¿Quieren oír un chiste de procrastinación? Meh, tal vez más tarde…
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Los escritores son los amos de la procrastinación, ¡Pilas!/pijamasurf.com |
La procrastinación se ha mistificado y se ha sufrido,
pero cuando se le estudia con detenimiento se llega a la inevitable
conclusión de que lo único que puede vencerla es la acción; aquí te
proponemos algunas soluciones para hackear y reprogramar el uso de la
atención
De acuerdo, la procrastinación no
siempre es cosa de risa; pero Piers Steel, quien se ha encargado de
estudiar los hábitos de los grandes postergadores o procrastinadores (es
decir, cualquiera de nosotros, en algún punto de nuestras vidas) se
toma muy en serio su trabajo. Él es autor del libro The Procrastination Equation,
donde afirma que la procrastinación no es sólo un mal hábito de
producción, sino que quienes lo padecen manifiestan menor bienestar en
general, mala salud y salarios más bajos.
Siempre hay un proyecto que terminar, un
correo electrónico qué enviar, una llamada que hacer. Pero, a pesar de
nuestras mejores intenciones, no parecemos capaz de hacerlo. La
procrastinación, según Steel, no tiene nada que ver con la voluntad de
trabajar o no, sino con “el lado oculto de la impulsividad”, que se
convierte en una falla para regular nuestros mecanismos de autocontrol.
La impulsividad nos lleva a actuar en
vez de esperar, y existen ocasiones en la vida en las que ser impulsivos
puede tener buenos resultados (como al atrevernos a besar a alguien que
nos gusta o buscar el trabajo de nuestros sueños); pero la
procrastinación consiste también en actuar buscando un beneficio
inmediato en lugar de utilizar nuestra atención en tareas que nos
reportarán un beneficio a mediano o largo plazo.
Aunque se asocia con el trabajo y las
horas que (no) destinamos a realizarlo, la procrastinación no es nada
nuevo: los primeros registros históricos datan del año 1400 a.d.n.e. en
algunas estelas egipcias. “Amigo, deja de evitar el trabajo y vayamos a
casa en buena hora”. Algunos siglos después (en el 800 antes de nuestra
era), Hesíodo nos advertía: “No dejar el trabajo para mañana y para el
día después, pues un trabajador perezoso no llena su hacienda, ni
tampoco uno que deja su trabajo”. El gran Cicerón decía que la lentitud y
los retrasos eran algo muy odioso, similar postura a la de Samuel
Johnson, quien escribió en 1751 que: “la locura de permitirnos retrasar
aquello de lo que sabemos que no podemos escapar es una de las
debilidades generales que, a pesar de los consejos de los moralistas y
las demostraciones de la razón, prevalece en mayor o menor medida en
todas las mentes; incluso aquellos que pueden resistirla la sufren, si
no como la más violenta, sí como la más pertinaz de las pasiones,
siempre renovando sus ataques y, aunque se le pueda mantener a raya,
nunca se le destruye”.
Pero el doctor Johnson proponía una cura
que psicólogos modernos como Steel siguen encontrando valiosa: “habitar
el tiempo presente”.
Cómo dejar de procrastinar
La procrastinación puede entenderse como
un proceso, no como un estado. En realidad no podemos “no lavar los
trastes”, sino que en lugar de lavar los trastes, preferimos no hacerlo,
aunque no nos lo confesemos ni siquiera a nosotros mismos, y preferimos
en cambio buscar distractores. La procrastinación es elegir hacer otra cosa. Como el Bartleby de Herman Melville, preferimos evitar las tareas que podrían beneficiarnos, y aprendemos a temer las consecuencias de nuestra negligencia.
¿Pero por qué no elegimos hacer lo que
sabemos que nos aportará algún beneficio, como el trabajo? En muchas
ocasiones, la procrastinación es provocada porque nuestro trabajo no nos
aporta un beneficio inmediato o porque no podemos encontrar sentido a
nuestras acciones; la clave, según los psicólogos Gabriele Oettingen y
Peter Gollwitzer de la Universidad de Nueva York, es practicar el
autocontrol a través de algunas estrategias sencillas.
Metas a corto plazo
El autocontrol puede conseguirse proponiéndonos metas inmediatas y tan específicas como sea posible. El “método pomodoro”
consiste en trabajar por lapsos de 25 minutos y darse 10 minutos de
descanso; por cada tres lapsos de 25 minutos, podemos descansar 15.
Steel usa una variante de sesiones de 10 minutos, especialmente buenas
para las tareas que no queremos hacer, “pues se parece a lanzarse a una
alberca de agua fría: los primeros segundos son terribles, pero después
te sientes genial”.
Muchas veces, el propio impulso de la
tarea te permitirá concentrarte durante lapsos más largos, pues el
problema de los procrastinadores crónicos no es la falta de creatividad
ni de energía, sino de impulsividad positiva para comenzar.
