El hallazgo puede coincidir con dos aniversarios: el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, en 2015, y los 400 años de su muerte, en 2016
Las habitantes del convento de clausura se mostraron en junio "muy
receptivas" a los trabajos una vez que las primeras labores para
encontrar a Cervantes no alteraron su día a día ni provocaron daños en el templo.
Miguel de Cervantes tendrá que esperar a después del verano para saber si el grupo de expertos que hace meses emprendió la búsqueda de sus restos puede seguir con los trabajos en el convento de las Trinitarias de Madrid, cuyas moradoras aún no se han reunido para dar el visto bueno o rechazar las excavaciones.
El verano se ha interpuesto en el
trabajo de los historiadores y forenses, que están a la espera de que el
Arzobispado de Madrid dé permiso para trabajar en la iglesia donde
reposa el padre de El Quijote y, sobre todo, de que las trece monjas de
clausura que viven en el convento den su visto bueno.
Las habitantes del convento de clausura se mostraron en junio "muy receptivas" a los trabajos una vez que las primeras labores para encontrar a Cervantes no alteraron su día a día ni provocaron daños en el templo, según explicó el georradarista Luis Avial.
Avial y otros de los investigadores se
reunieron con las monjas para explicarles su proyecto -hasta con una
presentación en Power Point-, y ellas agradecieron el "rigor" con el que
se estaba trabajando hasta el momento.
De ahí que la disposición de las monjas sea, aparentemente, favorable
a las investigaciones, pero están a la espera de que el Arzobispado dé
su visto bueno y, cuando lo tenga, las trece se reunirán para consensuar el 'sí' o el 'no'.
Una vez que las labores de búsqueda con el georradar concluyeron
en primavera, el siguiente paso es excavar, y el primer sitio -hay
cinco posibles ubicaciones- será la cripta en la que hay unos 30 nichos,
un lugar donde se podría trabajar sin demasiado intrusismo -es de fácil
acceso y gran tamaño- y donde, además, sería "lógico" que estén los
restos del autor de El Quijote si en alguna de las modificaciones de la
iglesia se trasladaron de lugar.
Y si allí no se encontrara Cervantes, habría que repetir los pasos: volver a pedir autorización para la siguiente fase, "dos intervenciones quirúrgicas muy limitadas" para no dañar el templo.
Francisco Etxeberría, forense que
dirigirá la búsqueda, ya percibió una actitud positiva de las monjas
cuando hablaron con ellas en junio.
Ver que el trabajo de los georradaristas no ha dañado el templo ni su
día a día de reclusión ha propiciado ese cambio de actitud y ha levantado las esperanzas de los investigadores en poder seguir adelante con sus trabajos.
También será necesario pedir permiso a la Comunidad de Madrid,
dado que la iglesia conventual está protegida como bien de interés
cultural (BIC), aunque los investigadores no esperan problemas por este
punto, teniendo en cuenta que el proyecto cuenta con la colaboración del
Ayuntamiento de la capital.
Una vez que todos los permisos estén
autorizados, comenzará una búsqueda que no será fácil, advierte
Etxeberría, porque lo que es seguro es que no va a aparecer un ataúd con
el nombre de Cervantes escrito en él.
Habrá que recuperar restos óseos -y es probable que estén muy disgregados- y analizarlos
para ver si alguno corresponde con los del escritor, que fue enterrado
junto a su esposa Catalina Salazar con un modesto hábito de la orden
terciaria y sin objetos personales o adornos.
No sirve aquí el ADN, porque aun en el remoto caso
de que pudiera extraerse, su árbol genealógico acaba prácticamente con
él y es imposible cotejarlo con ningún descendiente actual.
Así, la mejor ayuda que tendrán los
expertos es el propio Miguel de Cervantes, que en el prólogo de sus
"Novelas ejemplares" dejó un retrato de sí mismo.
"Éste que veis aquí, de rostro aguileño (...), de nariz corva,
aunque bien proporcionada (...) los dientes ni menudos ni crecidos,
porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos,
porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre
dos extremos, ni grande, ni pequeño (...) algo cargado de espaldas, y
no muy ligero de pies (...) Perdió en la batalla naval de Lepanto
la mano izquierda de un arcabuzazo", escribió, pistas que sería posible
identificar aunque haya pasado mucho tiempo.
Sea como fuere, no será antes de que termine el verano cuando se
retome la búsqueda, que muchos esperan que se resuelva en unos meses
para intentar hacer coincidir el hallazgo con dos aniversarios muy
próximos: el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, en 2015, y los 400 años de su muerte, en 2016. Don Miguel tendrá que esperar, pero ojalá no más de dos años.