El creador del Comisario Montalbano presenta para el público español al policía Cecè Collura, embarcado en un crucero en el que se suceden los crímenes
El escritor Andrea Camilleri, autor italiano, creador del comisario Montalbano./ Antonio Moreno ./elmundo.es |
Idolatro a Camilleri. Es una declaración de principios. Y la primera
vez que le tuve a mi lado, muchos años más tarde de lo que hubiera
deseado, quise tocarle el brazo como tocaba el brazo a mi abuelo Joan,
miembro de ERC en 1931 y fundador del PSUC en La Garriga en 1936. Pero
Camilleri tiene tres hijas, y muchos nietos, y tiene un hijo de
ficción llamado Salvo Montalbano, y otro hijo que responde al nombre de
Cecè Collura, cuya existencia era poco pública en España. Yo soy, simplemente, un lector tímido de Andrea Camilleri, que quiso tocarle el brazo y se conformó con escucharle.
Andrea Camilleri llegó a Barcelona el mes de abril y cruzó el Saló de
Cent para recibir el Premio Carvalho como lo haría un Conde de
Barcelona. Aquí no hay reyes. Y durante sus días barceloneses quedó de
manifiesto lo que significa ser un autor que despierta pasiones entre la gente que ha hecho de Vigata una segunda patria.
La retina de sus lectores brilla como la de los niños jubilosos. "¡Ay,
los lectores!", suele exclamar Camilleri cuando lee las cartas que le
mandan los descifradores de sus novelas que no le perdonan el maltrato a los personajes que veneran.
"Me gustan mucho las novelas de Montalbano, pero lo que no me gustan
son las ideas de tu abuelo", le dijo a su nieta una maestra que había
votado a la formación Forza Italia liderada por don Silvio.
Camilleri está mayor, pero sus pasos lentos amagan una vitalidad
interior que le impide dejar de fabular. "Me siento feliz escribiendo",
confiesa a quien quiera escucharle. Esa es su felicidad, la de saber
contar todo aquello que le altera desde que tiene memoria. Empezó
enseñando en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma y, después
de trabajar como guionista y director de teatro y televisión a lo largo de 40 años,
se dedicó de manera desenfrenada a la narrativa. Cincuenta novelas con
su Sicilia como protagonista, y 30 novelas protagonizadas por Salvo
Montalbano demuestran la creatividad torrencial del hijo de los
Camilleri, natural de Agrigento.
"Maestro, maestro, vorrete una pasta ncasciata", una de las recetas
que sirven para recuperar las energías del comisario Montalbano. Se
cuecen los macarrones, se fríe la carne picada con un sofrito de ajo,
cebolla, sal, orégano y pimienta, se mezcla con una cucharada de tomate
casero y un chorro de vino tinto, y cuando todo está en su punto, se
espacia una base de macarrones con tomate en una fuente que se cubre con
una capa de carne picada, mozzarela y trozos de mortadela, seguida de
otra capa de huevos duros, albahaca y berenjenas fritas. Una vez
cubierta la superficie de pecorino, se mete en el horno.
Pero Camilleri prefirió alejarse de las recetas sicilianas y en el Set Portes pidió una paella de lenta digestión nocturna.
De vez en cuando, il maestro sentía la necesidad de nicotinar los
silencios y salía por la puerta anexa a la mesa en la que cenábamos a
fumar uno de sus rubios cigarrillos.
En un encuentro en París, Jean-Claude Izzo, Vázquez Montalbán y él
hablaron de las ganas que tenían de matar a sus personajes, hartos de
estar esclavizados a la voluntad de su prole. Izzo sugirió la idea de
meter a Fabio Montale en una barca y dejarle partir a la deriva.
Montalbán pensó en mandar a Pepe Carvalho a dar una vuelta al mundo sin
billete de regreso. Cuando le tocaba el turno a Camilleri, la
recepcionista llegó de improviso. Le llamaban por teléfono. Cuando
volvió con la voluntad de unirse a sus colegas, estos hablaban de la
vida y no de la muerte y Montalbano postergó su aciago destino para un
próximo encuentro. "No soy muy supersticioso, pero me salvé de contar
cómo iba a matar a mi detective, y de los tres, soy el único que sigue
aquí", dijo con el ojo de una cámara atento a sus vivencias.
A su Salvo, a sus Livia, Ingrid, Fazio, Catarella, Mimi o Adelina, se les ha unido ahora el comisario de a bordo Cecè Collura con el subcomisario triestino Scipio Premuda como pasajeros de un barco de recreo.
Collura no es un policía, es un navegante que investiga emulando a un
Monsieur Poirot en bermudas, con la diferencia de la gomina que
petrifica las formas del belga. Collura, que nació como un encargo de
verano, tendría el alma de Montalbano si a éste no le amargara gastar la
vida subido a un crucero alejado de los aromas de su Vigata natal.
"Es cierto que el amor es ciego, como suele decirse, pero también lo
es que siempre encuentras a alguien dispuesto a hacer que recuperes la
vista", escribe Camilleri en el cuento 'Una baraja de mujeres para el
petrolero Bill', protagonizado por Cecè Collura. Leer los nuevos relatos de Camilleri pasará a formar parte de los placeres de agosto.