Socorrista y empresario lo dejó todo en la madurez por la literatura. En sus relatos agridulces, habla de recuerdos de infancia y de sentimientos
Marc Lévy, durante una entrevista en Berlín./elmundo.es |
Marc Lévy (Boulogne-Billancourt, 1961) es uno de los escritores más
leídos de nuestro tiempo. Con 14 novelas traducidas a 45 idiomas, de las
cuales ha vendido la friolera de 18 millones de ejemplares en todo el mundo,
hay muy pocos autores de best-séller que puedan rivalizar en éxito con
este francés residente en Mahattan que trabajó durante siete años como
socorrista en la Cruz Roja, triunfó en el mundo empresarial con negocios
de imagen digital o arquitectura y terminó dejándolo todo, en plena
madurez, para acudir a la llamada de una vocación literaria tardía.
En sus relatos agridulces, habla de recuerdos de infancia y de sentimientos perdidos en el pasado,
de sueños inocentes, de lo que pudo ser y no fue y del alma de las
cosas, del destino como fuerza motriz y de los resortes indescifrables
que provocan situaciones desesperadas con final generalmente feliz.
Con motivo de la publicación en España de su undécima novela, 'El
pequeño ladrón de sombras', Lévy nos cita un domingo por la tarde en el
sofisticado hotel de Sers, donde se aloja cuando está en París de
promoción. En la calle, cae agua-nieve como si la primavera no fuera a
venir nunca. Sentados junto al fuego, tomamos café y hablamos durante
media hora de libros y de sentimientos.
¿Cuál es su sistema para escribir?
Cuando
estoy metido en un libro, escribo entre 15 y 17 horas por día, cuatro
meses al año. No sé hacerlo de otra manera. Una vez que me he sumergido
en mi historia no sé cómo salir. Así que trabajo hasta la extenuación.
Sin fines de semana, sin vida social, sin salidas. Simplemente escribo.
Parece un poco exagerado...
"Contar una historia, para mí, es como echarse al mar. Lo mío es un viaje, una travesía en solitario"
Cada dos o tres
semanas paro un día porque estoy cansado o necesito dormir. Contar una
historia, para mí, es como echarse al mar. Te embarcas para un viaje y
sabes que hasta que no concluya la travesía no pisarás tierra firme. Yo
siempre he funcionado así. Sé que hay otros escritores que trabajan
cinco horas al día durante todo el año. Pero yo no puedo. Lo mío es un
viaje, una travesía en solitario.
¿Madrugada para ponerse delante del teclado?
En realidad trabajo
de continuo. Empiezo sobre las 10 o las 11 de la mañana y paro a las 2 o
las 3 de la madrugada, cuando ya no puedo más. A veces duermo en el
despacho.
¿Escribe siempre con ordenador?
Depende. Los diálogos sí, porque vas más deprisa y ese ritmo
corresponde con el de una conversación. Es más fácil pasar de un
personaje a otro. Pero las cartas las escribo siempre primero a mano,
porque tienen un ritmo muy diferente. Y algunos pasajes también.
¿Cómo se mete en la piel de sus personajes? ¿Sigue la técnica de
Daniel Day-Lewis de creerse Lincoln durante un año? ¿Cuál es su relación
con ellos?
Son amigos muy
próximos. El mío es un trabajo más de director escénico que de actor.
Paso largo tiempo aprendiendo a conocer a mis personajes. No es preciso
meterse dentro, sino comprenderlos, comprender el reflejo que te
envían... En la vida real somos nosotros mismos, pero estamos en
interacción permanente con otras personas y percibimos cosas que ellos.
Según la importancia del personaje en la historia, hay un trabajo enorme
de definición del mismo y de comprensión de lo que es, de aprender
muchas cosas de él que no figurarán necesariamente en la novela pero que
le definen. Se trata de saber cómo reaccionará ante determinada
situación.
¿Cuál es el elemento desencadenante de un libro? Una idea apenas perfilada, una anécdota, un personaje...
Es la mezcla de dos
cosas. Al principio tengo una idea que se me ocurre y me parece
interesante. Por ejemplo, 'El pequeño ladrón de sombras' surgió un día
que yo estaba sentado en un banco en un parque y, en el banco de
enfrente, vi a un abuelo que hablaba con su nieto. Había entre los dos
un parecido físico extraordinario. Tenía la impresión de ver a una única
persona en dos momentos distintos de su vida. Así que, no sé cómo, se
me ocurrió que sería algo increíble si el niño que un día fuimos se
encontrara con el adulto que hoy somos. ¿De qué hablarían? Y salí de
aquel parque con esa idea en la cabeza, que no es ni siquiera una
historia, sino una simple idea. Luego, durante largos meses, hay que
partir al encuentro de los personajes que van a animar el relato y
dilucidar el tipo de historia que nos van a contar.
