 fue un punto de inflexión de la modernidad, en el que se dio una segunda paradoja vinculada a una crisis de la estética de lo nuevo. ¿Cómo se inscribe Por el camino de Swann en esta crisis? ¿Cuál es la novedad de La Recherche?
–1913 es un año glorioso para las obras de vanguardia, lleno de grandes obras nuevas, modernas, es un año un poco mágico. También tenemos esta impresión porque inmediatamente después vino la guerra que produjo un cierre, una suerte de parálisis. Si ese año es muy impresionante es por el efecto que se produce al compararlo con lo que viene después. En ese contexto, la obra de Proust es ambigua, sin embargo hay otras que también lo son. Por ejemplo, El gran Meaulnes de Alain-Fournier es una novela complicada pero las obras importantes son con frecuencia así, en cierta manera ambiguas. En lo que concierne a Proust, su obra impresiona a los lectores no bien estos acceden a ella como algo diferente de todo lo que había sido leído hasta ese momento. Es otra cosa, algo totalmente distinto a la novela francesa naturalista, a la novela francesa psicológica, a la novela social francesa. Ahora bien, ¿qué es lo distinto? Ante todo, no sabemos adónde vamos cuando la abrimos, todo es bastante misterioso, estamos perdidos, extraviados como el narrador que está confundido entre las habitaciones y entre las noches. Esta sensación de extravío que sentimos desde el comienzo, corresponde más a la novela rusa o inclusive a la novela inglesa. La novedad es que Por el camino de Swann no se ajusta a la tradición de la literatura francesa.
–Esta inadecuación, en 1913, ¿cómo la interpreta en relación con la tradición de la vanguardia?
–Hay que decir que Proust no es un vanguardista y además ¿él se da cuenta del carácter radicalmente diferente de su obra? No es seguro. En 1913 él imagina que La Recherche podía aparecer como folletín en Le Figaro. Sí la percibe como una obra original, pero no es seguro que la viera como incompatible con los periódicos de la burguesía que son los que publicaban las novelas folletinescas. Por otra parte, la mayoría de la gente de su círculo de amigos no simpatiza con la ruptura. El medio en el que él se mueve no es el de Apollinaire, ni el de Cendrars, tampoco el de la Nouvelle Revue Française de la época. Proust es un burgués, es la “ rive droite ” como dijo Gide, no la “ rive gauche ”. Digamos que tiene una posición ambivalente respecto a la modernidad de 1913, porque al mismo tiempo va al ballet ruso y al teatro de Champs-Elysées.
–Al leer La Recherche notamos una percepción de lo real muy singular. ¿Existe algún tipo de relación entre esta percepción y las propuestas que el surrealismo llevaría adelante pocos años después?
–¿Entre Proust y el surrealismo? En realidad no hay mucha relación entre ellos excepto por el hecho de que fue Breton, cuando trabajaba para Gallimard después de la guerra, quien corrigió las pruebas de los libros de Proust. Esto sucedió después de la muerte del escritor. Pero no creo que haya mucha afinidad entre ellos, los surrealistas no se interesaron mucho por Proust como tampoco ningún escritor próximo al movimiento... Bueno, estoy exagerando. Me equivoco porque Philippe Soupault, quien escribió Les champs magnétiques con Breton, lo había conocido en Cabourg cuando era joven. Fue uno de sus primeros lectores. Existe al menos ese vínculo entre Proust y Soupault pero sólo mucho tiempo después éste hablará sobre él y lo alabará. Con todo, hay una gran ruptura que es la guerra de 1914. La primera experiencia de los surrealistas (me refiero a Breton, Aragon y Eluard) ocurre en la guerra. De hecho escribieron sus primeros poemas, que no necesariamente publicaron más tarde, en el frente. Su experiencia moderna es ésta, la de bombardeos y de ametralladoras. Después de la guerra entramos en otro mundo. Se trata de otra modernidad provocada por la guerra. Creo que hay una profunda ruptura de la que la obra de Proust sobrevive. Sin embargo, hay un pequeño momento de purgatorio para él, aquél de los años 20, del surrealismo y del compromiso del escritor.
