El guitarrista flamenco ha fallecido en Cancún ,México, donde se ha sentido súbitamente indispuesto. El Ayuntamiento de Algeciras prepara los trámites para su posible repatriación
Paco de Lucía en un concierto en el Teatro Real de Madrid en 2010. / Miguel Gener./elpais.com |
Enmudeció el pellizco genial de la guitarra de Paco de Lucía.
El intérprete flamenco ha muerto en México a los 66 años, según
confirman fuentes de su entorno y del Ayuntamiento de Algeciras (Cádiz),
su ciudad natal y a cuyo perfil portuario estará para siempre asociado
su inimitable sonido con las seis cuerdas. De Lucía se encontraba
jugando con sus nietos en una playa en Tulum, donde poseía una casa,
cuando se ha sentido súbitamente indispuesto, según un amigo íntimo del
músico, Victoriano Mera.
El artista ha muerto de camino al hospital. Las primeras conjeturas apuntan a que el guitarrista, galardonado con el Príncipe de Asturias de las Artes en 2004,
guía del arte jondo por nuevos e inexplorados caminos al frente de su
sexteto de trazas jazzísticas y eternamente recordado por su asociación
en el olimpo del flamenco con Camarón durante los 60 y 70, ha fallecido a
causa de un infarto.
El músico vivía desde hace años en Palma de Mallorca, tras su paso
por lugares como la Península del Yucatán o Toledo, donde se dejaba ver
(poco), con una mezcla irresistible de bonhomía y reclusión. En los
últimos tiempos fijó su residencia en Cuba. Los que lo trataron en
Mallorca lo recuerdan con una cierta alergia hacia la guitarra, que dejó
de tocar durante un tiempo, con ganas de compartir ratos con gentes
sencillas, alejado de los cenáculos artísticos e intelectuales y
dedicado a sus dos hijos de corta edad.
Era la forma en la que Francisco Sánchez Gómez, tal era su nombre
real, huía de su propia leyenda. Un mito que también obtuvo sus
recompensas comerciales; en 1973, su celebérrima rumba Entre dos aguas
lo aupó a lo más alto de las listas de éxitos con la conjura propia de
las casualidades. La composición fue la última en entrar en el
repertorio de aquel disco que acabaría invadiendo centenares de miles de
hogares aquellos años en los que España se sacudía el polvo negro de la
dictadura.
Ya solo su asociación con Camarón de la Isla,
la entente de dos amigos de infancia curtidos en los tablaos que en
aquellos setenta andaba dando sus últimas bocanadas, le habría servido
para ingresar en las enciclopedias de la música popular. Pero habría
mucho más. Sus primeros escarceos con el jazz, por los que fue acusado
de bastardización del arte jondo, datan de finales de la década
anterior, cuando colaboró, aunque sin figurar, en los discos de jazz
flamenco del saxofonista navarro Pedro Iturralde. A mediados de los 70,
fue dando forma a una banda irrepetible, nutrida del talento de sus
hermanos, Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras, y los jóvenes Jorge Pardo,
Carles Benavent y Rubem Dantas, con el que se introdujo el cajón
peruano en la ecuación flamenca. La cristalización de la leyenda de
aquella banda única se dio a principios de los 80, con los discos Solo quiero caminar (1981) y Live... One summer night (1984).
De los ochenta data también su asociación con dos titanes de la
improvisación a las seis cuerdas: Al di Meola y John McLaughlin. Juntos
giraron por todo el mundo asombrando a auditorios de todas las clases y
tamaños con su contagioso virtuosismo.
Además de cruzar flamenco con jazz, De Lucía hizo lo propio con el blues, la música hindú, la salsa, la bossa nova
o la música árabe. También contribuyó a difuminar las frontera entre la
música culta y la popular con históricos registros en el Teatro Real.
Doctor honoris causa por la Universidad de Cádiz y el Berklee College of Music, el jurado de los Premios Príncipe de Asturias
le reconoció su "honradez interpretativa" y su capacidad de trascender
"fronteras y estilos" que le convirtieron en "un músico de dimensión
universal". "Todo cuanto puede expresarse con las seis cuerdas de la
guitarra está en sus manos", destacó el fallo.
El Ayuntamiento de Algeciras, que ha decretado tres días de luto
oficial, está haciendo las gestiones, en contacto con la familia, para
facilitar la posible repatriación del cadáver.