El periodista y escritor Francisco Mouat les dio un sector de su librería a las letras futboleras
|
Mouat, además de cronista y escritor, es editor y de un tiempo acá
librero. Tiene los mejores títulos sobre la conjunción fútbol y
literatura. Aquí, su 'rincón del fútbol'./eltiempo.com |
“Vamos hacia el córner”, dice Francisco Mouat.
Nos guía. Allí, en ese rincón, que podría ser cualquier rincón de
cualquier librería –o en cualquier cancha–, nacen miles de goles.
Lo mejores, los más raros, los increíbles, los
más fantásticos e inefables. Los que brotan de la imaginación, de la
palabra, de las letras.
Son columnas atestadas de libros debidamente
organizados, pulcros. En ese ‘rincón del fútbol’, como se lo conoce,
están los mejores títulos que la literatura y este deporte se han
encargado de combinar, como si de una feroz pareja de cracs se tratara.
La librería se llama Lolita (en homenaje a una perra pastor alemán que
por muchos años le hizo compañía a Mouat) y queda en el sector de
República de Cuba, en Santiago de Chile, donde por estos días solo se
habla de fútbol, con motivo de la disputa de la Copa América.
Mouat, un periodista y escritor en retiro –y
un lector vitalicio–, es el dueño del lugar. Usa anteojos grandes. Lleva
el pelo blanco, algo alborotado. Tiene barba. Habla pausadamente, como
masticando cada palabra que pronuncia. Le entusiasma hablar de su
‘rincón’. Aunque en Lolita no solo se conversa de fútbol, sino de mucha
literatura.
Suena música de fondo, todo tipo de música, música
generacional: los Beatles, Los Prisioneros... Sirven café de día; vino
de noche, cuando abren puertas a sus habituales talleres,
conversatorios, eventos literarios. Es una librería pequeña, acogedora.
Está llena de compradores todo el tiempo. Muchos extranjeros.
De ese rincón, que Mouat ha levantado como un
altar, podría salir una selección de escritores de lujo: están Roberto
Fontanarrosa, Eduardo Sacheri, Juan Villoro, Martín Caparrós, Osvaldo
Soriano, Rodolfo Braceli, Eduardo Galeano, Hornby, Dimitrijevic, Mouat. Y
muchos más. Están los mejores autores de la pelota, todas las
temáticas, no se reserva ninguno. Cualquier futbolero se animaría a
entrar aquí y patear este córner.
|
Algunos de los títulos futboleros que se pueden encontrar en la librería Lolita, en Santiago de Chile. |
¿Cuántos libros de fútbol hay en Lolita?
No los he contado, pero son unos 80 títulos,
de todo tipo. Uno va descubriendo aquí, mirando, todo lo que hay: como
los clásicos, todos los cuentos de Roberto Fontanarrosa o sus viñetas;
Fiebre en las gradas, de Nick Hornby; las novelas de Eduardo Sacheri.
Hay un libro sobre el Mundial del 50. Hay otros de la Copa América. Este
–lo saca de la repisa, lo abre, lo ojea, medita– sobre Matthias
Sindelar, una historia espectacular del austriaco que se negó a jugar en
1938 con los nazis. Hay otros libros más periodísticos, también
biografías de Marcelo Bielsa, de Pep Guardiola y de otros, y tenemos a
Juan Villoro, ese gran escritor...
Usted ha compartido charlas de fútbol con Villoro y con Eduardo Sacheri, ¿qué nos cuenta de esas experiencias?
Sí.
Hicimos una mesa de trabajo en Guadalajara (México), en la Feria del
Libro. Fue una linda experiencia, un encuentro que intentó desarrollar
el tema de la literatura y el fútbol, que se encuentran en algún
momento. Este rincón –señala los libros, los mira, desde arriba hasta
abajo, hace pausas, se rasca la barba y continúa– es un buen testimonio
de eso. Aquí concurren fanáticos del fútbol y de la literatura. Claro
que pueden convivir. Mucha gente tuvo en algún momento un prejuicio
ridículo de que no se pueden encontrar, eso es absurdo.
¿Cuál fue el momento en el que el fútbol se encontró con la literatura?
Creo que antes de Fontanarrosa. A mí me
encantaría, por ejemplo, tener lo escrito por Diego Lucero, pero no se
ha reeditado nada, espero en algún momento poder hacerlo en mi librería,
su antología. Lucero fue aquel periodista uruguayo que asistió a todos
los mundiales, desde el primero hasta el de Estados Unidos 94. Fue el
único. Luego murió. Tiene libros de crónicas de fútbol muy bonitas, que
ya no se encuentran. Es un cronista que fue capaz de encontrar ese
vínculo. Claro, Fontanarrosa es de los más reconocidos por la
recuperación del habla del fútbol. Osvaldo Soriano es relevante, fue un
hallazgo para mí. De los 80 para adelante vino el boom de las
biografías, sobre todo en España. En los 90 llegaron las investigaciones
de fútbol.
¿Tiene algún escritor de fútbol favorito?
Muchos, Soriano me gusta mucho. Juan Villoro,
el mexicano, es una referencia muy valiosa en la mirada y la relación
entre fútbol y literatura. Demuestra mucho amor entre el fútbol y el
lenguaje. El argentino Rodolfo Braceli lo descubrí hace poco, y para mí
fue una novedad, es un gran narrador, gran cuentista. Tiene cuentos de
fútbol, pero en realidad el fútbol es un pretexto para escribir. Me
atrapó.
¿Qué debe tener un buen libro de fútbol?
