Rosa Regàs, una de las más destacadas escritoras españolas, ha abordado en Música de cámara su versión del franquismo y la posguerra. Se trata en concreto de una novela autobiográfica con la que obtuvo, en marzo de este año, el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral
Rosa Regàs, autora de Música de cámara./pagina2.com.ar |
Ciento
catorce mil desapariciones y asesinatos cometidos desde 1936 en
adelante. Treinta mil bebés sustraídos a los que se les cambió la
identidad apenas comenzó la Guerra Civil. La única causa abierta en el
mundo sobre los crímenes del franquismo sigue su curso en nuestro país,
mientras que en España continúa vigente –y nada hace pensar que vaya a
anularse– la Ley de Amnistía de 1977. Pero esa causa que se lleva
adelante en Argentina avanzó de manera notable con las recientes
declaraciones del juez Baltasar Garzón (congelado por la corte española
debido, precisamente, a su propósito de investigar esos delitos de lesa
humanidad en su país), quien habló de “un plan sistemático de
eliminación, secuestro, desaparición, ejecuciones extrajudiciales y robo
de niños”, y mostró documentos que prueban que la dictadura de Franco
ejecutó una “política de eliminación, tortura y desaparición”. No es
casualidad, obvio, que entre los principales acusados se encuentre José
Utrera Molina, ultramontano franquista de 86 años y suegro del actual
ministro de Justicia de Mariano Rajoy.
Traductora, editora y directora de la Biblioteca Nacional entre 2004
y 2007, Rosa Regàs es de esas escritoras que consideran que, al igual
que sucede con la justicia, mejor es que sus libros lleguen tarde antes
que nunca. Si bien entre sus diversas labores relacionadas con el mundo
editorial –trabajó en Seix Barral y luego fundó su propia editorial, La
Gaya Ciencia– había publicado algún que otro libro de relatos, las
novelas (y los premios) que cimentaron su nombre las empezó a escribir
de grande. Memoria de Almator la publicó casi a los sesenta. Luego
llegaron Azul, en 1994, que le valió el premio Nadal; Luna lunera, en
1999, con el que obtuvo el Ciudad de Barcelona, y su célebre La canción
de Dorotea, en 2001, ganadora del premio Planeta. Tardaron en llegar,
sí, pero lo hicieron con éxito y sin pausa.
Música de cámara, su flamante novela, recibió el pasado mes de marzo
el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Se trata de un libro
bastante autobiográfico, sobre todo en lo que respecta a Arcadia
Cañizares, la hija de una pareja de republicanos exiliados que vivió en
Toulouse hasta los doce años y tuvo que regresar a Barcelona cuando sus
padres murieron, en un accidente ferroviario. Con un claro acento
extranjero, la única compañía de una viola y bajo la crianza de su tía
Inés, prácticamente una desconocida, Arcadia comienza a vivir su
temporada en el infierno del franquismo.
Con una eficaz combinación de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, y la
también catalana Mercé Rodoreda, Rosa Regàs va dando cuenta de los
oscuros años de posguerra, la castración religiosa prodigada en los
colegios de monjas, la férrea persecución política, la infatigable
denigración de la mujer, la complicidad perversa con el régimen de la
burguesía catalana y el silencio característico de todas las dictaduras.
A pesar de que Arcadia pasa su infancia tratando de disimular las ideas
heredadas de sus padres, en la adolescencia le sobreviene una oscura
primavera que coincide con la llegada del amor. Esto es, cuando conoce a
Javier: hombre tibio, inseguro, hijo de una adinerada familia catalana
enriquecida por su complicidad con el franquismo que representa, en
muchos sentidos, todo lo que ella odia. Sin embargo, Javier encuentra en
su fascinación por Arcadia (nombre que hace referencia a la
retrospectiva mirada idílica que durante el Renacimiento se tenía sobre
Grecia) un punto de partida para comenzar a poner en cuestión su vida, y
alcanzar algo parecido a un pensamiento propio. No obstante, ninguna
pareja está conformada únicamente por dos personas, y es por eso que, a
pesar de su incontrolable pasión, sufren las consecuencias de su abismal
diferencia de clase e ideología en plena década del cincuenta. Es lo
que sucede, por ejemplo, con el desopilante “equipo de matrimonios” al
que asisten por imposición de la familia de Javier, un grupo religioso
que vela por la moral y las buenas costumbres y que, por supuesto, no ve
con buenos ojos los arranques de independencia de Arcadia. Es lo que
hace de esta pareja el prototipo del amor que se funda más en el
desencuentro y la distancia que en la unión propiamente dicha.
Música de cámara. Rosa Regàs Seix Barral 319 páginas
Música de cámara es de esos libros que despliegan lo que anuncia su
título. La música de cámara está compuesta para un reducido grupo de
instrumentos (generalmente de dos a veinte) y, en ese sentido, es lo
contrario de la música de orquesta. Sus principales características son
que cada instrumentista toca una parte diferente y no hay director, por
eso es necesario que los músicos puedan mirarse entre sí. Pero además la
palabra cámara hace referencia a la intimidad: implica que esa música
puede ser ejecutada en una habitación, lo contrario en todo sentido de
la chiesa, es decir, de la iglesia. La última novela de Regàs tiene una
fuerte impronta polifónica, aunque esas voces están muy bien
diferenciadas: la voz de Javier, de la tía Inés, de Arcadia, de cada uno
de los amigos y enemigos de la pareja se van hablando sin pisarse, con
total coordinación pero en permanente confrontación, sin diferencias
jerárquicas y sin una voz rectora, la de un narrador que distribuya y,
al mismo tiempo, coarte su expresividad. Es esa característica de la
música de cámara la que le permite a Regàs indagar en las emociones más
profundas de sus personajes, dar cuenta de sus fracasos más entrañables,
y transmitir la inefable melancolía que se desprende de su enorme
potencial para hacer que las cosas sean de otra manera. Pero la música
de cámara le permite a Regàs, al mismo tiempo, decir grandes verdades
sin desentonar, como la que le dice Arcadia a Javier en su emotivo
encuentro durante los años ochenta: “¿Qué hubieras dicho si se hubiera
pasado del nazismo a la democracia sin pedir responsabilidades, sin
juicios, sin el desmantelamiento de las instituciones nazis, sin ni
siquiera una comisión de investigación para dirimir los delitos de
sangre? No se puede olvidar la cantidad de asesinatos que han quedado
impunes, cometidos durante la dictadura por asesinos que siguen en la
calle y forman parte del tejido social de la nación”.