1.
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Primer libro de cuentos de Óscar Collazos |
Hacia 1970, comencé una investigación –sin
patrocinio alguno- sobre literatura colombiana. Tomé una muestra de 23
narradores nacidos en la década del 40 (o muy cerca de ella), levanté la
bibliografía de cada uno de ellos (activa y pasiva) y les formulé una
entrevista piloto en la búsqueda de la relación causal entre el pensamiento del
escritor y su producción literaria. Los resultados se publicaron en el libro –mi
primer libro individual- La generación
del bloqueo y del estado de sitio (Bogotá, Ediciones Punto Rojo, 1973, pp.
253). De los nueve escritores desaparecidos de aquella lista, Óscar Collazos ha
sido el último. Le antecedieron: Eutiquio Leal, Helena Araújo, José Stevenson,
Humberto Tafur, Alberto Duque López, Germán Espinosa, Arturo Alape y Jairo
Mercado. Y recuerdo estos datos porque uno de los escritores jóvenes, para
entonces, con mayor número de publicaciones, fue Collazos, “el negro” Collazos,
como se le decía en familia. A partir de esos años, lo vimos crecer muy rápido.
Sus dos primeros libros (de cuentos) habían sorprendido a todo el mundo. Hoy,
siguen sorprendiendo: El verano también
moja las espaldas (publicado en 1966 por Ediciones Papel Sobrante, de
Medellín, una empresa quijotesca de Manuel Mejía Vallejo, Oscar Hernández y
Darío Ruiz Gómez, entre otros, y Son de
máquina, publicado por Ediciones Testimonio en 1968, otra quijotada de
David Consuegra (1939-2004), el gran diseñador y artista colombiano, fundador
de la revista literaria Nova, donde
apareceríamos publicados cuentistas jóvenes, premiados en el concurso
organizado por David y el poeta Eduardo Galindo).
Sin embargo, la historia y la reseña
analítica de la obra de Collazos, como la de aquellos que conformaron esa rica
generación de la década del 70, que también llamé la “narrativa del Frente
Nacional”, sigue sin escribirse. ¿Cuántos libros dejó Oscar publicados? Yo
apenas tengo una quincena. ¿Y la cantidad de ensayos y artículos que dejó
regados por América Latina y España?
Transcribo a continuación una reseña que publiqué
hace 40 años, en 1975, en El Espectador –sin
los cambios que quisiera hacerle, para que fuera más clara; las columnas
obligan a la elipsis-, sobre su primera novela, de la época cuando apareció, en
la misma colección de la Editorial Planeta, la novela El cadáver, de Benhur Sánchez.
2.
Isaías Peña
Gutiérrez
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Primera novela de Óscar Collazos |
No es que la
literatura se divida en urbana y rural según su tema, como desde Luis Alberto
Sánchez o antes se pretendía. Y si fuera así, la clasificación sería más
nonata. Es que si José Félix Fuenmayor termina su libro La muerte en la calle (también
Sudamericana de Buenos Aires tiene una edición) con un cuento que es canto
popular a Barranquilla, precisamente, cuando muere el viejo piquero Juan, de
extracción campesina, es porque, como un símbolo advertido o apenas intuido,
Fuemayor significaba con su nueva perspectiva socio-literaria (nueva expresión,
nuevo sentido) un ingreso definitivo al mundo-ciudad, en una literatura que
había sido siempre manifestación de un hispanismo añejo y conservador (rural,
en fin de cuentas). Ahora, esa nueva perspectiva o tendencia la encontramos en
la primera novela de Oscar Collazos. (1)
Al
decir que con Crónica de tiempo muerto
hemos ingresado a una etapa nueva en nuestra literatura, queremos dar a
entender que se ha logrado el tránsito, lento y paulatino, de una literatura
que vivió largos años en el campo, merodeó otro tanto en el caserío, abordó el
pueblo –hasta donde llegaría García Márquez-, atracó en el suburbio de la Gran
Ciudad, que era la manera de prolongar esa existencia rural-semifeudal, y ahora
ha llegado al centro de una era que han llamado capitalista dependiente, donde
la Gran Ciudad es motor y fuente del desarrollo de la sociedad. (Y las
homologías resultan, desconcertantemente, ciertas).
¿Cómo
ha armado Collazos -acudiendo al leitmotiv de la novela, innecesario en nuestra
opinión- su novela?
Un
autor-narrador-soporte, que con gran habilidad estilística logra camuflarse en
una primera persona polisémica (por eso decimos que sobran las excusas al
lector), ha llegado a su barrio -ya es un acuerdo- y se ha instalado en la
ciudad, Bogotá. Ahora, en una semana, con los tres tiempos, compone una novela,
donde son ejes principales, duramente contradichos, Mario y Marta, quienes se
debaten entre el pasado y el futuro que acá tiene nombre propio -sus clases
sociales-, en presente caótico y desesperadamente difícil. Alrededor de ellos,
permitiendo esa lucha que se libra en toda la novela -es la derrota o la
superación-, Stella y Roberto, dos escépticos fumadores de yerba; Álvaro, el
político oportunista de izquierda, Jorge Zapata, dirigente político de
procedencia pequeño burguesa, en desplazamiento supuesto, y Piedad, la “hija
alternativa”, vencedor y vencida en una tarde de jardín con Mario. En torno al
eje principal, también, suceden cosas (del pasado) que permiten ubicar mejor
ese “tiempo muerto” de Mario (¿Oscar?): las luchas estudiantiles, las torturas
a los presos políticos, el cuestionamiento de la vida en Madrid o Paris, la
presencia del sexo como valor social. Donde sexo y luchas sociales serían las
coordenadas generales.
Libro polémico este
que nos entrega Collazos. Los problemas de un sector ambiguo de la sociedad que
al lado de las luchas estudiantiles del 60, cristalizó o se rompió. Una ciudad
parcelada por la riqueza y la pobreza que todavía aparece a través de un
metalenguaje, aunque sublevado.
Crónica de tiempo muerto, como testimonio de
un des-clasado –Mario Fernández-, a quien le preocupa “el paso más largo” que
tendría que dar para sobrevivir a ese pasado y presente, tenso e intenso, pero
“muerto” por lo mediocre y desechable.
(1)Oscar Collazos, Crónica de tiempo muerto, Barcelona, Editorial Planeta, 1975.
(Publicada en El Espectador, Bogotá, 11 de julio de 1975, en mi columna semanal
“Libros de actualidad”).