De muertes, suicidios y otras artes de morir II
Día de morir
Sofía Acosta
Llueve. Con desesperación. Como si fuese una despedida. Tal vez sean
lágrimas por nosotros. Hoy debemos morir.
Nuestra historia se remonta al primer paisaje que mirara el río. Nuestra
historia de verdes y de pájaros, de flores y serpientes. Y sobre la tierra,
nosotros. Como centinelas.
Las mujeres han pedido clemencia por nuestros pequeños.
—¡Son tan tiernos! ¿Qué valdrá sacrificarlos como a los otros? —han dicho.
Pero sus hombres tienen corazón de sangre. No habrá perdón.
Esta es nuestra última noche de vigilia. Sabremos del horror de las
mutilaciones del desesperante ritmo de los golpes crueles.
La memoria es joven y los recuerdos viven. Hubo una primera vez y muchas
otras para las catástrofes. Al cabo del tiempo despierta está la ambición del
enemigo. Nos controla.
Soy el más viejo. El jefe. Ninguno iguala la arrogancia de mi porte. Moriré
primero. Lo sé. Los míos me verán caer. Un agudo clamor lanzarán los pájaros.
Yo en silencio.
No sé por qué la fatalidad de estas masacres. Ni siquiera nos odian. Pero
siempre la muerte ha llegado con ellos. ¡Y hemos logrado ser amigos de
serpientes y de topos! Y de las mariposas.
Otros emigran ante el peligro. Nosotros no. Penetramos la tierra para
quedarnos hasta el fin. Nos han embriagado sus jugos. Somos, con ella,
indisolublemente.
Nos arrojarán al río. Así lo hicieron antes. Hemos visto pasar a otros
vencidos. No sé a dónde. Y no puede importarme.
Quizá no existan definitivas muertes. O, al menos, muchos seguirán
viviendo; en otra isla, en otro rincón del mundo.
Hermanos: la lluvia ha cesado. Habrá sol. Cuando despunte, el brillo de las
hachas ocultará el reflejo del rocío. Los leñadores vendrán sobre nosotros. Con
furia terrible y fría. Y hasta alguno cantará. Pero no los pájaros.
Verídica: el tren de la muerte
Agencia France
Presse
Manila, Islas Filipinas. Ene. 9. AFP. —Dos energúmenos —hermanos gemelos de
37 años— mataron a cuchilladas nada menos que a doce personas e hirieron a
otras veinticinco, en pleno trayecto del Manila Express que circulaba a unos
cincuenta kilómetros al sur de Manila.
Varias de las víctimas del “tren de la muerte”, entre las que figuraban
mujeres y niños, fueron asesinados cuando dormían en sus compartimentos. Otras,
presas de pánico, perecieron al arrojarse por las ventanillas del convoy que
marchaba a gran velocidad.
En un cable de un año de éstos.
En un cable de un año de éstos.
Declaración
Gerardo Cornejo Murrieta
¡¿Culpable?!...
pues… sí, verá:
Su pelo era negro y muy largo, por eso digo que era como la noche; sus ojos muy grandes y oscuros, por eso digo que eran como estanques interiores; su mirada imantaba la de los hombres, por eso digo que era como culebra hipnótica, como frío vaho que me atrajo al abismo…
Su pelo era negro y muy largo, por eso digo que era como la noche; sus ojos muy grandes y oscuros, por eso digo que eran como estanques interiores; su mirada imantaba la de los hombres, por eso digo que era como culebra hipnótica, como frío vaho que me atrajo al abismo…
Su…
su voz era como vidriosa, por eso digo que se quebró entre mis manos; su vida
como un veneno azogado, por eso digo, Señor de Ley, que se me chorreó entre los
dedos cuando la estrangulé junto al río.
Flor roja
Hugo Carlos Martínez Téllez
El
combatiente alcanzó a sonreír, satisfecho, antes que las balas del terror lo
aplastaran contra esa tierra ya empapada en sangre nueva, en sangre vieja, en
sangre…
Muchos
años después, un niño pasó por aquel sitio y cortó una flor roja… muy bella,
muy roja; la contempló tranquilamente durante unos minutos, la guardó después
en su mochila y, tras reacomodarse el fusil al hombro, continuó su marcha.
Un pistolero del oeste
Mark Twain
A veces, Jack Slade dejaba a sus enemigos sin
molestarlos durante semanas y meses, sin hablar de la ofensa ni mirarlos con
sonrisa agorera. Había quienes opinaban que actuaba así para que sus víctimas
se confiaran y poderlas atacar de improviso. Otros, en cambio, afirmaban que
Slade hacía durar al enemigo da la misma manera que un niño hace durar el
caramelo, para disfrutarlo más tiempo, saboreándolo por anticipado.
Bumerang
Dino Buzzati
Tiene
la manía de que está enfermo, lo dice a todo el mundo, el rumor corre y
finalmente vuelve a él. Se entera así de que está muy grave, según dicen los
demás. Entonces vuelve a lanzar la noticia en un tono catastrófico. Y
finalmente, amplificada de boca en boca, la noticia lo alcanza por segunda vez,
como un bumerang. De este modo se entera de que está muerto.