sábado, 29 de junio de 2013

Minicuentos 62



De robots y otras máquinas    
                                                                                              



Disolución social
Luis Arturo Ramos

Antiguamente las cámaras fotográficas se revistieron de una particularidad especialísima que las llevó a la proscripción. Estos aparatos realizaban una síntesis exhaustiva de todos los conjuntos que se sometieron al juicio de la lente: todo aquello que resultara innecesario, feo, o no aportara nada a la composición, era borrado de la fotografía. El problema surgió cuando el inventor tomó una instantánea del gabinete presidencial: en la exposición sólo aparecieron 32 plumas fuente, una banda tricolor y un preservativo aún utilizable. También se inventó el delito que da título a este humilde breviario cultural.

Todo se puede obtener de una computadora
Abraham Dantus B.

Preparamos el programa.
Habían sido analizados todos los problemas.
Lo acabamos, no podía fallar.
Alimentamos la computadora con toda la historia del hombre: códices, estelas, todo lo conocido.
Ésta establecería correlaciones y tendencias, la idea era conocer el futuro del hombre, qué sería de él.
La encendimos y cargamos tanto el programa como los archivos en memoria.
Hicimos la pregunta:¿QUÉ SERÁ DEL HOMBRE MAÑANA?
La máquina permaneció silenciosa mientras sus lucecillas cintilaban.
Imprimió al final estas seis palabras: UN HOMBRE BESARÁ A UNA MUJER.

Producto híbrido
Jorge Marín P.

El hombre llegó a su casa por la noche más que cansado: estaba realmente fatigado, acabado. Como pudo, subió las escaleras y llegó hasta su recámara. Una vez allí, se aplicó a la tarea de desvestirse, sin prisa, sosegadamente. Luego, ya desnudo, se quitó el bisoñé, que puso cuidadosamente sobre un maniquí, siguió con la dentadura postiza, que depositó en un vaso con agua, y los anteojos con aparato para la sordera los colocó sobre el buró. Enseguida, continuando con una rutina ya establecida, procedió a desenchufarse el pie derecho, luego el izquierdo, y los puso debajo de la cama, junto a las pantuflas; siguieron las piernas, las cuales le costaron algún trabajo, pues padecía de reuma desde hacía algunos años, éstas las dispuso, incluso hasta con cierto gusto, encima de la mesita de noche. A continuación con la mano izquierda destornillo la derecha, y desarmó todo el brazo hasta el hombro, arrojando las piezas sin preocuparse de dónde fuera a caer. Y por fin llegaba el momento temido cada noche: ¿qué hacer con el brazo izquierdo?; y así pensando se quedó dormido, y en un movimiento brusco, inconsciente, durante el sueño, se le desprendió la cabeza, que fue a rodar hasta caer por un agujero abierto en el medio del piso. Con esto terminaron para siempre sus problemas, sobre todo el del molesto brazo izquierdo.

Los sustitutos
Bernard Pechberty

Esta vez, todo había terminado. Los hombres no realizaban ya ningún trabajo, las máquinas los sustituían por completo. Vivían retirados en sus refugios antirradiactivos y lentamente iban paralizándose, sin fuerzas siquiera para procrear. Pero esto no les importaba, puesto que los robots les proveían de todo lo que podían necesitar.
Así, los últimos hombres terminaron muy pronto por atrofiarse completamente. Entonces los autómatas los eliminaron tranquilamente. Después de tantos siglos desde que el hombre los creara, esperaban con ansia ese momento.
Después pensaron que al fin podrían descansar. Pero muy pronto se dieron cuenta de que para ello necesitaban servidores.
Así, inventaron a los hombres.

Entre robots
Alfonso Fonseca Fonseca

… y no dejes de traer pegamento, tienes la cabeza rota.

Welliana
Enrique Escalona

Los últimos en aparecer eran de un color azul iridiscente. Con sus enormes patas mecánicas aplastaron automóviles y tranvías. Ya para entonces se había extinguido entre los habitantes de la ciudad hasta el último vestigio de duda.

Sorpresa
A. E. van Vogt


Una vez, para ser más precisos el 17 de junio de 4784, el capitán Kayle Clark entró en una casilla de telepantalla pública para llamar a su novia, la agente secreta Lucy Rall. Le informaron que no podía hablar con ella, porque se había casado la semana anterior. “¿Con quién?”, preguntó el exasperado capitán. “Conmigo”, contestó el hombre con el cual estaba hablando. Al mirar con más atención la telepantalla, el capitán descubrió, con ligera sorpresa, que el hombre con quien estaba hablando era él mismo.
Este asombroso misterio fue resuelto por Mr. Robert Headrock, el primer hombre inmortal de la tierra. Utilizando su supercerebro calculador electrónico, Headrock descubrió que el capitán Clark había hecho un viaje en la máquina del tiempo; que en una curva del pasado se había casado con Lucy Rall sin que su yo actual, ajeno a esa curva, lo supiera. Por medio de esta pequeña travesura se convirtió también en el hombre más rico de la tierra, porque supo de antemano las oscilaciones de la Bolsa de Comercio. Cuando se llegó al punto del tiempo en que Clark había tomado la curva con la máquina del tiempo, el Clark del pasado y el del presente se volvieron de nuevo uno solo, y vivieron felices para siempre. Enretanto, Robert Headrock, el hombre inmortal, envió a un periodista llamado MacAllister varios trillones de años atrás, y le hizo producir una explosión atómica, que dio origen a nuestro sistema planetario, tal como lo conocemos.