–Esta ruptura que produce la guerra, ¿tiene alguna relación con lo que usted afirma en su libro Proust entre deux siècles, que Proust es un escritor estéticamente a mitad de camino entre el siglo XIX y el siglo XX?
–Sí, está a caballo entre dos estéticas, entre dos proyectos. En efecto, podemos decir que hay una tensión en La Recherche entre el proyecto inicial, que volveremos a encontrar en “El tiempo recobrado”, y todo lo que sucede entre los dos. La “novela de Albertine”, el ciclo de la guerra, todo eso empuja la novela a confrontarse con otra realidad, con otra modernidad.
–Con esta misma idea del “entre dos” pensábamos en otro escritor cuya estética pertenece al siglo XX pero que también se inscribe en el siglo XIX. ¿Qué relación podría establecerse entre Borges y Proust?
–Sí, sí, es verdad. Bueno, ni uno ni otro son autores vanguardistas, en ninguno de los dos hay una voluntad de ruptura. Incluso en ambos hay una relación esencial con la tradición, con el modo de conducirla hacia un lugar. Además, existe en ellos el deseo de transformar la literatura. Y esto es así, me gustaría enunciarlo de este modo, a pesar de ellos mismos. Esta es un poco la tesis que sostuve en mi libro Los antimodernos , es decir, los verdaderos modernos son modernos a pesar de ellos, son modernos con cierto sentido de la nostalgia y del pesar. No es gente que cree en el progreso en el arte. Proust no cree en ello y Borges tampoco. En cierto sentido son escritores aún románticos.
-¿Dónde encontramos hoy las marcas proustianas en la literatura actual o contemporánea?
–No creo que esté muy presente, no hubo una gran herencia. Proust es un poco el fin de un gran ciclo novelesco, la suma del ciclo novelesco. No, no creo que haya una herencia enorme…, bueno, todo el mundo leyó a Proust, todo el mundo está marcado por él pero eso no quiere decir que podamos reconocer una descendencia proustiana en la literatura. Y, en el caso de los libros que fueron calificados de “proustianos” después de él, no son textos que hayan perdurado. Los libros de los años 50 y 60, llamados “proustianos”, los hemos olvidado, no han sobrevivido.
–¿Pero realmente todo el mundo leyó a Proust?
–¡Espero que todos los escritores lo hayan leído!
–Porque en la Argentina decimos que todos los escritores leyeron a Borges y no siempre se da el caso...
–Bueno, sí, tiene razón al señalar esto porque actualmente sostengo que uno de los dramas de la literatura es que los escritores no leen más. En realidad exagero al afirmar que todo el mundo leyó a Proust porque no estoy seguro de que todos lo hayan hecho. Deberían haberlo leído. Pero es verdad lo que usted dice, Proust pertenece a una época en la que los escritores aún leían: leían a los otros escritores y a la tradición clásica. Pero hoy en día no tienen más tiempo para leer o para ellos ya no es más esencial hacerlo así que no es seguro que todos los escritores contemporáneos lo hayan leído. Se lo cita mucho, como señalan con el caso de Borges. Incluso en aquella época en la que estaba en una suerte de purgatorio los escritores citaban a Proust: Céline lo ataca y Sartre también. Se lo atacaba, lo que prueba que tenía una cierta importancia. Y hoy en día sí, los escritores citarán a Proust, a Flaubert, a Balzac, pero en una suerte de canon y no porque lo hayan leído…
–¿Y qué podría enseñar hoy Proust a un escritor o a un lector?
–Creo que nos dice muchas cosas. Habla de todos los temas que conciernen la vida humana y la muerte. En el curso que estaba dando en Columbia, hablaba de Albertine disparue y del duelo. Para mí no hay un libro más grande acerca del duelo que éste. El duelo es algo que todo el mundo conoce, que todo el mundo ha atravesado, o que muchos atravesarán, y Proust nos dice algo sobre ello. Nos vuelve sensibles a todos los detalles ínfimos de la vida, al discurso de los otros, sensibles a todo lo que pasa en una conversación, en un intercambio. Hay muchísimas cosas allí para un lector contemporáneo. Ya en la primera página de La Recherche , en esta experiencia del despertar en el medio de la noche, experiencia que a todos nos ha sucedido y en la que nos preguntamos dónde estamos, en qué cama, en qué ciudad, en qué país, en qué mundo. El está atento a todo esto, es una suerte de conciencia atenta a todo lo que sucede alrededor de él.
