Por encima de su trama llena de venganza y resentimientos de clase y maquinaciones políticas, la novela, según Puyol, no es en el fondo otra cosa que el adiós de la vieja nobleza en el umbral de la nueva sociedad “práctica y prosaica” que viene a reemplazarla
Portada Un asunto tenebroso de Honore Balzac./elpais.com |
Decía Somerset Maugham que Balzac, como todos los grandes
novelistas, era mucho mejor imaginando gente mala que gente buena. Balzac fue
un gran conocedor de la gente, de la mala y de la buena, aunque tal vez
convendría clasificar un poco ese conocimiento. El mismo novelista inglés
incluía a médicos, tenderos, empleados y periodistas, entre otros, en esa
franja que con tanta exactitud conocía el gran autor francés. En cambio,
consideraba que era menos preciso en el dibujo de los obreros urbanos y
trabajadores agrícolas. Eso lo afirmaba Somerset Maugham a propósito de Papá Goriot. Esta pequeña
introducción viene a cuento del libro al que creo no deberíamos escamotearle
ninguna nueva oportunidad. Me refiero a Un asunto tenebroso, una de las
primeras novelas policíacas de la historia del género, si no la primera, con
permiso de Caleb William (1794), de William Godwin (el padre de Mary
Shelley).
No es mi intención
ahora hacer una digresión sobre la importancia de la novela policíaca, la de
intriga y la negra. Pero sí lo es resucitar un libro que representa como
cualquier otro de la extensa obra de
Honoré de Balzac, la magnitud literaria y la capacidad de profundización y
desciframiento de la sociedad de su tiempo. Un asunto tenebroso se comenzó a
publicar por entregas entre el 14 de enero y el 20 de febrero de 1841. Se publica
en libro en 1843, el mismo año, por cierto, que Edgar Allan Poe publica Los
crímenes de la calle Morgue. En esta novela habría que comentar dos
cuestiones. Una en torno a su argumento y la otra referente al lugar temático
que ocupa en la Comedia Humana. Para escribir esta novela, el autor se basó
en un hecho real. Un asunto, realmente, tenebroso. Todo sucedió alrededor de
1800. Estamos en el año IX de la República napoleónica. Un abogado jacobino,
comprometido no demasiado decididamente en la causa robespierrana durante el
año del Terror, es secuestrado. Al poco tiempo, misteriosamente el abogado es
liberado y tres de sus secuestradores son detenidos. Es el momento en que entra
en escena Joseph Fouché, ministro entonces la policía (una especie de
Ministerio del Interior) por nombramiento de Napoleón Bonaparte. Es evidente
que Fouché, uno de los personajes más tenebrosos de la época, llenaría el sólo
una novela, como lo hizo en varias biografía, entre ellas una relevante de
Stefan Zweig. Tampoco vamos aquí hablar de Fouché, pero no viene mal recordar que
este oscuro personaje era capaz de tejer complots y luego él mismo destaparlos
con el siniestro propósito de desprestigiar a algún contrincante político o
para sobrevivir él mismo. Por los mismos días del secuestro, Napoleón es objeto
de un atentado. Fouché moviliza a sus policías y detienen a tres individuos
(los mismos tres que habían participado en el secuestro del abogado) y,
acusándolos del atentado, los hace fusilar. Este es, sucintamente, el verdadero
asunto tenebroso. Sobre él, se esgrimieron varias teorías, entre las cuales
figuraba la del propio Balzac. Y así es
como el escritor concibe Un asunto tenebroso.
En esta novela de
espionaje, de trama policíaca, destaca la visión política de Balzac, su lucidez
para interpretar un hecho histórico (sin ser por ello una novela histórica). En
uno de los estudios más penetrantes de la obra de Balzac, el ya fallecido
escritor y estudioso de la literatura francesa Carlos Puyol defiende la
tonalidad elegíaca de esta novela. Por encima de su trama llena de venganza y
resentimientos de clase y maquinaciones políticas, la novela, según Puyol, no
es en el fondo otra cosa que el adiós de la vieja nobleza en el umbral de la
nueva sociedad “práctica y prosaica” que viene a reemplazarla.
Un asunto tenebroso
forma parte de “Escenas de la vida
política” de la Comedia Humana y, evidentemente, se merece una segunda
oportunidad. La novela es un Balzac puro. No importan sus intromisiones en el
relato. Ni sus desaforadas por momentos digresiones sobre cualquier asunto.
Importa su inteligencia analítica para abordar unos hechos históricos y
políticos casi contemporáneos al relato. Asuntos tenebrosos tenemos hoy a
montones. Fouché no nos faltan. Y ya no digamos complots políticos. Lo que nos
falta probablemente son más Balzac. Así que aprovechemos éste.