Escritor prolífico y directo, de imágenes duras y contundentes, pero dotado para una belleza estética a veces empañada de tristeza, es un huracán contumaz cuando la conversación tiende a la política y enarbola su dilatada militancia pacifista
Amos Oz dice que la solución de los dos estados llegará, simplemente porque no hay alternativa./lainformacion.com |
Vivaz, dicharachero y asido al plácido sosiego vital que concede la
edad provecta, Amos Oz (Jerusalén 1938) es sobre todo un hombre
sencillo. En sus gestos, en sus palabras, e incluso en su atuendo aunque
le vayan a imponer una pomposa condecoración.
"Es
difícil ser profeta pese a proceder de la tierra de los profetas. Pero
creo que pronto o tarde la solución de los dos estados será una
realidad, simplemente porque no existe alternativa", afirma con una
sonrisa.
"Creo que (el secretario de estado estadounidense, John)
Kerry está haciendo un trabajo maravilloso, que está involucrado y
convencido al máximo, y es valiente en lo que hace", agrega en medio del
estruendo de los invitados en la embajada de España
en Tel Aviv, donde el embajador, Fernando Carderera, le ha impuesto
poco antes la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, concedida por su
contribución a la literatura y al diálogo.
Y
la ha recibido con su peculiar humor, encantado con la banda y la
medalla "que me voy a poner toda la vida -dice- incluso para dormir",
aunque de haberlo sabido, confiesa después, habría traído chaqueta para
lucirla.
Hijo de emigrados rusos -algunos de la extrema derecha
sionista- llegados a Jerusalén en la década de los treinta, Oz emprendió
su peculiar itinerario literario y humano a la compleja edad de quince
años.
Sostenido en los libros de Franz Kafka,
quizá su influencia intelectual más profunda, abandonó la casa paterna y
se estableció en el kibutz de Hulda, una de aquellas colonias de
inspiración socialista que los pioneros judíos levantaron en la antigua
Palestina.
Trece años después, la guerra de los Seis Días -que
concluyó con la actual ocupación de Palestina- supuso un impacto
emocional que no solo ha marcado su narrativa, sino que también gestó un
compromiso pacifista en un tiempo y en una tierra donde el belicismo es
motor y excusa iterada.
Cofundador del movimiento "Paz Ahora",
crucial en la inconclusa transformación ideológica de la izquierda
israelí, Oz entiende el conflicto como "un choque trágico entre dos
derechos, entre dos antiguas víctimas de Europa".
Víctimas,
los palestinos, "del imperialismo europeo, del colonialismo", víctimas
los judíos "de la persecución europea, de la discriminación, los
pogromos, y al final, de una matanza nunca vista".
En definitiva,
dos pueblos que en su opinión "no tienen dónde ir" y que se aferran a
una tierra que les pertenece por historia, pero que jamás han sabido
compartir, y muchos dudan que algún día sean capaces de hacerlo.
"Reitero
que soy optimista, creo que Kerry tiene una oportunidad para el éxito y
espero que así sea", responde cuando se le recuerdan los gruesos
agujeros que aún se atisban en el enésimo intento de diálogo.
Y
recuerda una analogía que estableció hace ya unos años: que la ansiada
paz no debe imaginarse como una luna de miel, sino "como un divorcio
justo, similar al de checos y eslovacos".
Fiel a esta cerrada
defensa del consenso -aunque duela-, critica la campaña Boicot
Desinversión y Sanciones (BDS), que toma prestada su estrategia del
movimiento que socavó el régimen del Apartheid en Sudáfrica.
"No creo en los boicot porque hacen a las personas más radicales, no más flexibles", afirma.
"Personalmente, no compro ningún producto que provenga de los
asentamientos en Cisjordania porque estoy en contra de las colonias
desde el principio, desde 1967", agrega.
"Pero creo que el boicot a Israel en su conjunto es un error porque lo
único que hace es que los israelíes sean más radicales, no más
flexibles", concluye.
Su
permanente sonrisa, colgada de una mirada risueña, se contrae cuando en
el escenario de sus recuerdos y sus sueños se cuela la pesadilla de
Siria, "una tragedia colosal, en el que estamos viendo la rudeza y el
salvajismo del régimen y de algunos de los rebeldes", y que cree encarna
el fracaso del actual sistema internacional.
"Es un drama para Siria, un drama para la región y un drama para el mundo,
porque este no ha sido capaz de pararlo, no ha tenido la fuerza, el
coraje y la determinación para intervenir y ponerle fin", recalca.
Con
el tiempo consumido, la última pregunta versa sobre su obra pasada
-argumenta que la literatura universal reside en las historias locales- y
venidera.
"Nunca hablo acerca de mi embarazo, los rayos x no son
buenos para el niño. La semana que viene se publica aquí en Israel un
libro escrito a medias con mi hija, un ensayo acerca del judaísmo
secular", afirma.
"Es un libro del judaísmo como civilización y no como religión", que muy pronto, dice, también se podrá disfrutar en español.