Un 12 de febrero de hace 25 años moría en Austria el escritor y dramaturgo, uno de los grandes de la novela europea
Thomas Bernhard, autor austriaco./elcultural.es |
Los
dramas, las novelas, los cuentos, e incluso la poesía juvenil, de Thomas
Bernhard (1931-1989), poseen una misma característica. Sus
personajes y vivencias producen una enorme destemplanza en el lector y, a
la vez, un reconocimiento de la fuerte humanidad que manifiestan.
Quizás su lectura choca sobre todo por esa continua crítica a su país,
Austria, a la clase política y al conformismo de la sociedad vienesa.
Además, su rico lenguaje, lleno de matices, y, por cierto,
espléndidamente traducido el español, corta la vida de sus personajes
con un filo que permite entrever sus entrañas.
Explicar que Bernhard es uno de los grandes de la novela europea de los
últimos cincuenta años dice mucho, pero explica poco. Corremos el
peligro de suponerlo un escritor modernista. Por el contrario, hay
que pensarlo junto a escritores como Franz Kafka, de esos artistas en
que la biografía y la fisiología, el propio cuerpo, marcan su
trayectoria literaria. La sombra que arrojó sobre su existencia
el hecho de que su madre Herta, madre soltera, fuera a Heerlen, un
pueblo holandés, a dar a luz, y que luego, educado bajo la tutela de sus
abuelos, pasara tiempo en instituciones sociales y colegios donde el
cuerpo y el alma de los niños jamás salen sin profundas cicatrices. Las
dejadas en su cuerpo se revelaron en unos pulmones débiles y las de la
conciencia en su descontento y rechazo de las convenciones.
La música producida por el estilo de Bernhard consiguió la genialidad de convertir el sentimiento en un compromiso social,
a diferencia de la escrita por los compositores de valses dulzones, que
únicamente suscitan sentimientos comunes exentos de compromiso.
Bernhard murió en Austria el 12 de febrero de 1989, dejando tras de sí una obra considerable que incluye 19 novelas, 17 obras teatrales y otros tantos libros breves o autobiográficos. En su calidad de testigo de la historia reciente y de su país, su saga autobiográfica (El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño) aproxima a la realidad del ser humano doliente y hermético que analiza sin piedad el mundo que le ha tocado vivir.
De su obra narrativa cabe destacar Helada (1964); Trastorno
(1967), donde un médico y su hijo visitan a los enfermos de los pueblos
de un valle descubriendo en sus enfermedades no sólo las físicas, sino
también las morales y sociales; La calera
(1970), en la que un marido obsesionado por el estudio del oído humano
asesina a su esposa paralítica, con la que vive aislado en un caserón
perdido; Corrección (1975) probablemente la más
celebrada, que indaga sobre los motivos del suicidio de un arquitecto
atacado por un incurable perfeccionismo y autor de una estructura en forma de cono aislada en la mitad de un bosque; El malogrado
(1983), centrada en el fracaso de un estudiante de piano en contacto
con un genio, todo un estudio sobre las limitaciones humanas, y Maestros antiguos (1985).
Perteneciente al llamado Teatro de la Nueva Subjetividad (caracterizado por sus irónicos monólogos), sus textos dramáticos más conocidos son El ignorante y el demente (1972), La partida de caza (1974), La fuerza de la costumbre (1974) y El reformador del mundo (1979). En todas explora el tema del absurdo en la vida y los sentimientos humanos.