En el décimo aniversario de su muerte, El hijo de Mister Playa, una semblanza a cargo de la periodista Mónica Maristain, reúne las voces de quienes conocieron, quieren y extrañan al creador de Los detectives salvajes
CALEIDOSCOPIO SALVAJE. Roberto Bolaño, multiplicado en otra de las imagenes de la muestra que se lleva a cabo en Barcelona, España. (CCCB) |
FOTO CARNET. El escritor chileno, homenajeado en Archivo Bolaño, la muestra del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. (CCCB) |
(NO) BIOGRAFA. Mónica Maristain, la periodista que escribió la semblanza de Bolaño. /Revista Ñ |
Saber que antes de salir para el hospital donde moriría tuvo tiempo de escuchar Lucha de gigantes, de Nacha Pop.
Que a las 2 de la mañana se levantó para prepararse un arroz –un plato
que se ufanaba de cocinar de 1000 maneras distintas-, que no quiso
ambulancias, que en una autopista vacía, con viento en contra, hizo su
último viaje entre Blanes y Barcelona, que contó chiste malos en la
guardia, que recién se desprendió de sus anteojos –“y se transformó en
un moribundo”- cuando lo pasaron de la sala de urgencias a la Unidad de
Sangrantes, que en los últimos días –contra el mito que lo pinta
trabajando hasta el final- ya casi no prendía la computadora, que estaba
segundo en la lista de espera del trasplante que no recibió. Saber todo
esto no cambia ni una coma de la obra de Roberto Bolaño,
pero no deja de ser un relato conmovedor. En el capítulo 15, contado
por quien fuera su última mujer, Carmen Pérez de Vega, está el fermento
de El Hijo de Mister Playa, las enzimas que hacen
crecer el texto de la periodista argentina Mónica Moristain, que suplen
también algunas carencias –la infancia de Bolaño en el Chile “helado y
sin árboles de los ´50”, por ejemplo, se resuelve en menos de tres
páginas.
El libro, definido como una semblanza y editado
por Almadia, se consigue en México desde noviembre y aún no tiene fecha
de salida en la Argentina (Maristain, en diálogo con Ñ digital sólo
arriesga un “pronto”). Su publicación coincide con los 60 años del
nacimiento del autor de 2666 (el 28 de abril) y los 10
años de su muerte (el 15 de julio). Y con varios homenajes que se están
realizando por estos días como el congreso Estrella Distante en Chile (del 15 al 17 de julio), el Archivo Bolaño en Barcelona (hasta el 30 de junio) o el estreno en Sundance de El Futuro, un filme basado en Una novelita lumpen.
GUIÑOS
“Llegamos
al hospital a eso de las cuatro y media de la mañana. Aparcamos,
subimos una cuesta que hay hacia la entrada de Urgencias y de pronto lo
miré: se mostraba tranquilo, digno y elegante. De repente me tomó la
mano y me preguntó: ¿Cómo estás?”, le cuenta Pérez de Vega a Maristain
en la Rambla de Barcelona mientras un chico les roba sus teléfonos
celulares de la mesa. “Son guiños de Roberto”.
Si bien la
periodista no conoció a Bolaño, tuvo una fluida relación por mail, y
fue quien le hizo la famosa última entrevista, publicada en la revista
Playboy México, el mes en el que murió. Fragmentos de esta extensa
conversación, frívola y encantadora, aparecen en El hijo de Mister Playa,
además de algunos breves correos electrónicos en los que Bolaño le
recomienda no beber, no fumar y dedicar su ocio a Bach y a Vivaldi, a
Leopardi y a Döblin. ¿Por qué una semblanza y no una biografía? Contesta
Maristain desde el DF, sincera: “No tengo las capacidades, el tiempo y
la paciencia para elaborar una biografía. Carezco del talento”.
En El hijo de Mister Playa
aparece muy poco la voz de la autora. Los testimonios –buena parte se
recolectaron durante la grabación de los documentales La Batalla Futura I
y La Batalla Futura II donde participó como entrevistadora- se suceden
uno debajo de otro. La ausencia más notoria es la de Carolina López
(“una mujer sumamente reservada”), madre de los dos hijos de Bolaño,
Lautaro y Alexandra, y su heredera legal. Tampoco están su hermana María
Salomé ni varios amigos escritores, como Juan Villoro, que afirman
haberse cansado un poco de escucharse hablar de él. Sí participan muchos
amigos de sus etapas mexicana y española, Rodrigo Fresán, Ignacio
Echeverría, Bruno Montané, su primer editor Juan Pascoe y el último,
Jorge Herralde y Carmen Boullosa, que lo recuerda como un poeta joven,
curioso, compuestito, “el único que tenía la ropa planchada”.
¿Por
qué nunca volvió a México?, ¿sabía que iba a morirse?, ¿cómo conviven
los que lo conocieron con el Bolaño póstumo? Son algunas de las
preguntas que van desentrañando los entrevistados. “Me parece que la
posteridad de Roberto es un ente autónomo que puede ser muy crápula, se
lo puede engullir todo”, reconoce en un momento Pérez de Vega. Algo
parecido dice Boullosa: “Si Bolaño hubiera conseguido su hígado,
seguiría entre nosotros escribiendo libros maravillosos. A lo mejor el
aplauso que recibiría no sería tan fuerte como el que suena ahora,
cuando en el medio hay un cadáver, un sacrificio. Eso no me gusta”.
¿Te preocupa que el libro pueda seguir alimentando esa cultura "de comedores de cadáveres" de la que habla Carmen Boullosa?
Maristain:
Me preocupan mis seres queridos, la salud, el paso del tiempo...no
poder leer todos los libros pendientes...o sea: no. Este libro, como mis
12 libros anteriores, nació del azar que propicia el oficio, no fue
planeado.