Julio Ramón Ribeyro fue uno de los mayores cuentistas de Latinoamérica. La publicación de un volumen con sus textos dispersos e inéditos permite redescubrir a este extraordinario escritor peruano
Cuando uno llega al último escrito de Julio Ramón Ribeyro que compone la edición La caza sutil y otros textos
(ediciones Universidad Diego Portales), definida en su subtítulo como
“un desaprensivo paseo entre libros y autores”, uno tiene la certeza de
haber metido las narices, invitado o no, en el escritorio del cuentista
peruano. Con un espíritu ciertamente profanador uno escarba en los
vericuetos de la producción periodística y ensayística de Ribeyro, en
las notas, los apuntes y textos dispersos, que dejó por allí para
combatir el silencio, para vencerlo.
El último texto de esta edición es la conferencia “Circunstancias de un escritor”, fechada en 1984, diez años antes de la muerte del escritor, antes de que se alzara con el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, por el conjunto de su obra. “Como escritor no tengo, si se quiere, una poética. No puedo dar sino hacer una descripción de lo que he escrito con algunas pequeñas interpretaciones personales, pero, en realidad, me sigo aún interrogando sobre cuál ha sido realmente mi rol como escritor y cuál ha sido realmente mi importancia como escritor, y esto para mí sigue siendo verdaderamente un enigma, si bien he tenido ahora y he sentido una especie de impresión de que soy quizá un escritor leído y apreciado en el Perú”, dice Ribeyro en el cierre de la ponencia, que había iniciado con la afirmación: “No será esta una charla magistral ni un curso sino simplemente una conversación con ustedes y una tentativa de –a través de esta conversación– esclarecer algunos aspectos de mi propia obra”.
Por ahí va toda la edición, porque el libro entero puede leerse como una conversación con Ribeyro –ya por la claridad y limpieza de su prosa, ya por la intimidad con que reflexiona sobre los temas que lo sacuden, por esa especie de susurro confesional que atraviesa algunos escritos o la espontaneidad con que vitorea sus momentos de iluminación– y también como una manera de explorar y releer su propia vida, su propia obra.
La caza sutil y otros textos reúne, como su nombre lo indica, escritos de entre 1953 y 1975 seleccionados por Ribeyro para la primera edición de La caza sutil, publicada originalmente en 1976, en Lima, bajo el sello Milla Batres, y suma otros tantos ensayos aparecidos en diarios y revistas; algunos prólogos y epílogos a libros y dos conferencias, agrupados en el subtítulo “Textos dispersos”, con la factura de Jorge Coaguila.
“Mi intención ha sido decir con claridad cosas sencillas que puedan ser entendidas por todo el mundo”, postulaba Ribeyro en la nota introductoria a La caza sutil, en 1976. Ese espíritu se ha mantenido también en la selección de textos dispersos, de allí que el libro mantenga al lector en una especie de flotación alegre, como quien ve pasar diferentes paisajes por la ventanilla de un tren de marcha tranquila.
Autor del monumental diario personal La tentación del fracaso, que comenzó a publicarse en 1992 y finalizó en 1995, Ribeyro abre La caza sutil con el texto “En torno a los diarios íntimos” (1953) en el que hace clara su inquietud por ese ámbito de la literatura, que define como “moderno” y “occidental” y destaca, entre otros elementos que definen al género, “el sentimiento de inseguridad, de incertidumbre y desamparo que palpita en todo auténtico diario íntimo”. Todo lo que habita La tentación del fracaso. Por entonces ya en alza entre los escritores, el diario íntimo, decía el autor “se ha convertido pues en un producto cotizado en el mercado literario y corre el riesgo de convertirse en el menos íntimo de todos los géneros”.
Gustave Flaubert, Marcel Proust, James Joyce, William Faulkner, Stendhal y Guy de Maupassant son autores a los que Ribeyro vuelve una y otra vez para sentar posición, abrir una polémica, describir un recuerdo estético o metodológico; también el peruano José María Arguedas, al que le dedica varios textos y reseñas y, aunque en menor medida, Mario Vargas Llosa. Hay, también, palabras sobre Gabriel García Márquez y Julio Cortázar.
