viernes, 19 de junio de 2015

Trilogía palestina

Los personajes de las tres novelas de Kanafani recogidos en esta colección editada por Hoja de Lata actúan como símbolos, transcenden su identidad personal para convertirse en retratos colectivos


Gasán Kanafani, autor palestino de  Trilogía palestina./Anni Kanafani./revistadeletras.net
Trilogía palestina de Gasán Kanafani.

Los tres protagonistas de la pimera novela, Hombres en el sol, muestran tres etapas en la aceptación de la situación de los refugiados palestinos. Abu Qais, el más anciano, simboliza la pérdida de identidad, la generación que ya solo puede vivir de los recuerdos y seguir soñando en el país antiguo que un día tuvieron aunque sus fuerzas se hayan marchitado y se dirija peligrosamente a la deriva.
Maruán, el chico, muestra la inocencia de la juventud. El ímpetu de acción combinado con su ingenuidad le condenan inevitablemente al fracaso. Mientras que Asad, el hombre de mediana edad, simboliza al individuo derrotado, cínico y resentido que ha perdido la fe en los demás y solamente busca la salvación propia. Es el paso de la colectividad al individualismo.
Por otro lado, la figura de Abuljaizarán, el pasador de hombres, simboliza la embriaguez capitalista. El individualismo cínico en exceso obsesionado únicamente con el dinero que no duda en transportar a sus conciudadanos como si fueran ganado. Y lo peor es que su cinismo capitalista, sus ansias de ganar dinero a cualquier precio, no nos sorprenden. Este es uno de nuestros problemas: no podemos aceptar tan ligeramente este tipo de acciones amorales porque sus consecuencias derivan inevitablemente en una desintegración de la civilización. La moral, por muy cuestionada que pueda ser por su arbitrarismo generacional, cumple, entre otras, la función de mantener al individuo civilizado. Su pérdida nos convierte en animales. Esta es una idea que se repite a lo largo de esta y las demás novelas de Kanafani y que adquiere mayores proporciones con el descenso al interior del camión cisterna. Un descenso que se convierte en un símil del descenso a los infiernos dantescos. Un descenso real, físico, del hombre que se introduce en el fuego (el calor abrasador del interior de la cisterna) donde debe adentrarse quitándose la camisa, en otras palabras, despojándose de uno de los pocos elementos que le mantienen unido a la civilización y la humanidad.
A través de estos personajes, Kanafani también aprovecha para dirigirse directamente a sus lectores, para intentar remover sus conciencias y hacerles plantear la necesidad de huir de allí. “¿Pero tú crees que vale mucho más la pena vivir así que morir?”, pregunta conocedor de la respuesta.
La segunda novela que conforma esta trilogía palestina, Lo que os queda, es una obra más compleja estructural y narrativamente que muchos han emparentado con El ruido y la fúria de Faulkner y con el estilo rompedor de Joyce. Un texto que puso en jaque al propio autor que se halló ante la disyuntiva de querer decir muchas cosas y al mismo tiempo querar llegar a sus lectores. Tanto es así, que se planteó: “¿Escribo para que un crítico diga en una revista cualquiera que he escrito una novela excelente, o escribo para llegar a la gente?”. I en una época crítica en la que el “deber de intelectual [de un escritor] es el de testimoniar”, como afirma María de Madariaga en el prólogo, la respuesta está clara.
A pesar de su mayor complejidad, Lo que os queda debe ser entendida como una novela de transición entre la primera y la tercera pieza de esta trilogía. Aquí, según Madariaga, “se vislumbra ya el esbozo de una toma de conciencia. La búsqueda de una solución, aunque siga siendo de forma individual, representa ya un intento de liberación.”
El puzle que nos propone Kanafani nos muestra los sentimientos trágicos de Mariam, madre soltera del hijo de su hermano que se ve forzada a casarse precipitadamente con Zacarías, un desgraciado odiado por todos y que ya tiene otra familia, para evitar el escándalo. Kanafani mezcla inteligentemente las horas de espera de Mariam antes del indeseado matrimonio con las horas de andadura de Hamed, su hermano, que está intentando huir del campo de refugiados. La angustia de Carmen en Cinco horas con Mario se convierte aquí en los miedos de Mariam mientras imagina donde estará su hermano combinado con el raudal de recuerdos que llenan la cabeza del hermano mientras lleva a cabo su particular travesía por el desierto.
Es el retrato silencioso de un mundo interior que remueve nuestras conciencias porque “no hay silencio sin voz, de lo contrario no podría oirse de esa forma única, cargada de ausencias, soledad, misterio.”
En la última novela, Um Saad, Kanafani muestra “la etapa de la toma de conciencia colectiva del pueblo palestino”. Es la época de las guerrillas y la lucha. Después de más de veinte años en un campo de refugiados, incluso una madre como Um Saad se alegra de que su hijo se aliste con los fedayín, los combatientes laicos de oriente. Cuando todo está perdido, es el momento de los grandes sacrificios.
Según María de Madariaga, y según el propio Kanafani, la única solución posible al problema israelo-palestino sería recuperar las ideas originarias del 1967 e instaurar “un Estado democrático y laico.” Un país donde “judíos, musulmanes y cristianos puedan convivir pacíficamente, con independencia de sus orígenes religiosos o étnicos.” Esta es también la lucha del hijo de Um Saad. Esta es la lucha iniciada por Kanafani cuya “pluma fue su arma de combate”. Pero el hecho de que fuera asesinado poco después y que la situación palestina no haya mejorado demasiado desde entonces, nos muestra que, lamentablemente, la lucha no ha terminado todavía.