Todo curioso viajero guarda a Granada en su corazón aún sin haberla visitado, William Shakespeare
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El premiado Juan Madrid./Laura Muñoz./elpais.com |
NOTA DEL COORDINADOR:
Con un poco de retraso por culpa de este hiper ocupado bloguero y con
todo el agradecimiento del mundo a Laura Muñoz por dejarse la piel para
regalarnos estas crónicas y fotos, hoy traemos un extenso reportaje de
Granada Noir. Lean y disfruten.
POR LAURA MUÑOZ
Que sí a la Alhambra y El Generalife. A la estación de
esquí de Sierra Nevada. Vale que el Sacromonte y el Albahicín. El Parque
de la Ciencia, también. Por supuesto la arquitecura de la Alpujarra,
las aguas termales de Lanjarón o el Trévelez como buen jamón.
Pero hay más. Mucho. Granada Noir. Un bebé que se asoma a
esta ciudad misterio. Una ilusión. El proyecto que hará que quieran ir.
Estar. Formar parte porque, visto y comprobado, es uno de los festivales
más prometedores de género negro, zaíno, que hay en nuestro país. El
primero en instalarse en territorio andaluz. Multicisciplinar. Abierto, a
la asistencia y participación. Divertido. Amable. Cariñoso. Granada
Noir es casa. Si fuera un hombre, una mujer, lo querrían en su vida.
Un arranque a lo CSI
Granada Noir es el fruto de un germen de dos: Jesús Lens y
Gustavo Gómez. Como el que no quiere la cosa, pero queriendo mucho,
hablaron de sus inquietudes literarias, sus pasiones, las preferencias y
las opciones. Embarcaron a CajaGranada Fundación, Gustavo puso su
Acento Comunicación a servicio de lo necesario, levantaron el teléfono,
acudieron a emisoras de radio, fueron entrevistados, publicadas en
prensa sus impresiones. Cristina Macía, con su editorial Palabaristas,
apoyando su primer concurso fotográfico. Autores involucrados hasta la
médula, periódicos locales presentes. El Restaurante Arriaga elaborando
un menú para la ocasión. La hidratación fue cosa de Cervezas Alhambra,
del Grupo MSM. Con tanto cómplice: el lío inevitable. La trama. Si bien
no hay crimen perfecto, este festival es la metáfora de una bonita
muerte a la que es fácil augurar infinitas encarnaciones.
El festival arrancó al más puro estilo CSI, donde el
catedrático de la UGR, José Antonio Lorente, presentó DNA-ProKids: la
aplicación del análisis del ADN como vía de investigación en la
prevención del secuestro de menores y la trata de mujeres por bandas
organizadas de proxenetas. Complementando esta actividad científica en
el Museo Caja Granada, Pilar Parra y Begoña González compartieron su
conocimiento de grafología, haciendo partícipes de casos reales a los
asistentes.
A partir de ahí, la explosión de aterrizajes y llegadas.
Las conversaciones y las novelas. Las presentaciones, la proyección de
filmes y su posterior coloquio, mesas redondas, los encuentros,
novedades. Y lo importante: los descubrimientos. Disponibles, todos, en
papel y gracias a Ubú Libros; Marián hizo que la librería que regenta en
el número 3 de Placeta de las Descalzas fuera ambulante durante las
jornadas del festival.
Grandes nombres y editoriales. Primeras novelas. Sagas.
El Teatro CajaGranada se vió inundado de gente que quería (re)visionar The two Jakes, secuela de Chinatown,
interpretada y dirigida por Jack Nicholson. En versión original. Como
hay que verlo. Los presentes transportados a un San francisco antiguo.
Atentos. Inmersos en la investigación de un posible adulterio que uno de
los Jake encarga al otro. Jesús Lens y Fernando Marías dirigiendo la
charla, moderando las opiniones vertidas por las 150 personas que
asistieron al visionado.
Berna González advirtió del peligro de una recta en la carretera con su Los ciervos llegan sin avisar editada por RBA. Berna acompañó a Fernando Marías en la charla posterior a la proyección de La isla mínima, de Alberto Rodríguez, donde surgió el rumor, fundado por imágenes, de una posible alianza musical entre ambos autores.
También en el Teatro, Juan Torres presentó su Asesinato en la Alhambra, la trama de un crimen ocurrido en el Palacio de Carlos V al término de un concierto del Festival Granadino.
Llega la noche y Fernando Marías al lado de un taburete
alto. Frente al público, curioso, que ha acudido al Restaurante Arriaga.
Todos sobre las nubes. Las luces de Granada que se reflejan, altas,
contra el vidrio que separa el espacio del aire. Marías parece
preparado. Y lo está. Negro riguroso. El ambiente huele a misterio y
todos esperan el monólogo escrito junto a Yerai y Enrique Bazo, dirigido
por Vanessa Montfort. “Esta noche moriré. Confesiones sobre La
Corporación” comenzó con un tono de miedo en la voz de Fernando, con
duda en los ojos de todos los demás. Respiraciones cortadas y el
suspiro final cuando el autor bilbaíno extrajo del bolsillo de su
chaqueta un sobre. Marrón. Alguien lo ha dejado en mi habitación de
hotel, dice. (¿Ha sido un show?) Dentro del sobre, la prueba que
confirma que La Corporación ha estado presente. Lo ha escuchado todo. Y
Fernando corre peligro.