En el prólogo a esta edición “A la orilla del mundo”, Diego Zúñiga, cita al colombiano Juan Gabriel Vásquez para definir a Ribeyro: “Nacido en 1929, era quince años menor que Cortázar, dos años menor que García Márquez, un año menor que Fuentes, apenas siete años mayor que Vargas Llosa.
Es decir, era un estricto escritor del Boom latinoamericano. Y, sin embargo, poco o nada tuvo que ver con el fenómeno narrativo que estos nombres encabezaron. No se piensa en el boom cuando se piensa en Ribeyro”. Efectivamente, las lianas literarias del autor estaban lejos de la mitología que creó el Boom, aunque, pese a que sus pies andaban por Europa, su identidad fue siempre peruana y su universo literario su ciudad de infancia. Lima, ocupaba buena parte de sus pensamientos. “Es un hecho curioso que Lima siendo ya una ciudad grande –por no decir una gran ciudad– carezca aún de una novela. Y es un hecho curioso, digo, por cuanto toda ciudad que ha alcanzado cierto grado de desarrollo industrial, urbanístico, demográfico, cultural o político luce al lado de sus fábricas, de sus monumentos y de su policía una novela que sea el reflejo más o menos aproximado de lo que esta ciudad tiene de peculiar”, escribía en 1953, antes de que Lima tuviera quien la contara. Poco tiempo antes, instalado ya en París y con 23 años, había empezado a trabajar en los cuentos limeños de Los gallinazos sin plumas, su primer libro. En él, diría tres décadas después, movido por esa inquietud de reflejar literariamente una ciudad que se había transformado en una urbe moderna, “y, como no tenía en ese momento ni disposición ni idea para escribir una novela, se me ocurrió escribir un grupo de cuentos de diferente medida, que fueran como una especie de mosaico de la vida de la ciudad”.
La caza sutil y otros textos es inabarcable en estas pocas líneas, es una selección de textos que dialogan entre sí y tejen una red de voces en las que puede hallarse al escritor peruano, voces que habitan sus lecturas, que orbitan sus obras y arrastran siempre hacia una espiral cuyo centro son los misterios del quehacer literario, las dudas de un hombre de letras, los silencios, las apuestas experimentales y las páginas en blanco. Un mundo hecho de papel.
El último texto de esta edición es la conferencia “Circunstancias de un escritor”, fechada en 1984, diez años antes de la muerte del escritor, antes de que se alzara con el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, por el conjunto de su obra. “Como escritor no tengo, si se quiere, una poética. No puedo dar sino hacer una descripción de lo que he escrito con algunas pequeñas interpretaciones personales, pero, en realidad, me sigo aún interrogando sobre cuál ha sido realmente mi rol como escritor y cuál ha sido realmente mi importancia como escritor, y esto para mí sigue siendo verdaderamente un enigma, si bien he tenido ahora y he sentido una especie de impresión de que soy quizá un escritor leído y apreciado en el Perú”, dice Ribeyro en el cierre de la ponencia, que había iniciado con la afirmación: “No será esta una charla magistral ni un curso sino simplemente una conversación con ustedes y una tentativa de –a través de esta conversación– esclarecer algunos aspectos de mi propia obra”.
Por ahí va toda la edición, porque el libro entero puede leerse como una conversación con Ribeyro –ya por la claridad y limpieza de su prosa, ya por la intimidad con que reflexiona sobre los temas que lo sacuden, por esa especie de susurro confesional que atraviesa algunos escritos o la espontaneidad con que vitorea sus momentos de iluminación– y también como una manera de explorar y releer su propia vida, su propia obra.
La caza sutil y otros textos reúne, como su nombre lo indica, escritos de entre 1953 y 1975 seleccionados por Ribeyro para la primera edición de La caza sutil, publicada originalmente en 1976, en Lima, bajo el sello Milla Batres, y suma otros tantos ensayos aparecidos en diarios y revistas; algunos prólogos y epílogos a libros y dos conferencias, agrupados en el subtítulo “Textos dispersos”, con la factura de Jorge Coaguila.