Durante ese periodo de construcción de la trama, ¿se queda en casa o viaja?
Hago las dos cosas
indistintamente, aunque reconozco que la definición de la historia me
suele salir cuando me muevo. Es quizá por el contacto con la vida y sus
detalles, los encuentros con diferentes personas. De repente, todo eso
te abre la mente. Es en los viajes donde se forma ese alimento
terrestre.
¿Cómo es su vida durante la génesis de la novela?
Viajo, miro,
escucho, leo. Leo mucho. No sólo libros, sino bastante prensa: el New
York Times, semanarios, revistas muy variadas... Dedico también mucho
tiempo a buscar documentación sobre asuntos que voy a tratar en la
próxima novela.
¿Por qué se mudó hace cuatro años de Londres a Nueva York?
En Londres me
convertí en escritor. Pero tenía ganas de empezar de cero en otra
ciudad, replantearme todo de nuevo. Siempre he sentido esa necesidad de
vivir en el extranjero, de no sentirme nunca en casa y estar todo el
tiempo alerta respecto a la cultura de los otros, permanentemente
zarandeado por esas incertidumbres que van surgiendo cada día. Después
de una década en Londres, me sentía demasiado cómodo allí, mi vida se
había amoldado a una rutina y tenía ganas de salir huyendo.
¿Es ese un síntoma de misantropía? ¿La necesidad de estar solo, de tener menos vida social?
También. Pero es
sobre todo por apetito de descubrir la cultura ajena, de sumergirme en
ella. La escritura se alimenta de la observación y la escucha. En un
momento dado, cuando escuchamos todo el rato las mismas cosas, no hay
más oxígeno, desaparecen los estímulos. Y resulta bastante difícil
cambiar de país, es como dar un salto al vacío. Pero es algo
apasionante.
Usted
renunció a los 39 años a una carrera profesional bastante cómoda para
hacerse escritor. ¿Qué certeza tenía de que podría vivir de esto?
Ninguna. Fue una apuesta completamente loca.
Sus novelas se han traducido a 45 idiomas. ¿Cree que en todas partes las interpretan de igual manera?
Probablemente no.
Tengo el feed-back de los distintos países hablando con los editores o
con los periodistas, a través de las preguntas que me hacen. O incluso
leyendo las cartas de los lectores. Por ejemplo, recibo muchos e-mails
de España.
¿Le da tiempo a leerlos?
Los leo todos y los respondo todos.
¡Eso es mucha dedicación!
"A veces la gente ve cosas en mis novelas que yo nunca hubiera imaginado al escribirlas"
Suelo hacerlo en
los viajes. Cuando me subo a un avión, en vez de dormir durante ocho
horas, contesto el correo de los lectores. De media, sería algo más de
90 minutos por día. Pero considero que es mi deber. Si la gente se toma
la molestia de escribirte, es normal que yo me tome la molestia de
contestarles.
¿Alguna vez ha recibido una interpretación inverosímil de sus historias?
Siempre hay alguna.
Lo que es mágico en un libro es el hecho de que el lector pueda
apropiárselo. A veces la gente ve cosas en mis novelas que yo nunca
hubiera imaginado al escribirlas. Pero lo cierto es que, en toda mi
vida, no habré recibido más que una docena de cartas de gente
verdaderamente iluminada.
Es que algunos de sus relatos incluyen un componente mágico que puede inducir a ello...
Pero es totalmente metafórico. Nunca he querido explotarlo por el lado de lo sobrenatural.
La percepción que el público tiene de usted es la de un autor que trabaja mucho con los sentimientos.
Todos en la vida
estamos animados por los sentimientos. Pero, a pesar de lo que mucha
gente cree, yo no soy un escritor de novelas amorosas. 'El pequeño
ladrón de sombras' es una historia de amor, sí, pero del amor que hay en
la amistad, de amor entre personas mayores, del amor de la ausencia...
Lo que siempre me ha interesado en la escritura es poner a mis
personajes en situaciones que les sobrepasan, que son más importantes
que ellos mismos y que van a obligarles a cambiar su manera de pensar y
considerar las cosas de otra manera. Y es ese momento de fragilidad en
el ser humano el que me gusta fotografiar y contar.