No por escribir de fútbol quiere decir que va a
ser bueno. La gracia es que haya lenguaje, cuidado y amor, concepto,
detalle, la mirada propia, el punto de vista, sabrosura; eso es lo
interesante. Nosotros (Lolita Editores) tenemos una colección de libros
que se llama ‘Amor a la camiseta’, y en ellos no solo buscamos un
escritor que sea hincha de un equipo chileno y escriba de él, sino que
sea capaz de desplegar un lenguaje de calidad, que trascienda para
cualquier buen lector. No queremos atiborrar con información, sino que
buscamos sensibilidad.
Usted también escribe de fútbol y ha publicado...
En nuestra colección publiqué el libro de mi
equipo, el de la U (Universidad de Chile). Cada escritor publica el de
su equipo. Se llaman Soy de Colo-Colo, Soy de Cobreloa, Soy de la
Católica... Hasta hay uno que se llama No soy de ningún equipo. Algún
día publicaremos libros de escritores que son hinchas de equipos en
otros países.
¿Cómo ha logrado recolectar todos estos títulos?
Tengo muchos amigos y gente que nos ayuda con
el catálogo. Dicen “oye, Pancho, descubrí este título, pídelo”. Y lo
consigo. También me apoyo en mis lecturas, 35 años leyendo. Esto es una
comunidad y entre todos vamos construyendo este pequeño catálogo –en ese
instante lo interrumpe un ayudante suyo, de pelo canoso y bigote, que
se acerca a la charla con un libro en las manos; no es de fútbol, pero
sí de un deportista de Colombia, ‘Pambelé’. Es El oro y la oscuridad, de
Alberto Salcedo Ramos. Francisco me lo obsequia. Le digo que ya lo
tengo, que es un clásico en Colombia–. Pero seguro que no tienes el de
Ediciones Lolita, llévatelo.
¿Conoce a Salcedo Ramos?
Sí, claro. Salcedo ha estado en Chile, por eso
este libro lo publicamos nosotros. Gran personaje ‘Pambelé’, gran
historia. Quiero convencer a Alberto para que escriba del Junior, que es
su equipo. Ya se lo comenté. Cuando hagamos la colección de escritores
extranjeros, quiero que él escriba sobre el Junior.
¿Conoce libros colombianos de fútbol?
No. De fútbol... –medita unos segundos, se toca el mentón–. No, nada.
Puedo recomendarle ‘Autogol’, de Ricardo Silva Romero. Una novela que habla de la época del Mundial del 94...
¡Uy! ¿De Andrés Escobar? Qué bien, interesante –se retira a apuntar el nombre, promete que lo conseguirá.
¿Qué significa esta esquina de fútbol? Porque se siente un aura emocionante...
Sí, aquí viene mucha gente a este rincón, es
muy entretenido, hay incluso una colección infantil. A los niños también
les gusta venir y hay muy buenos títulos para ellos.
Recomiéndenos tres títulos infaltables...
Uy. ¿Me pides tres?, ufff. A ver. Si quieren
tres clásicos, no dejen de leer Fiebre en las gradas; los cuentos de
Fontanarrosa y el libro Arqueros, ilusionistas y goleadores, de Osvaldo
Soriano. Si quieren tres cosas menos corrientes, recomiendo Querido
enemigo, de Braceli, es poco conocido y muy interesante. La vida es un
valor redondo, de Vladimir Dimitrijevic, y la historia de Matthias
Sindelar –vuelve y saca ese libro (Fuera de juego); es la tercera vez
que lo hace, lo hojea de nuevo, se ve que le fascina.
Usted es periodista, escritor, pero se dedicó a su librería...
Desde muy chico voy a la cancha, como un
hincha más. Hago periodismo desde los 20 años. Diría que hoy estoy
jubilado del periodismo. Mi único pie es el programa de Los Tenores, de
Radio ADN de Chile, que es de fútbol. El resto es la literatura, esta
librería, mis talleres de literatura, la editorial, que lleva cinco
años, con cincuenta libros publicados. Mi vida es eso, y ya. ¿Mi
trayectoria? No sé, doce libros publicados, no hablo más de eso...
Pero cuéntenos un poco de esa trayectoria...
(Pancho se retira y vuelve con una montañita
de libros, son algunas de sus publicaciones). Tengo varios publicados,
los de fútbol: Nuevas cosas del fútbol, son crónicas, lo tengo agotado. Y
un diccionario que es un divertimento en torno a las palabras que se
usan en Chile para hablar de fútbol. Publiqué en el 2001 El empampado
Riquelme, es de no ficción, sobre un sujeto que desaparece en el 1956 y
sus restos aparecen medio siglo después en el desierto de Atacama. En el
2004 publiqué 'Chilenos de raza', que son crónicas e historias.
Ahí hay una famosa crónica que se llama ‘Condorito y el Roto Quezada’...
El Roto Quezada fue un ciudadano cualquiera,
un sujeto del que Pepo, el libretista de Condorito, se quiso vengar por
una grosería que tuvo con su mujer. Entonces dedicaba en todas las
historietas ‘muera el Roto Quezada’, hasta que murió y solo entonces
Pepo se tranquilizó y calmó su venganza cruel y brutal. Esa historia
está ahí en ese libro. Y tengo otros libros, varios de crónicas. Ya ni
los recuerdo todos.
¿Qué autores son los que más lee?
En mi taller leemos 40 libros al año. Es un
poquito de lo que a uno le gusta. Desde poesía hasta novelas recientes,
estoy permanentemente leyendo. Es mi actividad, junto con el oficio de
librero. Ya no de escribir.