filbo 2013
El controvertido libretista habla de su método de escritura y su nuevo libro, una novela histórica*
Gustavo Bolívar, se defiende de su bodrio violento Tres caínes./Simón Posada Tamayo./eltiempo.com |
Gustavo BolívarDe niño, Gustavo Bolívar quería
ser Bruce Lee. Sus patadas eran las más altas entre sus compañeros de
colegio. En el teatro Mogador veía dos películas de karate por el precio
de una. En una ocasión, en la oscuridad del cine, un pervertido intentó
tocarlo y él, que quería ser como Bruce Lee y tenía toda la furia del
dragón dentro de sí, no le dio una patada voladora. Al contrario,
Gustavo Bolívar, el libretista que gobierna el ‘prime time’ en Colombia
con historias de mafia y paramilitares, salió corriendo, como un
cobarde.
Después de esta anécdota, es inevitable hacerle una pregunta a quemarropa.
–Si usted quería ser Bruce Lee, ¿no le parece que algunos niños en
Colombia van a querer ser como Carlos Castaño por culpa de Los tres
Caínes? –le pregunto en la sala de su casa, una construcción de cuatro
pisos, terraza y techos de más de cuatro metros de alto. Es una casa
blanca, gigante, que parece sacada de Girardot, su ciudad natal, y
clavada en una montaña al norte de Bogotá.
–No, porque ahí está mi argumento. Esas telenovelas deben ser vistas
en compañía de los papás –responde y cuenta otra anécdota. El día que
salió al aire ‘Sin tetas no hay paraíso’, la telenovela que lo catapultó
a la fama internacional, Bolívar llamó a la mujer en la que se basó
para construir a Catalina, la niña que busca por todos los medios
conseguir el dinero para someterse a una operación estética. Al terminar
el programa, la mujer llamó a Gustavo y le contó que había visto la
serie junto a su mamá, y que la señora, un poco tarde y sin saber que se
trataba de la historia de su propia hija, le dijo: “sí ve mija, tenga
mucho cuidado, mire que hay hombres muy malos en la calle”.
Y después de la anécdota, esgrime con ironía una serie de argumentos
que tiene bajo la manga para defenderse: dice, por ejemplo, que nunca ha
visto que los católicos en Colombia crucifiquen a alguien en Semana
Santa por culpa de las películas bíblicas. Tampoco sabe dónde
aprendieron los colombianos, en la década del cincuenta, a hacer el
corte de franela y sacarles la lengua por la garganta a las víctimas.
Mucho menos, dice, conoce cómo aprendieron los narcos mexicanos a matar
si nunca la televisión de su país ha pasado telenovelas de narcotráfico.
Tampoco sabe dónde aprendieron a matar los sicarios de Pablo Escobar,
porque las telenovelas de esa época eran ‘María’, ‘Topacio’ y ‘Papá
Corazón’. “La violencia existe en Colombia no por la televisión, sino
por una ecuación: hay guerrilla porque hubo corrupción, en el Frente
Nacional, y hubo paramilitares porque hubo guerrilla, y esa ecuación no
me la aceptan ni la guerrilla, ni los paras ni los corruptos”, dice.
Una mañana, Bolívar llevó a sus hijos en su viejo automóvil Zastava
hasta la calle del Cartucho para que vieran los efectos de las drogas.
Esa es su filosofía de vida: “uno puede decirles a los niños la verdad o
la fantasía. Uno puede decirles que estén tranquilos, que este es el
país de las maravillas. En ese caso, pueden matar al niño porque le
robaron el celular y no supo qué hacer, o la niña dejó entrar a la casa a
dos tipos que conoció por Facebook y le robaron el computador. El otro
caso es decirles a los hijos que éste es un país lindo, muy hermoso,
pero que es difícil, con gente mala que hace tales o cuales cosas”,
afirma.