–Querríamos tomar como punto de partida su último seminario en el Collège de France, “Proust en 1913”, donde se propuso leer La Recherche en 2013 “como si fuera la primera vez”. Para usted, ¿cómo fue leída “Por el camino de Swann” en 1913?
–Lamentablemente no hay muchos testimonios de lectura. Sí hay muchos artículos periodísticos que permiten concluir que el libro fue bien recibido por la prensa. Entre estos artículos podríamos nombrar aquellos firmados por los amigos de Proust que trabajaban en diarios franceses y también otros aparecidos en la prensa extranjera. Por ejemplo hubo un artículo en el TLS de Londres y otro en un diario italiano del 2 de diciembre de 1913. En el mismo período, por otra parte, la novela tuvo buenas ventas y, en este sentido, la recepción fue buena. Sin embargo, todo esto nada dice del desconcierto que pudieron haber sentido los lectores al leer el texto por primera vez, ni de cómo, por momentos, pudieron haberse sentido perdidos al leerlo. Los artículos son más bien abstractos y no permiten deducir la manera en que fue leída la novela.
–Y si no es en la prensa, ¿dónde se pueden rastrear esas primeras lecturas de La Recherche?
–Hay algunos testimonios al margen de los artículos periodísticos. Por ejemplo, el de Gabriel Astruc, el primer director del teatro de Champs-Elysées, cuya revisión sirvió para corregir las erratas, porque el texto tenía y muchas. Existen también cartas de amigos que constituyen testimonios evidentemente más personales que los que podemos encontrar en la prensa. Está claro que cuando Proust reacciona ante la carta de Jacques Rivière (director de la Nouvelle Revue Française) en enero de 1914 diciendo “¡al fin un lector que me ha comprendido!”, uno no puede más que deducir que, a su modo de ver, todos los otros no lo habían hecho, que todos los demás lectores a excepción de Rivière no habían entendido que se trataba de un libro construido. También hay testimonios de los lectores de las editoriales, por ejemplo el de Jacques Madeleine, lector de Fasquelle, que la rechazó. Es un largo testimonio donde confiesa no haber entendido absolutamente nada de la novela. Dice que había leído muy atentamente todo Por el camino de Swann , que había hecho una reseña muy detallada, pero que no sabía hacia dónde iba ni a qué apuntaba. Luego está la reseña de Alfred Humblot, editor de Ollendorff, que es mucho más hostil, despreciativa e inclusive desdeñosa porque dice que no entendía cómo alguien podía demorarse treinta páginas en contar cómo un personaje da vueltas en la cama antes de dormirse. Además de testimonios como estos, que dan muestra de una cabal incomprensión del proyecto, hubo también malas lecturas como la de Jeanne Pouquet, amiga de la infancia de Proust. Pouquet felicita a Proust diciéndole que se había sensibilizado mucho con el relato de su primera comunión, a lo que él responde, de modo muy educado, que quizás estaba errado, pero no recordaba que hubiera ninguna primera comunión en “Por el camino de Swann”. Pouquet, sin duda, había confundido el episodio de la madeleine con una primera comunión porque en ambos casos aparece esa dimensión un poco sagrada, religiosa y, también, de decepción. En definitiva, hay testimonios de incomprensión, de malas lecturas, es decir, hay primeras lecturas rápidas, en diagonal, de gente que pasa las páginas..., pero también de lectores que fueron inmediatamente cautivados por la importancia de la novela.
–En Las cinco paradojas de la modernidad sostiene que 1913 fue un punto de inflexión de la modernidad, en el que se dio una segunda paradoja vinculada a una crisis de la estética de lo nuevo. ¿Cómo se inscribe Por el camino de Swann en esta crisis? ¿Cuál es la novedad de La Recherche?
