Hace poco escuché una frase que muchos habrán oído o dicho últimamente: "Este modelo (político) ya está agotado. Hay que sustituirlo"
Un millar de personas convocadas por el movimiento Democracia real ya protestan en la plaza de Catalunya de Barcelona en mayo de 2011. /Marcel·lí Sàenz./elpais.com |
No inmediatamente, pero pronto me vino a
la mente un nombre, Thomas Samuel Kuhn (1922-1996), y su célebre libro, La estructura de las revoluciones científicas
(Fondo de Cultura Económica), de cuya publicación (1962) se cumplió el
año pasado medio siglo, motivo por el que se ha publicado una nueva
edición, “del cincuentenario”, con un buen ensayo introductorio de Ian
Hacking. Lo que en este muy influyente libro Kuhn defendió es que el
desarrollo científico se basa en la sustitución de un “paradigma” por
otro, y que ambos son inconmensurables entre sí.
Se
han escrito centenares de páginas acerca del concepto de paradigma,
pero ahora basta con decir, siguiendo al propio Kuhn, que este consiste
en “una realización científica pasada que alguna comunidad científica
particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su
práctica posterior”. Realizaciones prácticas de ese tipo pueden ser, por
ejemplo, la astronomía (geocéntrica) aristotélico-ptolemaica y la
(heliocéntrica) copernicana, la física de Newton, la química de
Lavoisier, la geología de Lyell, el evolucionismo de Darwin, la física
cuántica o la biología molecular à la Watson y Crick. Frente al
célebre concepto popperiano de “refutación”, los paradigmas no se
refutan, mueren de manera más o menos lenta, hasta desaparecer cuando
van proliferando las anomalías que el núcleo central del paradigma
dominante ya no puede explicar. En ese clima de crisis, termina
surgiendo un nuevo paradigma que se impone al anterior. Si cuando
hablamos de Karl Popper, una de las palabras que nos viene a la cabeza
es “logicismo”, con Kuhn el término más inmediato es “sociologismo”: son
consideraciones sociológicas, el desencanto, la pérdida de confianza en
un paradigma, en una visión del mundo, la que lleva a abandonarlo.
No sorprendentemente, en La estructura, Kuhn, formado como físico y
con un doctorado bajo la dirección de John van Vleck, premio Nobel de
Física en 1977, ejemplificó su discurso en primer lugar en la física, y
luego en los grandes nombres de otras ciencias (Lavoisier, Lyell,
Darwin), siendo la tecnología y las matemáticas las grandes ausentes de
sus consideraciones. Y también, por supuesto, las disciplinas “no
científicas”. Sin embargo, como suele suceder, el paso del tiempo cambió
algo, si no mucho, la situación, las ideas. Comenzando por el propio
Kuhn. Recuerdo, en este sentido, que cuando en diciembre de 1978 Kuhn
presentó —fue la única vez que asistí a una conferencia suya— en la New
York Academy of Sciences su entonces nuevo libro, The Quantum
Discontinuity, lo primero que dijo fue: “Soy Tom Kuhn y, como podrán comprobar, en mi libro no aparece ni una sola vez la palabra paradigma”. A pesar de su indudable atractivo, el modelo del crecimiento científico descrito en La estructura
apenas aparece en las reconstrucciones más minuciosas que han producido
los historiadores de la ciencia en las últimas décadas. Parece, además,
que paradigmas diferentes no son inconmensurables, que pueden convivir,
entablando en ocasiones diálogos fructíferos, como en esencia defendió
el sucesor de Popper en la London School of Economics, Imre Lakatos, con
sus “programas de investigación científica”.
En
este punto, podría mencionar ejemplos procedentes de la ciencia (Newton
versus Descartes, acciones a distancia frente a campos), pero mejor,
para mostrar que la noción de paradigma ha traspasado fronteras
disciplinares, referirme a una discusión que tiene relevancia actual, la
del enfrentamiento entre los modelos económicos de John Maynard Keynes y
Friedrich Hayek, un enfrentamiento, pero también un diálogo, que se
recoge en un libro magnífico de Nicholas Wapshott, Keynes-Hayek. The clash that defined modern Economics. De la importancia de ese debate da idea lo que Tony Judt manifestó en Pensar el siglo XX (Taurus, 2012): “Los
tres cuartos de siglo que siguieron al colapso de Austria de la década
de 1930 pueden considerarse como un duelo entre Keynes y Hayek.
Keynes comienza con la observación de que bajo unas condiciones
económicas de incertidumbre sería imprudente suponer unos resultados
estables, y por tanto sería mejor diseñar formas de intervenir a fin de
conseguirlos. Hayek, que escribe conscientemente en contra de Keynes y
desde la experiencia austriaca, argumenta en su Camino de servidumbre
(1945) que la intervención —la planificación, por benevolente o
bienintencionada que sea independientemente del contexto político—
termina mal”.
Y en este punto vuelvo al comienzo.
Si el presente “modelo” político —el europeo, se supone— debe ser
sustituido, tendremos que disponer de otro, de otro paradigma, porque
los saltos al vacío son más que peligrosos, son imprevisibles.
Independientemente de sus limitaciones, el modelo kuhniano puede tener
alguna relevancia en el mundo de la política actual. Léase si no lo que
escribió hace poco Juan Luis Cebrián ("Los retos de la globalización", Claves de la razón práctica,
abril de 2012): “Conviene insistir en que no nos encontramos solo ante
una crisis, sino ante un cambio estructural, un nuevo paradigma cuyo
fundamento es la pérdida de influencia y de prestigio de Occidente”. El periodo de “ciencia normal”, el desarrollo del modelo europeo en el que crecimos se está agotando, o se ha agotado ya.
Son múltiples las “anomalías” del sistema, que se manifiestan de formas
diferentes, desde “los indignados” hasta las “preferentes”, pasando por
los desahucios o la privatización de servicios públicos. El problema
para Europa es encontrar un nuevo paradigma, que conjugue los pilares
ilustrados sobre los que se edificó con un mundo radicalmente diferente
de aquel en el que prosperó.
La estructura de las revoluciones científicas. Thomas S. Kuhn. Fondo de Cultura Económica.
Keynes-Hayek.The clash that defined modern Economics. Nicholas Wapshott. W. W. Norton. Nueva York, 2011.
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON es miembro de la Real Academia Española y catedrático de Historia de la Ciencia
en la Universidad Autónoma de Madrid.