Al día siguiente, me tranquiliza su mensaje: “Aún sigo vivo”.
Podemos seguir con Granada Noir sin bajas. Por ahora.
Es tan verdad Granada Noir, que imposible no recordar el germen de todos los festivales de género: la Semana Negra de Gijón.
Una suerte de homenaje claro al reunir a algunos integrantes de The
Andalucía Connection, gestada en el festival asturiano hace algunos
años: JJ Melero (Granada) tiró la piedra de la autoedición digital que
dió pie a un coloquio donde se radigrafió el momento del género en la
actualidad y los retos a los que se enfrenta el autor hasta que ve su
novela editada. Francisco Jurado (Córdoba) presentó Sin epitafio,
segunda entrega del comisario Benegas; Alejandro Pedregosa y Alfonso
Salazar diseccionaron al detective del Zahidín; Eduardo Cruz (Sevilla)
hizo lo suyo con la recién estrenada Morir es relativo; Carmen Moreno (Cádiz) y su Una última cuestión y Clara Peñalver (Granada). Todos poniendo voz a las dispares opiniones que surgieron.
También estuvo Santiago Álvarez, que no pudo huir de su mitomanía y trajo consigo la prueba del delito que lo demuestra: La ciudad de la memoria; Alejandro Gallo acompañado por su Oración sangrienta en Vallekas,
cóctel servido en un Madrid en crisis donde conviven un secuestrador,
un asesino en serie y una suerte de Robin Hood que persigue a todo aquel
acusado de corrupción. Carlos Bassas presentó un thiller hecho de
pedazos de la vida cotidiana: Siempre pagan los mismos y compartió con el público el significado de algunos de sus tatuajes, presente en su obra.
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Todos los premiados./Laura Muñoz. |
Premios, premios, premios
Ahora sí, la búsqueda del punto común lleva a Granada Noir a
convocar a “los premiados”: el Ciudad de Valencia otorgado al Sherlock
Holmes 2.0 en “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado” de
Juan Ramón Biedma; el Ateneo de Sevilla de Félix Modroño y sus Secretos del arenal; Marcelo Luján con su premio Getafe Negro a La mala espera y que llevó la desasosegante Subsuelo a esta primera edición de Granada Noir; el incansable Carlos Salem, que asegura que En el cielo no hay cerveza,
mientras asesina a periodistas del corazón. Así, sin inmutarse. También
se pudo ver a Yolanda Regidor, ganadora del premio Jaén de Novela 2014,
que presentó Ego y yo y el canario Javier Hernández Velázquez, premiado con el Wilkie Collins de Novela Negra por Los ojos del puente, donde el detective Mat patea San Francisco, Los Ángeles y Santa Cruz de Tenerife.
Hablando de premios, el I Premio Granada Noir se entregó a
Juan Madrid por su extensa trayectoria tanto literaria como
periodística, así como dentro del universo del cine como guionista y
director. Madrid, como uno de los maestros del noir en nuestro país,
mantuvo una animada conversación con el periodista Eladio Mateos. Se
aprendió, descubrió y agradeció con un intenso silencio sólo roto por
risas o aplausos. El malagueño recibió, de manos de Jesús Lens y Gustavo
Gómez, el pistolón 3d de Granada Noir y una gabardina a lo Bogart como
original trofeo.
Más premios: el Novelpol. Yo fui Johnny Thunders.
Carlos Zanón y el aplauso general ante el fallo pronunciado por José
Ramón Gómez Cabezas, presidente de la Asociación que otorga el premio.
Despedida
Pero no todo fue literatura. Si dijimos multicisciplinar,
fue por algo. Y es: música con La Banda Noir, compuesta por Guillermo
Morente al contrabajo, el pianista Jaume Miquel, José Luis Gómez El Polaco,
dueño de las baquetas, y Julián Sánchez a la trompeta. Telón de luces
que da paso a la Jam Session organizada por Carlos Salem y que invitó a
espontáneos a compartir sus creaciones. Y la sorpresa. El rock de
siempre. El que nunca envejece y que moduló un Santiago Álvarez que,
nunca mejor dicho, demostró ser todo un todoterreno, poniendo voz y
riff. Dándolo todo. Incluso su púa al final del concierto.
No es justo escribir “fin” sin mentar a los fotógrafos de
Caja Granada, que estuvieron disparando a destajo, los periodistas que
cubrieron a diario las numerosas actividades, los presentadores, el alma
fuerte de Jara que cuidó y acompañó sin excepciones ni descanso; y al
público, entre los que cabe destacar a los detectives privados (que sí,
que existen) Rafael Guerrero y Roser Ribas, a Daniel Borasteros, de la
revista Fiat Lux.
Gracias, Granada Noir, por nacer.
Al final, Nietzsche va a tener razón y “todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal”.