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En Bruselas está la librería Cook & Book, un local de estética muy cuidada que además ofrece actuaciones musicales, exposiciones o lecturas, mientras se puede tomar un café./elpais.com |
“¿Y ahora? ¿Qué pasará a partir de hoy?”. Esas son las preguntas que
rondan a la mayoría de libreros, editores y distribuidores españoles,
una vez terminada ayer la 72ª Feria del Libro de Madrid que ha logrado frenar la caída en sus ventas desde 2008, que había llegado al 43%. El aumento es del 9,3%, que representa unos ingresos de 7,1 millones de euros.
Pero, más allá de las cifras aparentemente optimistas, o por ellas
mismas, la pregunta que surge de la cita madrileña y que concierne a
todas las librerías es si el sector librero se está adaptando a los
nuevos tiempos donde se trensan lo analógico y lo digital. El resultado
de esta feria y de otras en el mundo hispanohablante suscitan estos interrogantes y prueban que: Las
librerías son el eslabón más débil de la cadena de valor del libro en
este torbellino de cambios y reinvenciones. Y porque las cifras de la
feria madrileña la confirman como un oasis para el sector, que viene en
caída de ventas, la cuestión es que los libreros no pueden estar atenidos
a tres o cuatro fechas del año para salvar el curso: Feria de Madrid, o
su respectiva en cada ciudad o país, Navidad y Día del Libro, 23 de
abril.
Las cifras de este año de la feria son una alegría preocupante.
Aunque la feria no lo hará oficial, mi experiencia en esta feria y en
las últimas, derivada de las conversaciones con las diferentes clases de
expositores (editores, libreros y distribuidores), quienes suelen tener
mejores resultados son los editores, especialmente aquellos con un
catálogo con personalidad, con características claras, más o menos
definidas, que los diferencia y singulariza frente a los demás, los hace
especiales. En cambio las librerías generalistas suelen ofrecer pocas
cosas extraordinarias o llamativas para el lector, esas librerías suelen
ser las mismas que en cualquier lugar.
La
situación es delicada. Todos hemos visto cómo la industria de la música
y del cine, por ejemplo, eran modificadas por factores ajenos a ellas
mismas, mientras el sector del libro parecía un testigo pasivo, y entre
ellos, los libreros más que nadie. Con el tiempo, escritores y editores
se han ido adaptando a las nuevas reglas del juego, mientras las
librerías, la mayoría, siguen como si nada; al menos en cuanto a medidas
a tomar. Una cosa es que piensen, analicen y se preocupen ante la
situación, ¡lógico!, y otra muy distinta es actuar para contrarrestar
los efectos negativos que está acabando con muchas de ellas.(En la imagen, la librería Shakespeare & Co, en París)
No es un tema exclusivo del sector editorial. Todas las empresas
pasan por lo mismo. Los otrora modelos de negocio exitosos han sido
prejubilados casi de golpe. No se trata de despedirse de un mundo y una
forma de vida y de estar en la vida, sino de dar la bienvenida a otro
mundo, a otra forma de ser y estar para vivir mejor. Se trata de sumar,
no de restar. De buscar la sincronización entre lo analógio y lo digital
sacando de esa combinación el mejor provecho.
Las estrategias exitosas no las conoce nadie. Es un momento de
cambio, era de transición donde la única clave es: prueba, error;
prueba, error, incesante; pero siempre atentos. No son tiempos de
espera, de aguardar sentados; son tiempos de acción, de ideas, de
arriesgar, de iniciativas, porque como dice el dicho: "Camarón que se
duerme, se lo lleva la corriente".
Hay algunas librerías que están innovando, empezando por la propia
presentación y escenificación de los libros. Algunas se especializan.
Otras juegan con la oferta de títulos generalistas haciendo más
atractiva la visita del lector-comprador. Otras crean clubs de lectura,
foros, entrevistas con autores, etcétera. El primer reportaje de la
cobertura de EL PAÍS sobre la Feria de Madrid planteaba la preguntas de
¿Qué está haciendo la feria y los libreros por promover y fomentar la
lectura? Ello teniendo en cuenta que en España durante mucho tiempo se
vendieron muchos libros, pero eso no significaba que se leyeran, la
caída estrepitosa de las ventas es una prueba. Se puso la fuerza y la
imaginación en vender, en vender, en vender, y no en crear nuevos
lectores. Y sin ellos no hay compradores de libros, sea en el formato
que sea.
Celebro ese respiro para el sector editorial español, pero comparto
con muchos de ellos su pregunta doble: "¿Y ahora? ¿Qué pasará a partir
de hoy?". Surgen, entonces, varias preguntas para las librerías y los
invito a ustedes a dar ideas para que esos espacios ideales en nuestras
vidas sigan adelante:
- ¿Están las librerías preparadas para afrontrar estos tiempos de cambios entre lo analógico y lo digital?
- ¿Qué crees que deberían
hacer las librerías en estos tiempos de convivencia, entre lo analógico y
lo digital, para funcionar mejor?
- ¿Cómo crees que debería ser la librería de tu barrio para no ser barrida por las grandes plataformas de ventas de libros?