–1913 es un año glorioso para las obras de vanguardia, lleno de grandes obras nuevas, modernas, es un año un poco mágico. También tenemos esta impresión porque inmediatamente después vino la guerra que produjo un cierre, una suerte de parálisis. Si ese año es muy impresionante es por el efecto que se produce al compararlo con lo que viene después. En ese contexto, la obra de Proust es ambigua, sin embargo hay otras que también lo son. Por ejemplo, El gran Meaulnes de Alain-Fournier es una novela complicada pero las obras importantes son con frecuencia así, en cierta manera ambiguas. En lo que concierne a Proust, su obra impresiona a los lectores no bien estos acceden a ella como algo diferente de todo lo que había sido leído hasta ese momento. Es otra cosa, algo totalmente distinto a la novela francesa naturalista, a la novela francesa psicológica, a la novela social francesa. Ahora bien, ¿qué es lo distinto? Ante todo, no sabemos adónde vamos cuando la abrimos, todo es bastante misterioso, estamos perdidos, extraviados como el narrador que está confundido entre las habitaciones y entre las noches. Esta sensación de extravío que sentimos desde el comienzo, corresponde más a la novela rusa o inclusive a la novela inglesa. La novedad es que Por el camino de Swann no se ajusta a la tradición de la literatura francesa.
–Esta inadecuación, en 1913, ¿cómo la interpreta en relación con la tradición de la vanguardia?
–Hay que decir que Proust no es un vanguardista y además ¿él se da cuenta del carácter radicalmente diferente de su obra? No es seguro. En 1913 él imagina que La Recherche podía aparecer como folletín en Le Figaro. Sí la percibe como una obra original, pero no es seguro que la viera como incompatible con los periódicos de la burguesía que son los que publicaban las novelas folletinescas. Por otra parte, la mayoría de la gente de su círculo de amigos no simpatiza con la ruptura. El medio en el que él se mueve no es el de Apollinaire, ni el de Cendrars, tampoco el de la Nouvelle Revue Française de la época. Proust es un burgués, es la “ rive droite ” como dijo Gide, no la “ rive gauche ”. Digamos que tiene una posición ambivalente respecto a la modernidad de 1913, porque al mismo tiempo va al ballet ruso y al teatro de Champs-Elysées.
–Al leer La Recherche notamos una percepción de lo real muy singular. ¿Existe algún tipo de relación entre esta percepción y las propuestas que el surrealismo llevaría adelante pocos años después?
–¿Entre Proust y el surrealismo? En realidad no hay mucha relación entre ellos excepto por el hecho de que fue Breton, cuando trabajaba para Gallimard después de la guerra, quien corrigió las pruebas de los libros de Proust. Esto sucedió después de la muerte del escritor. Pero no creo que haya mucha afinidad entre ellos, los surrealistas no se interesaron mucho por Proust como tampoco ningún escritor próximo al movimiento... Bueno, estoy exagerando. Me equivoco porque Philippe Soupault, quien escribió Les champs magnétiques con Breton, lo había conocido en Cabourg cuando era joven. Fue uno de sus primeros lectores. Existe al menos ese vínculo entre Proust y Soupault pero sólo mucho tiempo después éste hablará sobre él y lo alabará. Con todo, hay una gran ruptura que es la guerra de 1914. La primera experiencia de los surrealistas (me refiero a Breton, Aragon y Eluard) ocurre en la guerra. De hecho escribieron sus primeros poemas, que no necesariamente publicaron más tarde, en el frente. Su experiencia moderna es ésta, la de bombardeos y de ametralladoras. Después de la guerra entramos en otro mundo. Se trata de otra modernidad provocada por la guerra. Creo que hay una profunda ruptura de la que la obra de Proust sobrevive. Sin embargo, hay un pequeño momento de purgatorio para él, aquél de los años 20, del surrealismo y del compromiso del escritor.
–Esta ruptura que produce la guerra, ¿tiene alguna relación con lo que usted afirma en su libro Proust entre deux siècles, que Proust es un escritor estéticamente a mitad de camino entre el siglo XIX y el siglo XX?