“Mi intención ha sido decir con claridad cosas sencillas que puedan ser entendidas por todo el mundo”, postulaba Ribeyro en la nota introductoria a La caza sutil, en 1976. Ese espíritu se ha mantenido también en la selección de textos dispersos, de allí que el libro mantenga al lector en una especie de flotación alegre, como quien ve pasar diferentes paisajes por la ventanilla de un tren de marcha tranquila.
Autor del monumental diario personal La tentación del fracaso, que comenzó a publicarse en 1992 y finalizó en 1995, Ribeyro abre La caza sutil con el texto “En torno a los diarios íntimos” (1953) en el que hace clara su inquietud por ese ámbito de la literatura, que define como “moderno” y “occidental” y destaca, entre otros elementos que definen al género, “el sentimiento de inseguridad, de incertidumbre y desamparo que palpita en todo auténtico diario íntimo”. Todo lo que habita La tentación del fracaso. Por entonces ya en alza entre los escritores, el diario íntimo, decía el autor “se ha convertido pues en un producto cotizado en el mercado literario y corre el riesgo de convertirse en el menos íntimo de todos los géneros”.
Gustave Flaubert, Marcel Proust, James Joyce, William Faulkner, Stendhal y Guy de Maupassant son autores a los que Ribeyro vuelve una y otra vez para sentar posición, abrir una polémica, describir un recuerdo estético o metodológico; también el peruano José María Arguedas, al que le dedica varios textos y reseñas y, aunque en menor medida, Mario Vargas Llosa. Hay, también, palabras sobre Gabriel García Márquez y Julio Cortázar.
En el prólogo a esta edición “A la orilla del mundo”, Diego Zúñiga, cita al colombiano Juan Gabriel Vásquez para definir a Ribeyro: “Nacido en 1929, era quince años menor que Cortázar, dos años menor que García Márquez, un año menor que Fuentes, apenas siete años mayor que Vargas Llosa.
Es decir, era un estricto escritor del Boom latinoamericano. Y, sin embargo, poco o nada tuvo que ver con el fenómeno narrativo que estos nombres encabezaron. No se piensa en el boom cuando se piensa en Ribeyro”. Efectivamente, las lianas literarias del autor estaban lejos de la mitología que creó el Boom, aunque, pese a que sus pies andaban por Europa, su identidad fue siempre peruana y su universo literario su ciudad de infancia. Lima, ocupaba buena parte de sus pensamientos. “Es un hecho curioso que Lima siendo ya una ciudad grande –por no decir una gran ciudad– carezca aún de una novela. Y es un hecho curioso, digo, por cuanto toda ciudad que ha alcanzado cierto grado de desarrollo industrial, urbanístico, demográfico, cultural o político luce al lado de sus fábricas, de sus monumentos y de su policía una novela que sea el reflejo más o menos aproximado de lo que esta ciudad tiene de peculiar”, escribía en 1953, antes de que Lima tuviera quien la contara. Poco tiempo antes, instalado ya en París y con 23 años, había empezado a trabajar en los cuentos limeños de Los gallinazos sin plumas, su primer libro. En él, diría tres décadas después, movido por esa inquietud de reflejar literariamente una ciudad que se había transformado en una urbe moderna, “y, como no tenía en ese momento ni disposición ni idea para escribir una novela, se me ocurrió escribir un grupo de cuentos de diferente medida, que fueran como una especie de mosaico de la vida de la ciudad”.
La caza sutil y otros textos es inabarcable en estas pocas líneas, es una selección de textos que dialogan entre sí y tejen una red de voces en las que puede hallarse al escritor peruano, voces que habitan sus lecturas, que orbitan sus obras y arrastran siempre hacia una espiral cuyo centro son los misterios del quehacer literario, las dudas de un hombre de letras, los silencios, las apuestas experimentales y las páginas en blanco. Un mundo hecho de papel.