Un
día de un invierno desapacible, en medio de una calle triste de una
ciudad cualquiera, una de sus 300.000 almas es hallada destripada y
castrada. La particularidad del caso es que nadie llora al muerto, un
policía municipal que el lector sabe por las primeras páginas que es un
indeseable. Sus compañeros escurren el bulto cara al exterior y callan
la verdad. Herodoto Corominas, policía nacional, padre, marido y honesto
tocapelotas, se tiene que encargar del caso.
¿Por qué Ofidia y no una ciudad con nombre real?
¿Comodidad? ¿Miedo? El propio Carlos Bassas nos lo resuelve: “Mi
intención era crear una ciudad media que pudiera representar a buena
parte de las capitales de provincia. No me interesaba tanto localizar la
acción en un lugar concreto, sino en una geografía social y política
determinada, la de la ciudad media en la que vive buena parte de la
gente de este país. No son ni grandes urbes, ni comunidades pequeñas,
casi rurales, sino que están situadas en un punto medio, y eso hace que
tengan su propia idiosincrasia y sus propias miserias. Pensé que así
podría identificarse con ella tanto un lector de Salamanca, de León o de
Toledo, como uno de Pamplona o de Lugo. Aunque no puedo remediar que,
en gran medida, Ofidia sea más mi ciudad, Pamplona, que ninguna otra”.
Detalle de la portada del libro
La fedora que cubre la cabeza de Herodoto no pega con
el frío invernal que agobia a Ofidia, paradigma bestial de las miserias,
corruptelas y medianías que inundan la vida cotidiana en España.
Corominas es culto, cita a Virgilio y adora la cocina, pero es sobre
todo un policía vocacional, un ser humano que trata de comprender el
mundo en el que vive. Un personaje y un descubrimiento.
Se hace mayor y le jode, su padre se muere y le jode, tiene
problemas en el trabajo y le jode, pero sigue adelante. Así define
Ofidia: “Esta ciudad vive ahogada en el encubrimiento, el favor, la
prebenda y la bicoca. Todo se barre y la mierda nos llega ya hasta las
alfombras. ¿Y sabe por qué? Porque no hacemos nada. Pues bien, yo he
decidido dar un paso al frente”.
La crítica social está presente desde el principio de un
libro en el que se nota el oficio del autor con los diálogos y algunas
de sus declaradas pasiones: Vázquez Montalbán y todos los grandes del
género mediterráneo o nuestro venerado Jim Thompson. El autor reflexiona
sobre la novela negra y la realidad social, tema siempre recurrente
pero que no pierde fuerza:
“La ciudad oscura, el barrio marginal, los bajos
fondos, los rincones míseros, la corrupción política, municipal, global,
son elementos clave en muchos casos; forman parte esencial del paisaje y
se convierten en un protagonista más, porque son esos espacios los que,
en buena medida, llevan a los personajes al extremo, al crimen. Yo
entiendo la novela negra como un género social, realista, por un lado, y
sociológico y psicológico por otro. Ese es el tipo de novela negra que
más me interesa como lector y como escritor”.
Bassas tiene historia y sabiduría para aburrir. Asegura que
la novela negra le “salva” de su vicio japonés y al revés “aunque,
claro está”, aclara ”no puedo evitar que partes de un mundo se cuelen en
el otro, y al revés –hasta el punto de que, ahora, para los escritores
de novela negra soy el friki de la katana, y para mis compañeros frikis, el raro que escribe sobre crímenes”.
Sin desvelar nada, se puede decir que el final es de los
que duele, de los que deja mal sabor. La promesa del título se cumple y
no me resisto a preguntarle si no pensó en un final con una puerta
abierta a que no siempre perdieran los mismos. La respuesta le mete de
lleno en el club de los que miran la realidad sin filtros: “El final lo
tenía decidido desde el principio, y creo que, en cierto modo, va
implícito en el propio título de la novela. La frase hecha de 'Siempre
pagan los mismos' es muy cierta, estamos rodeados de mil ejemplos en el
día a día, así que tenía claro que, aunque el personaje decidiera
sacudir el árbol, de caer alguna manzana, sería la débil. El resto
seguirían más o menos igual, bien sujetas a la rama, que es lo que acaba
pasando. La novela aboga por el único cambio que podemos ejercer en el
mundo que nos rodea, el pequeño, el inmediato, el que afecta a nuestro
entorno más directo y cercano. Es el único que realmente está en
nuestras manos”.
No esperen concesiones. Lean y disfruten y compartan. Así me llegó a mí esta novela. Por caminos inescrutables. Gracias.