"Fuimos al cine" "¿Y qué película vieron?". "No lo sé. Patricia, ¿qué película hemos visto?".
Desde siempre, las anécdotas sobre Mario Vargas Llosa y Patricia
Llosa Urquidi se han dirigido en la misma dirección: retratarlo a él
como un hombre ensimismado en sus historias y a ella como la mujer
empeñada en mantener el hilo entre la tierra y su chico soñador. Ahora
ya no, ya casi no circulan los chascarrillos desde que Isabel Preysler y el escritor etcétera, etcétera.
Los amigos de Mario y Patricia prefieren callar. "Cualquier cosa que le
diga ahora va ser malinterpretada". Y los que han sido, más que amigos,
compañeros de viaje, reconocen que Vargas Llosa es un caballero que,
detrás de su fachada de amabilidad impecable, nunca deja saber gran cosa
de su intimidad. "Pero, bueno, la historia de Patricia y Mario está los
libros. Búsquela en los libros si quiere saberla".
A eso vamos. La bibliografía podría ser muy amplia, empezaría
en 'La tía Julia y el escribidor' y en su réplica, 'Lo que Varguitas no
dijo', de Julia Urquidi. Pero nos centraremos en tres títulos:
'Aquellos años del boom', de Xavi Ayén (RBA, 2014), 'Mario Vargas
Llosa; el vicio de escribir', de J.J. Armas Marcelo (Alfaguara, 2002), y
'El pez en el agua', del propio Mario (Seix Barral, 1993).
La primera escena es confusa, pero demasiado sugerente como para
dejarla pasar. Ayén la relata citando a Julia Urquidi, la primera mujer
de Vargas Llosa, la tía de Mario y Patricia, la tía Julia de la novela.
Cochabamba, Bolivia, 1945: Mario tenía nueve años, Julia, 19 y Patricia estaba a punto de nacer.
Mario quiso espiar el parto pero Julia lo descubrió y le regañó. Qué
momento cinematográfico, ¿verdad? La pena es que Mario cuenta en 'El pez
en el agua' que la escena existió pero no en el momento en el que nació
Patricia sino un par de años antes, cuando nació su otra prima, Wanda.
Da igual: merece la pena detenerse en aquellos años de Cochabamba.
Mario Vargas Llosa había nacido sin padre. Se ha contado mil veces que
su madre, Dora, le contó a su único hijo que Pedro, su padre, había
muerto durante la gestación. Y así, huérfano, creció el futuro escritor
entre mujeres, mimado y feliz. La familia se trasladó de Arequipa a
Cochabamba porque el abuelo de Mario era el cónsul del Perú en la ciudad
y allí el chico echó a escribir cuentos y obritas de teatro como un
príncipe.
La 'resurrección' del padre
Después, cuando Mario tenía 10 años, resultó que Pedro, el padre,
seguía vivo. Reapareció en la vida de su hijo con dos hermanos
estadounidenses y un afán por enderazar a Mario, al que veía "medio
poeta, medio maricón", según explica Armas Marcelo. Por eso, el ingreso
de Vargas Llosa en la Escuela Militar Leoncio Prado de Lima, el
escenario brutal de 'La ciudad y los perros'. Pedro Vargas no consiguió
cambiar el destino de su hijo, al contrario, lo aceleró, pero esa es
otra historia.
"Mario siempre ha llevado con mucha naturalidad sus matrimonios en familia"
De alguno de esos veranos de la adolescencia vienen estos recuerdos
escritos por Mario Vargas Llosa en 1993: "Mis primas quedaron encargadas
de despertarme cada mañana. Wandita lo hacía con delicadeza; la menor, Patricia, aprovechaba la ocasión para dar rienda suelta a sus malos instintos
y no tenía empacho en echarme encima un vaso de agua. Era un pequeño
demonio de siete años disimulado tras una carita de nariz respingada,
ojos fulminantes y cabellos crespos. [...] Sus malacrianzas batieron
todos los récords de la tradición familiar, incluso los míos. Cuando no
le daban gusto en algo, la prima Patricia era capaz de llorar y zapatear
horas de horas hasta sacar de sus casillas al tío Lucho, a quien yo vi,
una vez, meterla vestida a la ducha, a ver si dejaba de chillar".
La tentación es jugar al psicoanálisis e interpretar que este cuadro
(madres, tías y primas consentidoras; padre ausente/frustrador) el
principio del hilo que llevó a Vargas Llosa a casarse primero con su tía
y después con su prima. "Yo creo que Mario siempre ha llevado con mucha
naturalidad sus matrimonios en la familia. Si lo ve con un poco de
perspectiva, no es tan extraño", explica una colega de Vargas Llosa,
conocida desde los años de Barcelona.
El triángulo familiar
También se ha contado mil veces la historia de Mario y Julia. Todos
tenemos en la cabeza su cortejo gracias a 'La tía Julia y el
escribidor'. Menos conocida es la historia de su ruptura. En 1959,
Vargas Llosa consiguió una beca para terminar su doctorado en Madrid.
Pero España era entonces un país claustrofóbico e inculto que sólo le
sirvió al peruano de lanzadera. Al siguiente curso, Mario ya estaba en
París. Trabajaba de traductor, vivía en un hotel de la orilla izquierda
(el Wetter) y tenía a Julia a su lado. Ayén y Armas Marcelo hablan de
una primera crisis: Mario se enamoró de una mexicana (una traductora o una actriz, según la fuente) y el matrimonio se tambaleó por primera vez.
