El
cineclub universitario de labores ininterrumpidas más antiguo de
Latinoamérica celebrará sus 40 años con un ciclo de películas de los
años setenta, década en la que fue fundado
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Fachada del Teatro México en el centro de Bogotá, sede cultural de la Universidad Central. /elespectador.com |
Mucho antes de que el cine se convirtiera en una industria alimentada
por producciones espectaculares que llenan las salas de los centros
comerciales y que cada vez acercan más a los espectadores a experiencias
de inmersión (realidad 3D, domos y simuladores en los que el público
puede escoger y vivir su propia película), las circunstancias de
difusión del séptimo arte entre quienes se interesaban por él eran muy
distintas.
El cine nació en París a finales del siglo XIX y ya
durante las primeras décadas del XX comenzó a generarse una cultura
importante en torno a él. En 1920, el director, crítico y dramaturgo
Louis Delluc creó un club privado para la presentación de películas que
no se proyectaban en las salas comerciales. Delluc decidió llamarlo
“cineclub” y allí reconocidos directores, escritores, intelectuales y
artistas de la época se reunieron para apreciar las cintas y generar
ejercicios críticos a partir de este ejercicio.
Esta práctica de
naturaleza reflexiva, emancipada de la actividad comercial de las
productoras de cine, se difundió rápidamente en países como España,
Alemania e Inglaterra. Pero fue a finales de la década de 1940 que llegó
a Colombia, por iniciativa de Luis Vicens. Este cinéfilo y librero
catalán llegó a Santa Fe de Bogotá para fundar en 1949 el primer
cineclub de América Latina: el Cineclub de Colombia. Aunque la primera
proyección de cine en nuestro país data de 1897, la instauración del
Cineclub de Colombia marcaría el inicio de una intensa actividad
cultural alrededor del séptimo arte.
Otro pionero e infatigable apasionado por el
universo del celuloide fue el bogotano Hernando Salcedo Silva, cinéfilo,
crítico y recordado como generoso promotor de la cultura
cinematográfica en la capital. Salcedo continuaría la labor de Vicens y
actuaría como inspirador y colaborador en la creación de nuevos espacios
para el cine. Además, plasmaría parte de su saber en las páginas de
este mismo diario, como lo hiciera Gabo, su contemporáneo y cómplice en
esa aventura.
Los años setenta
Pese a las
dificultades financieras y de difusión que afrontó por mucho tiempo el
medio cinematográfico en Colombia, los cineclubes se convirtieron en
importantes puntos de encuentro para el intercambio de conocimientos,
ideas, inquietudes y reflexiones en torno al cine. Asimismo, quienes
impulsaron la actividad de los cineclubes se preocuparon por la
apropiación, preservación y difusión de la cultura y el patrimonio
fílmico, preocupación que se materializó en la creación de cinematecas
como la de Colombia, fundada por Luis Vicens, y la Distrital, inaugurada
en 1971.
A partir de 1970, gracias a las iniciativas de inquietos
jóvenes cinéfilos y de académicos vinculados a universidades como la
Nacional, la Javeriana, la Tadeo, el Externado, los Andes y la Central,
Bogotá se convirtió en un escenario propicio para la militancia
cinematográfica. En medio de un escenario político tenso en América
Latina, los estudiantes reclamaban también a través del activismo
cultural e intelectual garantías sociales.
En ese momento ya eran
famosos espacios como Cine Arte, Gente de Cine y Núcleo en Argentina,
así como sus revistas; y el Salón Cinematográfico y La Cinemateca Luis
Buñuel en México, un coloso de la industria del cine, que tuvo momentos
de esplendor y decadencia. En Colombia, los cineclubes bogotanos se
alimentaban y aprendían de las experiencias de grupos como el de
Barranquilla y el de Cali.
El Cineclub de Cali fue especialmente
representativo, por una parte, debido a que la programación de sus
ciclos evidenciaba un conocimiento profundo y acertado, y por otra,
gracias a su revista Ojo al Cine, una de las primeras y más relevantes
publicaciones especializadas en cine de Latinoamérica, y en la que
colaboradores nacionales y extranjeros ampliaban los horizontes de la
crítica cinematográfica.
Esta revista, de la que solo circularon
cinco números, entre 1974 y 1976, era dirigida por Andrés Caicedo, Luis
Ospina, Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez y Patricia Restrepo, todos ellos
sobresalientes en su relación con el cine en Colombia (directores,
productores, guionistas y teóricos) y quienes también mostraron un gran
interés en difundir y promover el cineclubismo en Bogotá.
Por esa
época, la actividad de los cineclubes en la capital era liderada aún por
Hernando Salcedo Silva, quien guiaba a Juan Diego Caicedo González, del
grupo denominado Los Tres Diegos. También se destacaban Orlando Mora y
Jaime Acosta, quienes fueron miembros activos del Primer Encuentro
Nacional de Cineclubes y del comité de la Federación Colombiana de
Cineclubes.
Surge el Cineclub Universidad Central
En
ese momento, Jaime Acosta Morales estaba interesado en crear un
cineclub en Bogotá y para llevar a cabo este proyecto contó con dos
apoyos fundamentales, el primero: la asesoría de Andrés Caicedo,
reconocido entonces como crítico de excepcional formación; y el segundo:
el fuerte vínculo existente entre artes y academia que ha tenido lugar
en la Universidad Central. Allí, Jorge Enrique Molina, entonces rector y
uno de sus fundadores, y el filósofo y escritor Álvaro Rojas de la
Espriella, director del Departamento de Humanidades, dieron luz verde a
la iniciativa.