Por eso, Bolívar no escribe nada que no le gustaría que vieran sus
propios hijos. Este es, en cierta forma, su termómetro moral. Esa fue la
razón por la que escribió ‘Sin tetas no hay paraíso’. A los trece años,
Leidy Susana, su hija, empezó a pedirle una operación de senos. Tenía
amigas de quince a las que sus papás ya se las habían obsequiado, y
Bolívar encontró en esa historia la mejor manera para sacar esa idea de
la cabeza de su hija.
Y como piensa que lo mejor para sus hijos es lo mejor para el resto,
Bolívar es un analista consumado del rating. Todas las mañanas recibe el
informe de rating de Ibope (Instituto Brasilero de Opinión Pública y
Estadística), los encargados de medir las audiencias en la mayoría de
países de América Latina. Bolívar analiza los picos de audiencia y tiene
en cuenta las caídas de la curva en los comerciales. Puede analizar
minuto a minuto qué situaciones de la telenovela incrementaron el
rating, un momento de tensión, una revelación, una balacera o una escena
sexual –que, según él, bajan el rating, “porque las mujeres son muy
celosas y hacen que el marido cambie de canal”–. También analiza cómo el
programa de otro canal afecta su resultado. En este caso, ‘La promesa’,
la telenovela sobre la trata de blancas que pasan por el Canal Caracol,
no le hace ni cosquillas. De hecho, las curvas ni siquiera se cruzan y
es evidente que cuando ‘Los tres Caínes’ van a comerciales, ‘La promesa’
tiene sus picos de audiencia.
“Yo prácticamente puedo predecir cuánto puntaje voy a sacar con cada
capítulo”, afirma. El lunes 15 de abril, 39% de los televisores
colombianos estuvieron sintonizados en el estudio. “Es decir, casi cinco
millones de personas vieron ese capítulo”, concluye, y esta cifra le da
tranquilidad y le hace pensar que va por buen camino, si se tiene en
cuenta que la crítica se ha suscitado, principalmente, en redes
sociales. En Colombia hay cerca de seis millones de usuarios en Twitter y
quince millones en Facebook. Si cada día su programa es visto por casi
cinco millones, para él eso representa más respaldo que odio. “Si RCN
cede y retira del aire el programa, esos cinco millones que nos ven, que
no están en las redes sociales y que no hacen tanta bulla, nos la van a
cobrar. No podemos ceder por unos pocos”, afirma.
La crítica se ha centrado en un punto clave: la representación de las
víctimas en la serie. Bolívar supo desde siempre que se enfrentaba a
escribir un tema muy complicado, en el que las opiniones estaban muy
divididas: “en el caso de la telenovela de Pablo Escobar, Caracol lo
hizo muy bien, pero contaron con la suerte de que hay más consenso en la
maldad de Escobar que en la de los Castaño”, afirma. Entonces, Bolívar
tuvo un gran dilema sobre el primer episodio: empezar por el asesinato
de Jaime Garzón o de una de las víctimas y hacer un salto al pasado para
contar la historia desde el principio, o empezar en orden cronológico,
para mayor claridad. “Yo pensé en mi mamá: ¿cómo escribo esto para que
mi mamá y la gran mayoría lo entienda, de la forma más sencilla? Por eso
decidí hacerlo claro, es decir, de forma cronológica. Esta era una
serie para las víctimas, pero lastimosamente se me vinieron encima las
personas a las que quería visibilizar”, confiesa.
Pero esa decisión que tomó le acarreó un gran problema: la historia
empieza con los Castaño como víctimas del secuestro de su papá. Es
decir, unos de los mayores victimarios de la historia de Colombia fueron
mostrados como víctimas, algo que es cierto desde el punto de vista
histórico y documental, pero que no cayó muy bien en ciertos sectores de
la opinión. La izquierda lo acusó de hacerle apología al
paramilitarismo. Con el paso de los días, la derecha lo criticó por
mostrarlos como unos carniceros desalmados e, incluso, recibió amenazas.
“Me han llamado varias veces y me han enviado correos electrónicos.
