filbo 2013
Reseña de El último vuelo del flamenco, una de sus dos obras traducidas al español con motivo de la Feria
El autor, nacido en Mozambique en 1955, es una de las voces más reconocidas actualmente de la literatura escrita en portugués. /elespectador.com |
“En crudo y al desnudo, he aquí el hecho: apareció un pene cortado,
en plena Carretera Nacional, a la entrada de la aldea Tizangara”. Así
empieza El último vuelo del flamenco, novela del escritor mozambiqueño
Mia Couto. El pene, descrito como un sexo “abolido y abultado”,
pertenecía a un soldado de las Naciones Unidas. No se conoce la
identidad ni el motivo de la muerte. ¿Cómo ha muerto? ¿Por qué no hay
sangre ni restos humanos distintos al incómodo y solitario miembro? Esas
son las preguntas que un investigador europeo enviado por la ONU a
Tizangara tendrá que resolver.
Vale mencionar que la literatura de
Couto está permeada por la tradición oral de su país, la sabiduría
popular, las historias de los antepasados, los refranes, lo que el
escritor oye en las calles... Cada capítulo de la novela viene precedido
por un dicho o una frase de Tizangara, el pueblo en donde transcurre la
historia: “el mundo no es lo que existe, sino lo que ocurre”. Entender
esto resulta fundamental porque desde la lógica del investigador
europeo, personaje central de la novela, los soldados no pueden
simplemente “estallar”, solos, sin la intervención de otro, como
explican los tizangareños, para quienes el hombre ha estallado, así, de
un momento a otro. Como prueba de su existencia sólo ha quedado esa
parte abultada de su cuerpo.
Couto, que en general intenta contar
las historias de los blancos a través de los ojos de los negros o
viceversa, acude (como también lo hace en Jerusalén) a un narrador negro
de Tizangara, que es también el traductor del investigador italiano de
la ONU. El asunto, y esto es muy importante, es que el europeo entiende
el portugués. Entonces, si el italiano habla portugués, ¿para qué el
traductor? La respuesta está en una frase: “¿conoce la diferencia entre
el sabio blanco y el sabio negro? La sabiduría del blanco se mide por la
prisa con la que responde. Entre nosotros, el más sabio es aquel que
más tarda en responder. Algunos son tan sabios que nunca responden”.
Así, el narrador se convierte en el traductor de los sabios silencios de
Tizangara, de las “cosas que ocurren, que pueden no ser las cosas que
existen”, de los motivos por los que explotan los soldados de la ONU, y
que dejan como único rastro de su vida un pene “abolido y abultado”. Ese
que, en plena carretera, abre el libro y se mantiene como interrogante
del crimen no resuelto, y que no es más que el pretexto para contar la
verdadera historia.
Hagamos memoria. Mozambique se independizó de
Portugal en 1975. Luego, como si una guerra de 11 años no fuera
suficiente, la guerra civil llegó en 1977 y duraría 12 años. Couto, que
nació y creció en medio de un conflicto que parecía no tener fin,
estudió biología y se dedicó primero al periodismo (oficio que ya no
ejerce) y luego a la literatura. En su obra no pretende hacer de
historiador de las guerras mozambiqueñas, pero está interesado en
mostrar las herencias del colonialismo que él interpreta como un seguir
siendo “prisioneros de la voluntad de no ser nosotros”, y así se lo hace
decir a un personaje de la novela. Porque si bien Mozambique logró
liberarse del dominio portugués, pasó de la esclavitud a los blancos a
la esclavitud de sus propios hermanos negros, algo que Couto reitera en
El último vuelo del flamenco. Tizangara es gobernado por un negro
corrupto y sinvergüenza, a quien sus familiares —que hablan por sus
antepasados— rechazan y han dejado de querer, según dice un personaje de
la novela.
Así pasan las páginas y hay momentos en que uno siente
que Couto está describiendo a Macondo, que Tizangara bien podría ser un
pueblo de la costa Caribe. El escritor lo reconoce: “África está lleno
de Macondos, de pueblos así, como el de Gabo”.