Después remontaron, llegó la prima Wanda a París, se instaló con la
pareja (su primo y su tía) y, al año siguiente, la extraña familia
recibió a la prima-sobrina-hermana pequeña, a Patricia, que era aún una
adolescente. Entonces, las cosas se fueron deslizando. Armas Marcelo
cuenta que, una noche, Julio Ramón Ribeyro se llevó a Patricia a bailar.
Cuando volvieron a casa, el primo Mario los esperaba impaciente y
exaltado, como el que espera a una enamorada descocada. Ribeyro tomó
nota de que algo raro pasaba entre los primos.
En julio de 1962, Wanda murió en un accidente de avión. En el duelo,
el triángulo se hizo explícito, estalló. Un año más tarde, Julia
concedió el divorcio a Mario (en buenos términos y con una bonita
indemnización para ella: los derechos de La ciudad y los perros). Y, en
1964, los primos Patricia Llosa Urquidi y Mario Vargas Llosa, ya un
escritor de éxito, contrajeron matrimonio.
¿Y fueron felices y comieron perdices? No tan deprisa. Armas Marcelo
habla en 'El vicio de escribir' de un extraño mecanismo mental por el
que Vargas Llosa creía que una vida entregada a la literatura era
incompatible con el proyecto de crear una familia. Ya antes, en París,
cuando las idas y venidas entre Julia y Patricia, Mario tomó la
determinación de dejar de escribir para así poder tener una vida normal.
La agente Carmen Balcells, según cuenta Xavi Ayén, tuvo que mediar para
que su protegido volviera a la literatura.
Por eso, Mario esquivó la paternidad mientras pudo. La pareja se
trasladó a Londres, a un apartamento en Cricklewood, y allí aparecieron
por fin los hijos, Álvaro y Gonzalo (los dos nacieron en Lima durante
los años londinenses). Mario y Patricia llegaron a un acuerdo, quién
sabe si implícito o explícito, sobre cómo iba a ser su matrimonio: él se
dedicaría a escribir (en esa época, Conversación en La Catedral) con la
disciplina de un cadete; ella resolvería todo lo demás. "Mario es de esos hombres que, sin su mujer, no sabrían ni vestirse", es una frase que hemos escuchado todos los que trabajamos en el mundillo literario.
Pero esa es, sin duda, una exageración. Mario Vargas Llosa ha sido
siempre un hombre coqueto en el mejor sentido de la palabra. Los
veteranos del boom lo recuerdan como a un muchacho guapo, formal y
pulcramente vestido, incluso durante los años de Barcelona, cuando sus
amigos (Donoso, García Márquez, Cortázar...) vestían con harapos y
sandalias. "Le fallaba un poco la voz, ese timbre un poco aflautado,
pero era un hombre que gustaba a las mujeres. Y así ha sido siempre
hasta hoy. Hubo una época en la que parecía que iba a coger peso, pero
no. Sigue siendo el mismo de siempre pero canoso y con algunas arrugas".
De modo que Mario gustaba a las mujeres. ¿Era un conquistador? No hay
muchos datos al respecto en los libros, sólo una alusión de Armas
Marcelo a algún texto del editor Carlos Barral que decía que sí, que pasaban cosas pero nada verdaderamente importante "porque no eran dentro de la familia".
También queda una vieja entrevista en la Vargas Llosa decía que claro
que había chicas que le parecían atractivas pero no, no, si él no tenía
ni tiempo para nada...
La aparición de Susana
Hasta que la vida colocó a Patricia y Mario en el quicio de su
matrimonio. En 1974, después de varios años felices en Barcelona, la
familia decidió volver a Lima. "No sé por qué me fui de Barcelona",
reconoce Vargas Llosa en el libro de Ayén. El viaje es en barco, a bordo
de un ferry italiano llamado Rossini. Y ahí, en la travesía, hay una
cena de gala en la que aparece una pareja de amigos de Alfredo Bryce
Echenique que pasaban por allí y llega el flechazo que conduce a Mario y
Patricia hasta el abismo de la separación. Ayén identifica a la mujer
como Susana D.C., casada con el arquitecto Andrés B.
Al llegar a Lima, Patricia no quería saber nada de su marido. Mario y
Susana tomaron el camino de vuelta a Barcelona dispuestos a empezar una
nueva vida pero las cosas no cuajaron. En Barajas, el marido de Susana
se presentó ante Mario hecho una furia, quizá armado, e impidió su
escapada. En medio, corrió un rumor enloquecido: Susana y Mario
habían renunciado a estar juntos porque, por el camino, descubrieron que
son hermanos putativos. Ayén dice que todo fue una broma de
Carlos Barral, pero aún hay quien cree que fue Carmen Balcells quien
inventó la aventura para forzar a Mario a que sentara cabeza. E incluso
queda quien cuenta que Susana era familia política de los Llosa. ¿quién
sabe? Da igual: hacia 1975, Mario y Patricia vuelven a estar juntos en
Lima. Su crisis sólo dejó una víctima definitiva: la amistad de Vargas
Llosa con Gabriel García Márquez, al que el peruano reprochó un
comportamiento desleal durante su separación. Aquella historia del
puñetazo en el ojo izquierdo de Gabo...
Hace un año, cuando aún se podía hacer bromas sobre Vargas Llosa y
Patricia, un conocido de la pareja explicaba una hipótesis sobre cómo
funcionaba su pareja: "Si todos los matrimonios acaban por parecerse parejas de hermanos, qué no ocurrirá en un matrimonio de primos. En la pareja de Mario y Patricia pesa más el hecho de ser familia que el de ser marido y mujer". Hasta ahora.