El 7 de junio de 1975, el Cineclub dio inicio a sus
actividades, que hoy, cuatro décadas más tarde, no han sido
interrumpidas y son motivo de celebración.
Cine con clase
En
su primera etapa, el Cineclub funcionó en el auditorio de Radio
Sutatenza en Bogotá, donde se programaba una función los sábados en la
tarde. Los ciclos de directores, movimientos o géneros cinematográficos
eran acompañados de hojas informativas, introducciones y foros
orientados a fortalecer su labor como espacio para la formación de
público.
En su ensayo Los cineclubes bogotanos,
recopilado en el proyecto Bogotá Fílmica, del Instituto Distrital de
Patrimonio Cultural (IDPC) y el Instituto Distrital de las Artes, el
crítico, docente e investigador Juan Diego Caicedo González recuerda:
“Acosta programó de acuerdo con el gusto de Caicedo, lo que para el
público de entonces era toda una novedad; películas de directores
independientes, obras malditas, veladas y marginales dentro de la
exhibición, filmes de horror y terror”, y agrega con respecto a las
críticas impresas que se entregaban: “la mayoría eran de la autoría de
Caicedo o tomadas de alguna revista española o peruana, como Hablemos de Cine
[...] En eso consistió la revolución cineclubística de la Central: un
nuevo gusto, otra manera de ver el cine, otro género de crítica, hacían
su aparición en la ciudad”.
Luego, desde 1978 y durante más de una
década, el Cineclub estuvo bajo la dirección de Patricia Restrepo,
quien fuera integrante del comité de redacción de Ojo al Cine y quien
además de la programación que organizaba en ese momento en la Cinemateca
Distrital, se propuso, con el apoyo del Departamento de Humanidades y
Letras de la Universidad Central, realizar publicaciones como Función
Social de los Cine-Clubes; Los mediometrajes de Focine; Diego León
Giraldo, el cine como testimonio; Cine norteamericano; la Nueva ola, de
la crítica a la realización; Wim Wenders, El arte del movimiento; Rainer
Werner Fassbinder y Andrei Tarkovski.
La intención del
Cineclub de formar un público capaz de conocer los elementos
constitutivos de una película y de analizar de forma objetiva y crítica
el texto fílmico desembocó en la creación de talleres de apreciación
cinematográfica, que luego se convertirían en los Talleres de
Apreciación Permanente, bajo la dirección de Julio Contreras, entre 1992
y 1995.
Parte de ese proceso fue la creación de espacios y
actividades orientados a la divulgación del cine como expresión
humanística y a la formación de público, tales como los Talleres de
Oficios para la formación en producción audiovisual y las publicaciones
que recogían las experiencias de estos. Desde 1996, la revista Cuadernos del Cineclub, iniciativa de Mauricio Durán, quiso continuar en esa misma dirección y darles unidad y frecuencia a las publicaciones.
Joyas del patrimonio cultural y arquitectónico
A
partir de 1998, el Auditorio Fundadores del Teatro México, antiguo
Cinema Azteca, construido en la década de 1960 por la productora
mexicana de cine Pelmex y adquirido por la Central en 1994, se convirtió
en la sede permanente de proyecciones del Cineclub. Ubicada en la acera
sur de calle 22, entre las carreras quinta y séptima, en pleno corazón
de la ciudad, esta construcción forma parte, junto con el Teatro de
Bogotá y el Teatro Faenza, de un complejo cultural abierto al público,
donde convergen la conservación de una parte esencial del patrimonio
arquitectónico bogotano y una actividad que busca preservar parte del
patrimonio cinematográfico de la humanidad.
En 1999, Iván Acosta
Rojas, actual director del Cineclub, y Ramiro Camelo propusieron ampliar
la programación mediante la proyección de ciclos temáticos,
contextualizados o de autor, ya que hasta ese momento se realizaba solo
una proyección semanal durante el período académico.
El Cineclub hoy
Actualmente,
el Cineclub Universidad Central es sede de eventos cinematográficos de
exhibición y académicos en el país; ha acogido a personalidades del cine
como Peter Greenaway, Roman Gubernt, Guillermo Arriaga J. y Ciro
Guerra, entre muchos otros, y es espacio importante de festivales y
muestras audiovisuales como el Festival de Cine Europeo Eurocine, el
Festival de Cine de Bogotá, el Festival de Cine Ruso, la Semana
Documental (organizada con el Festival de Cine Latino de Nueva York), el
Festival Beeld voor Beeld, la Muestra Internacional de Documental, el
Zinema Zombie Fest y varios más.
En el último año el Cineclub
registró más de 18.000 asistentes a sus eventos, ha acercado la
universidad al público bogotano y aumentado su presencia en las
actividades cinematográficas de la ciudad, mediante los ciclos y eventos
audiovisuales que programa durante once meses del año. También colabora
en la creación de nuevos cineclubes y asesora espacios para la
formación de públicos como los de la Universidad Nacional de Colombia.
Desde comienzos de este siglo es gestor y fundador de la Asociación
Nacional de Cineclubes La Iguana.
La formación de públicos con una
visión objetiva no solo frente al cine, sino también frente a los
medios audiovisuales, ha sido uno de los intereses que han guiado con
mayor fuerza las actividades del Cineclub. Esta labor se ha manifestado
en los criterios de programación de ciclos, eventos, foros, seminarios,
talleres, conversatorios y conferencias dirigidas a diferentes sectores
del público y que se enmarcan en la función educativa y social de la
universidad en Colombia.
Laura Zoar Blanco Adarve.Licenciada
en Español y Filología Clásica de la Universidad Nacional y correctora
de estilo de la Universidad Central.