Rastreamos las llamadas y los correos y fueron hechos desde cafés
internet y cabinas telefónicas. Me dicen que me calle, que no sea sapo”,
cuenta.
Y además de amenazas, Bolívar confiesa que por cuenta de ‘Tres
Caínes’ ha perdido dinero. En Colombia, el precio de un libreto oscila
entre $500.000 y diez millones de pesos. Para una telenovela como ‘Sin
tetas no hay paraíso’, Bolívar se tomaba máximo dos días por capítulo,
mientras que en ‘Tres Caínes’ se ha tardado, incluso, un mes por
libreto. “Me he comprometido judicialmente y esta telenovela exige un
nivel de cuidado y detalle que ha hecho el trabajo más largo y
exigente”, afirma, y confiesa que ha rechazado ofertas de México, donde
le ofrecieron más dinero por libreto y unos niveles de exigencia
menores. En cambio, para ‘Tres Caínes’ se sometió a meses de
investigación, viajes, largas horas de entrevistas y lectura de libros y
documentos. Pudo ganar el equivalente a quince libretos, por el precio
de uno.
Su olfato para tener atrapado al lector lo ha trasladado a sus
novelas literarias. ‘Al amanecer entenderás la vida’ (Grijalbo) es su
último libro y el más diferente a toda su obra. Se trata de una novela
histórica en la que cuenta una historia de amor entre un médico
contagiado de lepra y una mujer que deben separarse por cuenta del
aislamiento que se les dio a las víctimas de esta enfermedad en los
siglos XIX y XX en Colombia. En su lectura se puede percibir una
escritura técnica, donde Bolívar teje conflictos entre sí, unos debajo
de otros, que se van solucionando a medida que avanzan las páginas.
Cuando se soluciona uno de esos conflictos, el lector recuerda que hay
otro conflicto latente, subterráneo en la historia. “Eso lo aprendí de
la televisión, en la necesidad de hacer que antes de comerciales la
gente quede en un punto alto de tensión para que vuelvan a la historia
después de la pausa”, afirma.
Bolívar considera que en esta novela se probará de verdad como
escritor. “Vender tetas y sicarios es muy fácil, pero esto sí es mucho
más difícil”, afirma. Para nadie es un secreto que se ha enriquecido por
contar historias sobre mafiosos. Él mismo paga su esquema de seguridad,
viaja de forma constante, tiene una envidiable colección de películas
ganadoras de los Óscar y tiene un hotel en Girardot que está en proceso
de categorización como cinco estrellas y en el que ha invertido todos
sus ahorros. “La gente cree que yo soy muy buen negociante, pero todo lo
contrario. El editor de ‘Sin tetas no hay paraíso’ en España me robó,
no me ha pagado un peso por regalías, y allá salió la serie, fue un
éxito, hicieron hasta la cuarta temporada, hasta salió en DVD y no me
entró un sólo peso y ni siquiera aparece mi crédito por ningún lado”,
dice mientras examina en detalle las cajas de los DVD de la serie en su
adaptación española.
Ciertas personas lo critican porque encuentran inconsecuente que un
hombre se enriquezca por contar historias de mafia y descomposición
social y, además, sea activista contra la corrupción, a través de su
fundación, Manos limpias. Incluso, Héctor Abad Faciolince lo llamó una
vez “hampón literario”.
–¿En algún momento ha sentido culpa por su dinero? ¿No se le ha pasado por la cabeza que se trata de plata sucia? –le pregunto.
–En ningún momento. Yo sería culpable si tuviera un canal y obligara a
la gente a ver. Pero hay noventa canales y la gente decide qué ver.
Vean lo que quieran. Yo duermo más tranquilo que cualquier persona.
–Si usted aparece muerto mañana, ¿quién fue? –le pregunto.
–La intolerancia.
*El domingo 21 y 27 de abril, a las 5:30 p.m., Gustavo Bolívar estará
en el pabellón 5 de la Feria del libro de Bogotá, firmando ejemplares
de su última novela, Al amanecer entenderás la vida