El Nobel de literatura sudafricano protagoniza el arranque de la Feria del Libro de Buenos Aires. Es una de las cinco más visitadas del mundo según su directora, Gabriela Adamo
El sudafricano J.M. Coetzee firma libros a sus seguidores en la Feria del Libro de Buenos Aires. /Ricardo Ceppi./elpais.com |
"No existe el progreso cuando se trata de la censura. Llevamos el
impulso censor en lo más profundo de nosotros. Cuanto más cambian las
cosas, más iguales permanecen". Tan parco que no suele conceder
entrevistas, el Nobel sudafricano J. M. Coetzee habló ayer detenidamente
en la jornada de apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires, la
mayor de América Latina, según su directora, Gabriela Adamo.
El autor de En medio de ninguna parte, Esperando a los bárbaros y Vida y época de Michael K.
hizo un discurso sobre la censura y contó cómo esos libros de las
décadas del 70 y 80 esquivaron el control que ejercía el régimen del
apartheid en su país. "No hace falta prohibirlo porque sólo será leído
por gente de profesión literaria. Su obra carece de atractivo popular.
Es sólo para lectores sofisticados y entendidos de obras de arte. Su
problema es universal y no se limita a Sudáfrica. Sólo lo leerán los
intelectuales”, relataban sus censores, según la información a la que
Coetzee accedió en 1994, cuando llegó la democracia a su país. La gran
sorpresa del autor de Desgracia, que a sus 73 años vive en
Australia, radicó en que esos censores no eran “burócratas humildes y
anodinos que llegaban puntualmente al trabajo, leían libros y estampaban
sellos" sino colegas y profesores universitarios, “personas
inteligentes con un trabajo en la vida real, que en sus ratos libres se
dedican a censurar porque eso les aporta un beneficioso ingreso
suplementario; que creen en la censura porque tienen inclinaciones
conservadoras y no quieren que el orden sociopolítico en vigencia sea
derrocado”
Precisamente la importante presencia de autores extranjeros y locales
es una de las apuestas de la edición 2013 de la cita de Buenos Aires
para seguir siendo tan convocante como siempre. Adamo asegura que la
feria argentina es una de las cinco más visitadas del mundo. Añade que
no hay precisiones, aunque sabe que la de El Cairo, por ejemplo, es más
multitudinaria aún. La de Buenos Aires, en cualquier caso, ha llegado a
reunir otros años a 1,3 millones de personas.
Este año la feria porteña tiene una ciudad invitada, Ámsterdam, y por
eso la visitarán escritores holandeses como Cees Nooteboom y Herman
Koch, que participará de una charla el próximo martes en la que él y
otros colegas de su país darán la bienvenida a la argentina Máxima
Zorreguieta como reina de Holanda. La directora de la feria también
destaca el espacio de “Diálogo latinoamericano”, creado para que la
literatura de los países de la región se conozca más entre los vecinos y
del que participarán el argentino Guillermo Martínez, el mexicano Juan
Villoro y el brasileño Milton Hatoum, entre otros. También viajarán a
Buenos Aires como invitados Javier Cercas, Rosa Montero, Arturo
Pérez-Reverte, el cubano Leonardo Padura, la mexicana Laura Esquivel y
el ruso Vladímir Sorokin, entre tantos.
Como en 2012, el público elegirá la mejor obra literaria argentina
del año. Ya no son los tiempos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o
Ernesto Sábato, y los autores locales no son tan conocidos por el
argentino medio. Pero entre los 20 candidatos al premio, elegidos por
los libreros, figuran calificados escritores como César Aira, Martín
Kohan, Laura Alcoba, Ariel Magnus, Sergio Olguín, Silvia Plager,
Alejandro Dolina, Guillermo Saccomanno, Luis Gusmán y Federico
Jeanmarie.
En un intento por atraer más lectores se celebra un festival del
libro gastronómico. En un país fanatizado con su propio papa, Francisco,
se presentará nuevos libros sobre él, como El Papa de la gente,
de Evangelina Himitian. En el espacio Zona Futuro se pueden conocer
fenómenos literarios alternativos, como mundiales de poesía y torneos de
videojuegos y lectura.
El año pasado se habló mucho del libro electrónico en la Feria del
Libro de Buenos Aires, pero aún no se ha popularizado. El presidente de
la Fundación El Libro (organizadora de la feria), Gustavo Canevaro, lo
atribuye a la escasa oferta de dispositivos, ante las restricciones de
Argentina a la importación y la ausencia de fabricantes locales, y la
consiguiente y acotada variedad de títulos. Las que crecen, en cambio,
son las editoriales independientes, como Clase Turista, que tiene un
gran puesto en la feria, u otras que se han unido para exponer sus obras
en un espacio más grande, como Eterna Cadencia, Mar Dulce, Adriana
Hidalgo, Beatriz Viterbo, Caja Negra, Entropía y Katz.
El acto de inauguración de la feria volvió a convertirse en escenario
de las peleas entre el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el
del alcalde de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, aunque sin
la virulencia ni las hinchadas de años anteriores. En nombre de la
industria editorial, Canevaro destacó que el Estado argentino haya
elevado sus compras de libros para escuelas a niveles históricos, unos
13 millones de ejemplares en 2013, pero se quejó de las restricciones a
las importaciones al reclamar la “libre circulación de los libros” y al
señalar que la alternativa de imprimirlos en Argentina cuesta hasta 50%
más cara. El Gobierno de Fernández ha impuesto desde 2011 límites a la
importación de libros, entre muchos otros productos de todo tipo, con
los objetivos de favorecer a la industria local y evitar la salida de
divisas del país en una coyuntura en la que escasean y en la que el
Ejecutivo prefiere destinarlas al abastecimiento energético y la deuda
externa.
A su turno, el director nacional de Industrias Culturales, Rodolfo
Hamawi, destacó que en diez años de gobiernos kirchneristas, la
autodenominada “década ganada”, se triplicó la cantidad de libros
publicados anualmente en Argentina, “la población con estudios
universitarios creció un 54% y el aporte a la cultura del PIB se
incrementó un 50%”. Defendió las restricciones a la importación porque
“no hubo carencia de autores” y el mercado local pasó de ser abastecido
en un 38% de ediciones impresas en este país en 2011 al 82% en 2012.
Después le tocó hablar al ministro de Cultura de Buenos Aires, Hernán
Lombardi, que le contestó a Hamawi: “Tuvimos menos libros, menos
escritores y menos diversidad”. No obstante, felicitó al Gobierno de
Fernández por la masiva compra de libros para escuelas. El ministro de
Educación de Argentina, Alberto Sileoni, le agradeció el comentario y
explicó que 70 “prestigiosos” escritores visitarán los colegios para
capacitar a los docentes. “El centro de la escuela antes era el comedor.
Hoy vuelve a ser el aula”, opinó Sileoni en un país cuya economía había
crecido mucho desde la crisis con hambrunas de 2002, pero ha
desacelerado bruscamente su expansión en 2012 y 2013.
Por último, la feria quedó inaugurada formalmente por un escritor, Vicente Battista, autor de Sucesos Argentinos
e intelectual kirchnerista que pidió por una ley de pensiones para sus
colegas. “En la dictadura (militar de 1976-1983) hubo 1.500.000 libros
quemados. El Gobierno compró 13 millones de libros nuevos. Las
dictaduras queman libros. Las democracias alientan su lectura”, dijo
Battista, sin dejar de señalar que los escritores pertenecen al pequeño
grupo del 5,7% de la población en edad de jubilarse que carece de
pensión.