Hábleme del espíritu de nostalgia casi permanente que hay en sus
relatos: nostalgia de la infancia, de los amores perdidos...
Sin embargo, no me
gustaría nada revivir mi niñez, en la que me sentía prisionero de todas
las prohibiciones que pesan sobre los niños. Yo quería tener cuanto
antes la libertad de un adulto. Hoy, cuando miro la maravilla que es el
periodo infantil, siento nostalgia por el tiempo que ha pasado.
Usted tiene dos hijos. ¿Su trabajo como narrador de sentimientos le ayuda en su faceta paternal?
Yo creo que es al contrario. Mi faceta paternal me ayuda con la escritura.
¿Le ha ocurrido alguna vez lo que al cineasta M. Night Shyamalan,
cuyos hijos le inspiraron el guión de 'La joven del agua'?
Todo el tiempo. Yo siempre he escrito pensando en ellos.
¿Sabe usted que sus historias son muy cinematográficas?
Sí, pero, más que
por Night Shyamalan, me siento particularmente atraído por lo que ha
hecho Isabel Coixet con la 'Elegía' de Philip Roth. Lo encontré
magnífico.
¿Le gustaría trabajar con ella en un futuro?
Desde luego. He visto la mayoría de sus películas y la admiro mucho, aunque no la conozco personalmente.
Bueno, para empezar tienen en común que ella tituló en 1996 uno de
sus primeros filmes 'Cosas que nunca te dije' y usted publicó una novela
en 2008 titulada 'Toutes ces choses qu'on ne s'est pas dites'. ¿Lo
sabía?
No. Y me resulta curioso...
¿Ve usted mucho cine? ¿De qué tipo?
Últimamente me ha
gustado mucho la nueva generación de directores mexicanos. 'Y tu mamá
también', de Alfonso Cuarón, por ejemplo, es un filme que ha significado
mucho para mí. Pero veo muchas cosas muy variadas, desde el cine
estadounidense de autor hasta el italiano o el francés.
Ya van tres libros suyos adaptados a la gran pantalla, entre los
que destaca la versión cinematográfica de 'Ojalá fuera cierto', su debut
literario, con Mark Ruffalo y Reese Whiterspoon. ¿Qué le han parecido?
¿No le dan tentaciones de implicarse más en el guión o ponerse usted
mismo tras la cámara?
Me han propuesto
dirigir, pero lo rechacé. Un novelista no es un cineasta. Y cuando un
director de cine adapta una novela, lo que ha de hacer el autor es
dejarle trabajar tranquilo. No debes esperar que cuente la historia a tu
manera, sino a la suya. Además, la película no entra en competición con
el libro, sino que es otra manera de aproximarse al relato. Por otro
lado, lo que hace que una adaptación sea fiel al original, no es el
respeto escrupuloso de la narración o las escenas, sino la continuidad
de los personajes... En lo que a mí me concierne, la versión
cinematográfica de 'Ojalá fuera cierto' era una comedia simpática, pero
los personajes no se parecían en nada a los míos...
Me imagino alguna de sus historias llevada al cine por Nora Ephron. ¿Le gustaría?
Sería estupendo.
Pero las cosas nunca ocurren así. Es el cineasta quien descubre tu
historia y decide hacer de ella un guión y luego una película.
Además de 14 novelas, ha hecho también algunas letras de canciones
para Johnny Hallyday o Grégory Lemarchal. ¿Qué otras facetas oculta?
Tengo muchas ganas de escribir teatro, pero lo haré más adelante.
Después de 'El pequeño ladrón de sombras' (2010), en Francia ha
publicado ya otras tres novelas: 'L’étrange voyage de Monsieur Daldry'
(2011), 'Si c’était à refaire' (2012) y la reciente 'Un sentiment plus
fort que la peur' (2013). Las dos últimas son relatos de intriga que
giran en torno a Andrew Stilman, reportero de investigación del New York
Times. ¿Es un cambio de registro? ¿Stilman va a convertirse en un
personaje fetiche de sus próximas entregas?
Siguen siendo
historias bastante emocionales, aunque tienen un trasfondo de thriller
político. 'Si c’était à refaire' –que saldrá en 2014 en España– aborda
los años de la dictadura argentina y 'Un sentiment plus fort que la
peur' trata de un escándalo relacionado con los servicios de espionaje
estadounidenses. Son temas sobre los que Stilman investiga para sus
reportajes. Me apetecía publicar dos novelas seguidas con el mismo
personaje y no descarto hacer una tercera...