Creada por los escritores Rodrigo Hasbún, boliviano; y Rodrigo Fuentes, guatemalteco, la iniciativa busca poner en circulación los textos más diversos de la región. Trucho, la primera antología digital de este sitio, ya se puede conseguir en línea
Hasbún busca atraer el interés de escritores, críticos, lectores, traductores y estudiantes.
/Bernardino Avila./pagina12.com.ar
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El viento
siempre arrima murmullos, balbuceos inteligibles que amplifican las
resonancias de un paisaje móvil, un horizonte que ensaya mutaciones en
el territorio de la lengua. Traviesa, un nuevo sitio digital para la
literatura hispanoamericana, creado por los escritores Rodrigo Hasbún
(Bolivia) y Rodrigo Fuentes (Guatemala) –una red alternativa que pone en
circulación la literatura en español–, comienza bajo el aleteo de
excelentes augurios. Todo inicio se debe a un nombre. Toda intervención
se concibe para romper el cristal o la lápida de palabras que parecen
más muertas que vivas. Los adjetivos –se sabe– se consumen rápido,
agonizan antes que los sustantivos. El nombre viene del latín
transversus, según la Real Academia Española. Es usado para definir una
entidad “bulliciosa, revoltosa e inquieta” o a quien vive distraída en
vicios, “especialmente el de la sensualidad”. Pero el adjetivo puede
remitir un sentido inesperado que postulan los creadores: “proyecto que
explora los lugares afectivos, geográficos y mentales, desde donde se
escribe la literatura en español”. Esta propuesta busca imantar el
interés de escritores, de aspirantes a escritores, de críticos, de
lectores, de traductores, de lectores y de estudiantes. Y también atraer
al resto de los mortales, distraídos en general que, como diría Octavio
Paz, saben que “distracción quiere decir atracción por el reverso de
este mundo”.
Traviesa seduce –y explora– con cinco secciones fijas bilingües,
traducidas al inglés, que se actualizarán regularmente: “Entrevista” –a
Horacio Castellanos Moya, realizada vía Skype, en la que comparte su
infancia, su adolescencia y sus “años de escritor cachorro”–; “Un día en
la vida” –con textos de Natalia Moret (La Plata), Inés Bortagaray
(Montevideo) y Juan Sebastián Cárdenas (Madrid)–; “Lugar” –un relato de
Mercedes Cibrián sobre el museo Victoria and Albert en Londres–;
“Hallazgos” –una reflexión de Ricardo Silva Romero sobre la serie
Girls–; “Intercambios” -–Edmundo Paz Soldán y Mario Bellatin–, y
“Antología”. Trucho, la primera antología digital de esta red
alternativa, curada por el cordobés Federico Falco –con cuentos de
Hernán Vanoli (Argentina), Diego Zúñiga (Chile), Federico Gusmán Rubio
(México) y Javier González (Colombia)–, se podrá comprar en línea a
partir de hoy, a menos de cuatro dólares, a través de Amazon y Barnes
& Noble. “Lo trucho es presente e ilegalidad: un solapamiento
fértil, pero también arriesgado –plantea Falco en el prólogo de esta
antología–. Lo que lo trucho pone en jaque es la idea de que una persona
puede ser el propietario de un objeto o una obra en tanto su creador,
su autor. Trae a la superficie preguntas incómodas, porque nos atañen
personalmente: ¿cómo se define un creador? ¿Qué creador es totalmente
original? ¿Cómo se relaciona un creador con la obra de sus antecesores y
sus congéneres? ¿En qué punto se pasa a un plagio, una cita, un robo,
un homenaje una apropiación?”. El 80 por ciento de los ingresos
generados por esta antología y las que se lancen en un futuro cercano se
redistribuirá entre autores, curadores y traductores; “un porcentaje
muy superior al 25 por ciento estipulado por la mayoría de las
editoriales en Hispanoamérica y el mundo”, comparan los creadores.
