La regina de la novela negra publica Sangre o amor, una nueva aventura de Guido Brunetti
|
La escritora Donna Leon, pregonera de Sant Jordi 2014. /Marta Pérez./lavanguardia.com |
Una buena zancadilla delante de unas escaleras, y "¡zas!", ahí está el crimen perfecto. La "receta" se la "da" a Efe Donna Leon,
la "regina" de la novela negra, la americana que cambió su país por
Venecia, en cuyas calles transcurre, de nuevo, su último libro, una
declaración de amor a la ópera.
"La ópera, en concreto la ópera
barroca, me apasiona aunque 'Tosca' también me encanta", explica la
escritora (Nueva Jersey, 1942) sobre la elección de tema para la última
aventura de Guido Brunetti, Sangre o amor,
"tan, tan lírico" que Universal Music Spain ha editado con el mismo
título una "banda sonora" que contiene 50 arias seleccionadas por la
escritora.
Le aburre hasta el bostezo, asegura, el resto de las
obras compuestas por Puccini, pero "Tosca", "tan ridícula en su
planteamiento", es "simplemente fantástica" en lo que se refiere a su
personaje femenino.
La idea de que una representación de esa
ópera en el veneciano teatro de La Fenice fuera el arranque de "Sangre o
amor" le vino, como todas, "subito", en cuanto "vio" en su cabeza a una
diva que recibe "asustada" una cascada de rosas amarillas al finalizar
su representación.
"Es como ser un esquiador de salto de
trampolín: vas subiendo la rampa, poquito a poquito y cuando estás
arriba ya sabes que todo irá como la seda cuando te tires, es decir,
cuando comience a escribir", detalla.
Desde que tiene la idea,
revela, pueden pasar nueve meses o un año hasta que concluye el libro,
que siempre tiene "365 páginas": "está claro cuánto tengo que escribir
cada día", se ríe a carcajadas, encantada de estar de nuevo en España y
de participar, como hizo ayer, de "una fiesta" como la Feria del Libro.
Leon,
que vive desde hace 34 años en Venecia y que se niega en redondo a que
sus libros sean traducidos al italiano para poder seguir viviendo "en
paz", quiso para la novela que hace la 25 de sus "brunettis" que su
protagonista fuera la soprano Flavia Petrelli.
"Brunetti ayudará
Flavia, a la que acosa un admirador, porque son amigos de la infancia y
en el libro se ve cómo él se siente, en cierta forma, atraído por ella,
pero no cae, porque su relación con Paola es muy poderosa", "presume"
sobre la "integridad" de su detective.
La soprano, "sin embargo",
"no es un mujer sino una diva", es decir, recalca, "antepone siempre su
carrera a cualquier otra cosa", un "género humano" que ella conoce bien
por su implicación con la música clásica -ha fundado en la Toscana un
grupo de cámara-".
Sin "destripar" lo que sucede, Leon sí sugiere que "es casi demasiado fácil" el crimen perfecto.
"Mi
amiga Ruth Rendell -la escritora de novela negra británica, fallecida
el pasado 2 de mayo- me lo explicó: una pistola es terrible, sangre por
todas partes; para usar el veneno hay que estudiar mucho, pero un buen
empujón por las escaleras, sobre todo a una persona mayor, es
infalible", enumera.
La escritora se levanta y finge ir acompañando a la "anciana y riquísima tía María a bajar unas escaleras".
"Si
la empujo y sobrevive me culpará, pero si le pongo la zancadilla y yo
misma ruedo con ella, aunque no la mate no me acusará", y se parte de
nuevo de risa.
Ya tiene "pensadísimo" su próximo libro, que saldrá en primavera del año próximo.
"Es
terrible porque trata de una víctima patética. Será un crimen cometido
quince años antes y que pareció un accidente. Tengo que levantar las
piernas de tantas cosas horribles que pasan por debajo", avanza.
Leon
volverá a España el 19 de enero de 2016 pero no para presentar un
libro, sino para representar en Pamplona la ópera "Partenope", de
Haendel. "Estoy absolutamente emocionada", confiesa.
Le gusta
mucho hacer lo que hace y siempre está activa, pero no es víctima de su
trabajo: "Vivo y vivo bien"; como su detective, que ha encontrado,
sugiere sobre su futuro, "el secreto de la juventud eterna".
Con
lo que no está tan feliz ni satisfecha es con el "panorama" que sufre
desde sus ventanas en Venecia, que visitan cada año 30 millones de
personas.
"Cada día atracan siete cruceros y cada uno provoca la
misma contaminación que 15.000 coches al ralentí. Lo veo desde mi casa,
apenas a medio kilómetro. Su fin es matarme, lo sé", concluye más en
serio que en broma.