Nace
en Barcelona la primera Sociedad de Amigos de Marcel Proust, a imagen y
semejanza de su homóloga francesa. La intención es mantener vivo el
debate sobre la obra del escritor
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El escritor francés Marcel Proust./elmundo.es |
Amadeu Cuito se recuerda, de niño, leyendo en voz alta a Marcel
Proust. Su padre adoraba a Marcel Proust. Su padre fue un refugiado
político. Su madre también. La familia abandonó España cuando Amadeu
apenas tenía un año. Así que Amadeu creció en francés y a su padre le
encantaba escuchar leer a Proust en francés. «Su francés nunca fue tan
bueno», recuerda Amadeu. Amadeu es algo así como el presidente de la Sociedad de Amigos de Marcel Proust (SAMP) que acaba de crearse en Barcelona.
«Existen sociedades de este tipo en muchos otros países. En Holanda,
Estados Unidos y Francia, por supuesto, donde existe una desde 1947»,
asegura Cuito. Uno de los impulsores de esta sociedad (la francesa) fue
amigo de su padre, a quien pertenecieron buena parte de los ejemplares
(más de un millar) que componen la biblioteca de Cuito, una de las más
importantes del país (sino la que más) en lo que estudios sobre el autor
de En busca del tiempo perdido se refiere. «Dejé de comprar libros al respecto en 2003. Pero hasta entonces tengo todo lo que se ha publicado sobre Proust
en las lenguas que conozco: catalán, castellano, inglés, francés e
italiano», dice. Incluso tiene libros japoneses, que se tradujeron, en
su momento, al inglés. «En Japón hay una gran pasión por Proust»,
asegura Valèria Gaillard, secretaria general del SAMP, periodista
cultural y eminente traductora de Proust (y amante de su obra). Cuito
añade: «Sólo en Japón se han publicado más de 600 libros» sobre el
escritor que, tras la muerte de sus padres, se encerró a escribir su
obra maestra.
Proust pasó 15 años encerrado en el 102 del Boulevard Haussmann en
París, las paredes cubiertas de corcho para aislarse del ruido,
escribiendo En busca del tiempo perdido. Vivía de noche, tomaba
cantidades ingentes de café, apenas comía, no dejaba de escribir. Tardó
seis años en tener listo material para publicar y fue entonces cuando André Gide le dio la espalda (él mismo aseguró que había leído un pasaje al azar y que le había desagradado). La primera edición de Por el camino de Swann la pagó el propio Proust. Corría el año 1912. Siete años después, en 1919, conseguía el Goncourt
(y una disculpa de un por entonces avergonzado Gide) con el segundo
volumen de su obra en marcha. ¿Y cómo fue acogida su obra en Cataluña?
«Desde el principio fue muy bien acogida. Autores como Vilallonga, De
Segarra y Gaziel lo adoraban. También tuvo detractores. Por ejemplo, a Eugeni d'Ors nunca le convenció. Son famosas sus discusiones con Gaziel al respecto», cuenta Valèria.
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La traductora Valèria Gaillard, el especialista
'proustiano' Amadeu Cuito y el librero Lluís Morral, miembros de la
novísima Sociedad de Amigos de Marcel Proust.
Jordi Soteras./elmundo.es
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Valèria cree que Proust es uno de esos autores a los que debes darle
«margen». «En mi caso, lo intenté hasta cuatro veces antes de
engancharme. Pero una vez entras, no puedes dejarlo. Leer a Proust genera adicción.
Hace un retrato tan profundo del amor, de la creación, de la estética,
la filosofía, es un autor total», asegura Valèria, que se lanzó a
traducirlo al catalán casi por su cuenta y riesgo. «Al traducirlo
profundizas aún más en su obra, la diseccionas», añade.
¿Y con qué fin ha nacido la SAMP? Con el de cualquier Sociedad de
Amigos, es decir, el de compartir experiencias y conocimientos. Y, por
supuesto, divulgar la obra del escritor francés. ¿Cómo? Vía actividades, conferencias y debates. El
primer acto de la asociación tuvo lugar, de hecho, el 20 de mayo,
cuando se reunieron dos seguidores del genio que supo convertir una
magdalena en motor narrativo: el cineasta Albert Serra y el filósofo Víctor Gómez.
«Fue muy interesante. Sus visiones sobre Proust eran muy distintas»,
recuerda Cuito, que asegura que la asociación está complemente «abierta»
a cualquier amante del escritor. «Queremos descubrir a proustianos en
el desierto barcelonés», asegura, mientras Valèria apunta que, a nivel
mundial, «existe una gran comunidad» de seguidores y profesionales. Ella
misma, como traductora al catalán de En busca del tiempo perdido, se reúne a final de mes con otros traductores de todo el mundo para un coloquio en París.
¿Y qué debe hacer aquel proustiano que desee formar parte de la SAMP?
Dirigirse a ella. Vía web, por ejemplo (www.proust.cat). Y pagar 30
euros al año por enterarse de todo lo que sea que se hable de Proust.
Los artículos que se publican en todo el mundo, las conferencias que se
celebran aquí y allá, las nuevas ediciones. Todo. «La idea es, a final
de año, con los mejores textos que se hayan publicado, hacer un volumen
recopilatorio para los socios, como una especie de libro o boletín editado por la Sociedad», dice Amadeu. La idea es, pues, seguir amando a Proust, pero hacerlo en compañía.