–Sí, está a caballo entre dos estéticas, entre dos proyectos. En efecto, podemos decir que hay una tensión en La Recherche entre el proyecto inicial, que volveremos a encontrar en “El tiempo recobrado”, y todo lo que sucede entre los dos. La “novela de Albertine”, el ciclo de la guerra, todo eso empuja la novela a confrontarse con otra realidad, con otra modernidad.
–Con esta misma idea del “entre dos” pensábamos en otro escritor cuya estética pertenece al siglo XX pero que también se inscribe en el siglo XIX. ¿Qué relación podría establecerse entre Borges y Proust?
–Sí, sí, es verdad. Bueno, ni uno ni otro son autores vanguardistas, en ninguno de los dos hay una voluntad de ruptura. Incluso en ambos hay una relación esencial con la tradición, con el modo de conducirla hacia un lugar. Además, existe en ellos el deseo de transformar la literatura. Y esto es así, me gustaría enunciarlo de este modo, a pesar de ellos mismos. Esta es un poco la tesis que sostuve en mi libro Los antimodernos , es decir, los verdaderos modernos son modernos a pesar de ellos, son modernos con cierto sentido de la nostalgia y del pesar. No es gente que cree en el progreso en el arte. Proust no cree en ello y Borges tampoco. En cierto sentido son escritores aún románticos.
-¿Dónde encontramos hoy las marcas proustianas en la literatura actual o contemporánea?
–No creo que esté muy presente, no hubo una gran herencia. Proust es un poco el fin de un gran ciclo novelesco, la suma del ciclo novelesco. No, no creo que haya una herencia enorme…, bueno, todo el mundo leyó a Proust, todo el mundo está marcado por él pero eso no quiere decir que podamos reconocer una descendencia proustiana en la literatura. Y, en el caso de los libros que fueron calificados de “proustianos” después de él, no son textos que hayan perdurado. Los libros de los años 50 y 60, llamados “proustianos”, los hemos olvidado, no han sobrevivido.
–¿Pero realmente todo el mundo leyó a Proust?
–¡Espero que todos los escritores lo hayan leído!
–Porque en la Argentina decimos que todos los escritores leyeron a Borges y no siempre se da el caso...
–Bueno, sí, tiene razón al señalar esto porque actualmente sostengo que uno de los dramas de la literatura es que los escritores no leen más. En realidad exagero al afirmar que todo el mundo leyó a Proust porque no estoy seguro de que todos lo hayan hecho. Deberían haberlo leído. Pero es verdad lo que usted dice, Proust pertenece a una época en la que los escritores aún leían: leían a los otros escritores y a la tradición clásica. Pero hoy en día no tienen más tiempo para leer o para ellos ya no es más esencial hacerlo así que no es seguro que todos los escritores contemporáneos lo hayan leído. Se lo cita mucho, como señalan con el caso de Borges. Incluso en aquella época en la que estaba en una suerte de purgatorio los escritores citaban a Proust: Céline lo ataca y Sartre también. Se lo atacaba, lo que prueba que tenía una cierta importancia. Y hoy en día sí, los escritores citarán a Proust, a Flaubert, a Balzac, pero en una suerte de canon y no porque lo hayan leído…
–¿Y qué podría enseñar hoy Proust a un escritor o a un lector?
–Creo que nos dice muchas cosas. Habla de todos los temas que conciernen la vida humana y la muerte. En el curso que estaba dando en Columbia, hablaba de Albertine disparue y del duelo. Para mí no hay un libro más grande acerca del duelo que éste. El duelo es algo que todo el mundo conoce, que todo el mundo ha atravesado, o que muchos atravesarán, y Proust nos dice algo sobre ello. Nos vuelve sensibles a todos los detalles ínfimos de la vida, al discurso de los otros, sensibles a todo lo que pasa en una conversación, en un intercambio. Hay muchísimas cosas allí para un lector contemporáneo. Ya en la primera página de La Recherche , en esta experiencia del despertar en el medio de la noche, experiencia que a todos nos ha sucedido y en la que nos preguntamos dónde estamos, en qué cama, en qué ciudad, en qué país, en qué mundo. El está atento a todo esto, es una suerte de conciencia atenta a todo lo que sucede alrededor de él.