lunes, 15 de abril de 2013

Rafael Chaparro, un escritor de culto en las nubes

En Opio en las nubes. Sus personajes marginales deambulan por la noche perseguidos por el sonido del “trip trip trip”, una onomatopeya que también es resumen de su obra: una viaje inquieto en el que las drogas son a la vez puertas a la abyección y caminos a la maravilla

Portada de Opio en las nubes, en edición de Tropos./elpais.com
Rafael Chaparro tenía 31 años cuando murió de lupus en 1995. Había publicado una novela, Opio en las nubes, ganadora del Premio Nacional de Literatura 1992 en Colombia. Su muerte temprana lo convirtió en un escritor de culto. Hoy hay un pequeño revival en torno a su obra, gracias sobre todo al trabajo de la editorial española Tropo, que en los últimos tres años ha publicado Opio en las nubes, la novela El pájaro Speed y su banda de corazones maleantes, y Un poco triste pero más feliz que los demás (2013), una selección de textos que mezclan libremente el trabajo periodístico, la crónica personal y la ficción narrativa.
En Un poco triste –un libro con magníficas ilustraciones de Tobías-, Chaparro se muestra como un ser hipersensible al que le duele el mundo; sus íconos son los de un adolescente desencontrado con su entorno (Jim Morrison, Kurt Cobain, Jimi Hendrix) y su bandera de rebeldía la música rock y la vida de la noche “demente”, en la que “las luces de la ciudad son pequeños ojos rotos, locos, alucinados que nos vigilan”. Es un chico de la cultura urbana que se emociona con el triunfo de la revolución sandinista y que mira con escepticismo el realismo mágico de García Márquez. En Opio en las nubes. Sus personajes marginales deambulan por la noche perseguidos por el sonido del “trip trip trip”, una onomatopeya que también es resumen de su obra: una viaje inquieto en el que las drogas son a la vez puertas a la abyección y caminos a la maravilla. En Santa Carroña de Bogotá, una crónica alucinada y alucinante –lo mejor de Un poco triste--, Chaparro proyecta una Bogotá futurista en la que se celebra el día de la “virgen radiactiva”, la gente camina con máscaras, hay televisores por todas partes y los niños toman “ácido sunshine en forma de pescaditos, de avioncitos, de carritos… Apenas los comen los dientes de los niños se tornan luminosos y sus palabras suenan con eco, de sus orejas salen leves flores metálicas que pueden causar tormento”.
La prosa hiperkinética de Chaparro trata de capturar el universo contradictorio de alguien poseído por el espíritu más demoniaco de los Rolling Stones (“Señor Mick Jagger… gracias a usted supe que de algún modo estamos en la misma nube de opio”) pero a quien en el fondo su corazón le pide es a los Beatles (el día de la muerte de Lennon, las canciones del cuarteto de Liverpool le suenan “como un tren triste en una tormenta de nieve”). Ese cortocircuito es el que produce las mejores páginas de este escritor.