lunes, 24 de diciembre de 2012

Sospechan que los asesinos de “A sangre fría” mataron a otra familia

¿Un nuevo epílogo para la gran novela de no-ficción de Truman Capote? En su libro, Capote contó la historia de Hickock y Smith, presos por el crimen de un matrimonio y dos hijos

CAPOTE. Entrevistó a los asesinos y trabó una relación muy cercana./ Revista Ñ
Los cuatro estallidos irrumpieron en las primeras horas de esa mañana de noviembre de 1959 e interfirieron con los ruidos normales de un pueblo perdido en Kansas, “con la activa histeria de los coyotes, el chasquido seco de las plantas secas arrastradas por el viento, los quejidos del silbido de la locomotora”. Los cuatro disparos que en total terminaron con seis vidas humanas; incluidas, en última instancia, las de los asesinos. Y, también, con el anonimato de Holcomb, Kansas; y con el mote de “cronista frívolo” que arrastraba (injustamente) Truman Capote. Pero no pudieron sepultar para siempre los cuerpos de Richard “Dick” Hickock y Perry Edward Smith.
Anteayer los restos de los asesinos que Capote retrató en A sangre fría fueron exhumados como parte de una investigación sobre otro homicidio cuádruple –el de la familia Walker– ocurrido en Florida ese mismo año.
Los restos de los asesinos yacen juntos, a pocos pasos uno del otro, en el cementerio de Mount Muncie, en Kansas, el mismo Estado donde liquidaron a Herbert Clutter, su mujer Bonnie y sus dos hijos.
Los Agentes de la Oficina de Investigación de Kansas desenterraron los huesos después de obtener una orden judicial, según confirmó Kyle Smith, subdirector del departamento policial del condado de Kansas. Los investigadores tardaron más de cuatro horas en exhumar ambos cuerpos para que la policía de Kansas procese el ADN extraído de los restos y lo remita a Florida para su comparación con las pruebas de los asesinatos no resueltos de la familia Walker.
En realidad, Dick y Perry, ya habían sido investigados por este cuádruple homicidio cuando todavía estaban vivos. El propio Capote lo describe en algunos pasajes de su memorable novela de no–ficción. Tras asesinar a los Clutter, relajados y en un hotel de Miami, Perry encontró una noticia que le llamó la atención: el asesinato de “Clifford Walker, su esposa y sus hijos, un niño de cuatro años y una niña de dos años”. El diario contaba que “Cada una de las víctimas, si bien ni atadas ni amordazadas, habían muerto de un disparo en la cabeza con un proyectil calibre 22. El crimen, del que no había ninguna pista y aparentemente tampoco motivo, tuvo efecto el sábado 19 de diciembre por la noche, en el domicilio de los Walker, un rancho ganadero vecino de Tallahassee.” Como reconstruye Capote, Perry y Hickock no tardaron en darse cuenta que ese día ellos se escondían en la misma localidad. “‘¡Increíble!’ Perry releyó el artículo. ‘¿Sabes lo que no me extraña? Que lo hubiese hecho un lunático. Un maniático que hubiera leído lo de Kansas’.
No fueron los únicos en asociar este crimen con el de los Clutter, por el que más tarde serían apresados, condenados y ejecutados.
El 20 de enero de 1965, en una carta que Perry envió a Capote –por entonces ya mantenían una amistad sugerente y una correspondencia fluida– y que el escritor reproduce en su libro, el preso escribe: “Me han pedido que me someta al detector de mentiras por lo del caso Walker”. En la página que sigue Capote describe, con detalles, el asesinato de los Walker: “Un joven matrimonio, Clifford Walker y señora, y sus dos hijos, niño y niña, todos ellos muertos de un escopetazo en la cabeza”. Y continúa: “Los resultados de la prueba, para gran desilusión del sheriff de Osprey y de Al Dewey (el investigador del homicidio de los Clutter), que no cree en excepcionales coincidencias, fueron negativos. El asesino de la familia Walker sigue por descubrir”, concluye Capote, en la última de sus menciones sobre ese homicidio.
Ahora, la exhumación se realizó tras el pedido del detective del condado de Sarasota en Florida.
Kim McGath, que pasó cuatro años investigando los asesinatos de la familia de Florida, no cree que el detector de mentiras haya dicho toda la verdad. Insiste en que los asesinatos de ambas familias presentan muchas similitudes. Por ejemplo, que Christine Walker fue violada: los investigadores encontraron muestras de semen en el cuerpo sin vida de la mujer, según McGath. Y Smith dejó entrever, en sus conversaciones con Capote, que él mismo impidió que su socio abusara de Nancy Clutter, que sólo tenía 16.
De hecho, en A sangre fría, en el mismo hotel de Miami donde se habrían enterado del asesinato de los Walker, Perry se enfurece por ver a Hickock coqueteando con una chica. “¿No habían llegado casi a las manos cuando, muy recientemente, él impidió que Dick violara a una aterrada muchacha?”, se pregunta Capote.
Además, McGath agregó que Smith tenía un cuchillo idéntico a uno robado a Cliff Walker. Ha de sospechar que se trata del mismo cuchillo con el que le cortó la garganta a Herbert Clutter, antes de dispararle.
Perry y Dick se conocieron en los ‘50, mientras cumplían una condena en una cárcel de Kansas. Estuvieron juntos 2 mil días en la “hilera de la muerte”, o El Rincón, el pabellón para los condenados a muerte. Capote, aseguran algunas investigaciones, financió recursos legales para retrasar la ejecución mientras le convenía y, finalmente, retiró su ayuda para garantizar un fin contundente y dramático a su libro. Sólo no contaba con este epílogo.