“Uno no dice ‘voy a escribir’. Uno dice ‘voy a llegar a 400 palabras
para las dos en punto’”, según Steel. Se trata de hackear nuestro
condicionamiento autofomentado de que el trabajo es algo que debemos hacer:
en esencia, la creencia errónea no se combate a fondo, pero nos
permitimos brincar la barrera de la parálisis analítica y poner manos a
la obra.
Pero el autocontrol táctico del método
pomodoro debe reforzarse con el autocontrol estratégico de los
distractores: para esto es necesario observar nuestro lugar de trabajo
con gran detenimiento, pues como dice Steel, “el problema pueden ser tus
distracciones, no tus metas”. Existen apps que ponen un retraso para
abrir ciertos juegos especialmente adictivos (Hola, Candy Crush), con el
fin de darnos un pequeño lapso para reconsiderar distraernos y
reencaminar nuestra atención rumbo a nuestras metas a corto plazo.
Espacio de trabajo
¿Qué cosas nos distraen, ya sea en
nuestro entorno físico o en nuestra computadora? Muchos escritores
aconsejan nunca escribir en una computadora conectada a internet;
nuestra oficina o cubículo pueden estar expuestos al ruido o a
distractores sociales. Pero un examen de conciencia de cualquier
procrastinador crónico nos dirá que, en realidad, su talento es
encontrar nuevos distractores.
El ocio es un derecho inalienable (o
debería serlo) pero se estima que, en E. U., cada trabajador pasa casi
dos horas de su día evitando el trabajo. Para disfrutar realmente del
ocio, es necesario que este ocurra lejos de nuestro lugar de trabajo: la
división de espacios para trabajar y espacios para descansar le
permitirá a nuestro cerebro enfocarse en lo que corresponde al momento
presente. Trabajar en la cama es un pésimo hábito, porque estamos
reforzando la idea de que la cama es un lugar de trabajo en vez de un
lugar de descanso. En lo posible, nuestra habitación debe ser un lugar
donde podamos aislarnos del mundo externo.
Rutinas
En Pijama Surf hemos publicado muchos
posts sobre las rutinas de los artistas y escritores, porque reconocemos
la importancia que una rutina positiva y placentera puede tener en
todos los aspectos de nuestra vida. Desde sus hábitos de sueño hasta sus formas de caminar, los hábitos de las personas productivas suelen inspirar a las que no lo son tanto a cambiar (o al menos revisar) los propios.
Al igual que la palabra trabajo,
“rutina” tiene una carga semántica negativa que remite a realizar
acciones repetitivas y engorrosas, y se opone a la aparente
espontaneidad del caótico desorden que asociamos con la creatividad.
Pero la rutina simplemente es una herramienta para darle estabilidad a
nuestra atención, permitiéndole automatizar ciertas tareas para
enfocarse en otras más estimulantes.
Por ejemplo, tal vez pensar en lavarte
los dientes antes de acostarte te produzca pereza, pero si lo has hecho
desde niño seguramente el hábito se ha automatizado a tal punto que
simplemente te los lavas sin pensar en ello. Establecer horarios para
comer y dormir no solamente nos permitirá tener una mejor digestión y
descansar mejor, sino que le enseñará a nuestro cerebro a enfocarse en
esas tareas (e incluso a examinar algunas soluciones creativas para
problemas de la vigilia durante el sueño).
Las rutinas se fortalecen con la
práctica, pero lo mejor es comenzar por tareas sencillas con las que
podemos involucrarnos fácilmente; la idea es que con el tiempo vayas
notando que las tareas que antes te parecían cansadas o aburridas,
terminan haciéndose prácticamente por sí mismas.
Test de procrastinación
El sitio Procrastinus.com
cuenta con diversos recursos para saber más sobre la procrastinación,
además de tests de personalidad que, irónicamente, te permitirán evaluar
el nivel de procrastinación en que te encuentras. Aquí puedes leer
sobre el componente genético de la procrastinación.
Por último, compartimos una de las
muchas listas que el novelista Henry Miller realizó durante su vida para
ayudarse a encauzar la energía creativa, con el título prometedor de :
Mandamientos
1. Trabaja en una cosa a la vez hasta terminar.
2. No comiences nuevos libros; no añadas nuevo material a “Black Spring”.
3. No estés nervioso. Trabaja calmadamente, con alegría, con temeridad, en lo que estés haciendo.
4. Trabaja de acuerdo al Programa y no de acuerdo al estado de ánimo. ¡Detente a la hora prevista!
5. Cuando no puedes crear, puedes trabajar.
6. Planta un poco cada día en lugar de añadir más fertilizante.
7. ¡Mantente humano! Júntate con gente, ve a lugares, bebe si te apetece.
8. ¡No seas un caballo de carga! Trabaja sólo con placer.
9. Ignora el Programa si quieres, pero retómalo al día siguiente. Concéntrate. Delimita. Excluye.
10. Olvídate de los libros que quieres escribir. Piensa sólo en el libro que estás escribiendo.
11. Escribe primero y siempre. La pintura, la música, los amigos, el cine, todo esto viene después.