Hasbún cuenta a Página/12 que el proyecto empezó “un poco
casualmente”, en charlas de sobremesa o de pasillo. “Al principio la
idea era armar antologías digitales, cuyos ingresos se redistribuirían
entre quienes participaran de ellas. Luego se nos ocurrió que sería aún
más interesante si esas antologías las curaban escritores invitados y,
ya que estábamos, que sería buenísimo traducirlas al inglés para
acercarlas a lectores de otros ámbitos. Entonces empezamos a
preguntarnos si no valía la pena acompañar las antologías con un sitio
que se renovara regularmente y donde pudiéramos explorar más a fondo
algunos asuntos que nos intrigan. De a poco fuimos llegando a lo que
Traviesa es ahora –explica el autor de Los días más felices–. Por detrás
de todo eso, impulsaban el proyecto algunas intuiciones y sospechas que
compartimos el tocayo [Rodrigo Fuentes] y yo. Que hay distancias que
cada vez tienen menos sentido, digamos, y que las nuevas tecnologías
ofrecen posibilidades de hacer mucho con muy poco. Que hay verdaderas
ganas de leer lo escrito en nuestro idioma, en los países que lo
comparten y también en los que no. Que, al menos en las ediciones
digitales, los escritores merecen un sistema de regalías más generoso.”
Cada escritor selecciona y presenta textos de otros. La propuesta
rescata la noción de “curador”, aquel que maneja las colecciones y crea
nuevos sentidos o itinerarios no previstos. “Hay un poco de juego en
todo eso, casi como invitar a los músicos a dejar de lado sus
instrumentos por un rato y a hacer de dj, a que compartan con nosotros
alguna de la música que más los conmueve”, admite el dúo integrado por
los dos Rodrigos, Hasbún y Fuentes.
Traviesa cosecha ese tipo de belleza indómita que emerge en el acto
de compartir. Resulta imperdible, en “Intercambio”, una selección de los
mensajes que se enviaron entre octubre y noviembre del año pasado, vía
Facebook, Mario Bellatin y Edmundo Paz Soldán. “Nuestra relación con las
drogas va a variar hasta el punto de no existir. Al dejar de llamar
drogas a las drogas dejarán de estar presentes de la manera como lo
están actualmente –escribe Bellatin–. En los Diez Mandamientos no hay
nada relacionado con ellas. Quizá por eso muchos de los dealers realizan
su trabajo en sus casas, delante de sus familias. Allí no está el
crimen de ninguna manera... Aparte, me parecen las drogas aburridas a
pesar de estar prohibidas, imagínate si además se les quitara esa aura,
sería, estoy seguro, la manera más efectiva para que la gente deje de
consumirlas. Lo que sucede –y es desesperante– es que no te llevan a
ningún lugar. No son un espacio de construcción. Caen siempre dentro de
su misma no continuación, y yo ya he desechado de mi vida todo aquello
que no sirva para construir algo. Casi todo debe contar algo que esté
más allá de lo que está contando, y las drogas suelen ser lo que son. Ni
más ni menos.” La correspondencia completa se lee en
www.mastraviesa.com, en Facebook (www.facebook.com/proyectotraviesa) y
en Twitter (www.twitter.com/mástraviesa). Por estas carreteras
digitales también se pueden seguir las actualizaciones de las secciones,
que pronto contarán con los aportes de Yuri Herrera (México), Selva
Almada (Argentina), Alejandra Costamagna (Chile) y Andrés Barba
(España), entre otros escritores.
“Queremos que los escritores compartan con nosotros sus rutinas, sus
días prescindibles, sus horas muertas, y también la memoria de sus
infancias, algunos hallazgos inesperados, los lugares que les son más
gratos o perturbadores –dice Hasbún–. Queremos que a partir de esas
experiencias se arme en el sitio una especie de coro desordenado –lleno
de voces que convergen y divergen al mismo tiempo, solitarias en un
espacio común–, donde se revele un poco lo que hay antes y después de la
escritura, lo que hay antes y después de algunas de la ficciones que se
está escribiendo en nuestro idioma.”