Gabriel García Márquez: Homenaje: 85.45.30*
La única campaña exitosa de promoción de la lectura en Latinoamérica la realizó Gabo
Gabriel García Márquez sabe como lector cosumado y consumido que la literatura empieza allí, leyendo./eltiempo.com |
Fue tal su fidelidad a sus historias
familiares, a las leyendas y supersticiones de su terruño y a esas
mezclas entre un país anacrónico y a unas técnicas narrativas modernas,
que el periodista y crítico de cine vio como sus obsesiones y pesadillas
terminaban por exigirle una entrega sin excusas solo a los fantasmas
del pasado. Guerras civiles, duelos de honor, prejuicios sociales y
machismo activo.
La primera edición de Cien años de soledad apareció en 1967 en
Sudamericana de Buenos Aires. En el mismo 1967, aparecieron la segunda,
la tercera y la cuarta edición. Y al año siguiente, 1968, la quinta, la
sexta, la séptima, la octava, la novena y la décima. En el 69 ya iba en
la dieciséis y en 1970 en la veinte. Cuatro años después, en 1974, se
alcanzaba la edición número treinta y nueve. Las primeras cien
ediciones, en la Editorial Sudamericana, se celebran en 1985 con una
reedición especial. En el 2007, en Cartagena de Indias, con motivo de
sus ochenta años, el propio Gabriel García Márquez, al hablar de Cien
años de soledad mencionará como esta novela "ha pasado ante los ojos de
cincuenta veces un millón de lectores". "Las ediciones tradicionales de
tres mil ejemplares", como las llamó Ángel Rama en El boom en
perspectiva (1981) p. 53 habían sido sustituidas por tirajes masivos,
que normalmente llegaban a los 100 mil.
Esto daría origen, en 1966, a un libro anunciador de este auge y que,
escrito por Luis Harss, titulado Los nuestros y publicado por
Sudamericana de Buenos Aires presentaba e interrogaba a diez figuras:
Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Joao
Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos
Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Hoy sólo
sobreviven los dos últimos, premios Nobel de 1982 y 2010,
respectivamente.
En el caso de García Márquez, no hay quizás una enciclopedia más
vasta y más detallada sobre la cultura colombiana. Y, en verdad, sobre
Latinoamérica toda. Apunto sólo algunos rasgos. La relación entre la
costa y el interior. Cuando Fernanda del Carpio llega a la Casa de los
Buendía, con sus aires de cachaca mandona, comienza la entropía. Una
casa que se cierra sobre sí misma, se clausura en el formalismo. Se
sirve la cena, con toda la vajilla de lujo, todos los perendengues, y no
hay nada que comer. Así serán las amantes de la casa chica las que
proporcionen las vituallas, humillando a la titular. No hay literatura
más subversiva en relación con prejuicios y códigos de distinción, de
clase y rango.
No olvidemos las horas en que van a misa liberales y conservadores.
Para no ser vistos o para ser ostentosamente reconocidos. Y no
descuidemos Crónica de una muerte anunciada, sustentada en el honor de
la virginidad como pilar del matrimonio. O en El general en el laberinto
donde el Bolívar, mulato y malhablado, trae consigo todas sus huestes
de parientes venezolanos y de tropa cerrera y a caballo. También su
definida postura ante un imperialismo invasor como el que representa la
United Fruit en sus explotaciones bananeras de la región de Santa Marta.
Región donde existía una finca ya mítica llamada Macondo.
Hoy otro tema que parece decisivo analizar. Si vemos Los funerales de
la Mama Grande, El otoño del patriarca, Cien años de soledad, El
general en su laberinto y El amor en los tiempos del cólera como una
única y larga frase podemos concluir que ella se cierra sobre sí misma,
clausurando el futuro. Un dictador omnipotente que no puede escapar al
tiempo de la eternidad y que no logra colarse en la historia. Un barco
que va y viene, sin lograr desembarcar, aunque lleve en su interior un
amor senil, en medio de la peste. Consumado por fin pero con la máscara
de la muerte ya dibujándose sobre los huesos aguzados del rostro.
Otro de los temas recurrentes de García Márquez es su relación con el
poder que parece perseguirlo en todas y cada una de los países donde se
desarrolla su formación. Para empezar en Colombia los gobiernos
conservadores de Laureano Gómez y el general Gustavo Rojas Pinilla y
censurarán el periódico El Espectador donde publica su Relato de un
náufrago y lo obligarán a permanecer en París. En Venezuela, más tarde,
la figura del dictador Pérez Jiménez cae cuando él llega a Caracas a
trabajar en revistas de actualidad. De allí partirá hacia Cuba para ver
los primeros juicios que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio
efectúa contra los represores del régimen del dictador Fulgencio
Batista. Sus muchos años en México le permitirán conocer la historia del
largo régimen de Porfirio Díaz, una revolución en la que los caudillos
se asesinaban para trepar a la silla del águila y donde, finalmente, el
PRI, Partido Revolucionario Institucional, se establecería durante más
de 60 años, en lo que Mario Vargas Llosa llamó "la dictadura perfecta".
Finalmente, en España donde se fue a escribir El otoño del patriarca a
la espera de la muerte del dictador Francisco Franco, en la más larga de
las agonías y en las sórdidas disputas entre su entorno. Todo ello,
transfigurado poéticamente, estará en sus libros y dará pie a una
revolución en los hábitos de lectura de todo el continente
latinoamericano que se vio expresado en su escritura clarividente y
justa. Por ello vale la pena mirar en tres breves aproximaciones: del
realismo mágico a lo real maravilloso, los discursos en que reflexionó
sobre su obra y los lectores que ya tuvo en todo el mundo, la
importancia decisiva de la literatura como forma de comprensión del
mundo.
No es de extrañar entonces que un escritor de la India como Salman
Rushdie o un Premio Nobel de 2012, como el chino Mo Yan aseguren que la
lectura de unas pocas frases de Gabriel García Márquez los impactaron de
tal modo que se constituyeron en su impulso inicial para escribir.
Juan Gustavo Cobo Borda es poeta y ensayista colombiano.
*85 años de Gloria. 45 años de la publicación de Cien años de soledad. 30 años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura.