De robots y otras máquinas
Disolución social
Luis Arturo Ramos
Antiguamente las cámaras
fotográficas se revistieron de una particularidad especialísima que las llevó a
la proscripción. Estos aparatos realizaban una síntesis exhaustiva de todos los
conjuntos que se sometieron al juicio de la lente: todo aquello que resultara
innecesario, feo, o no aportara nada a la composición, era borrado de la
fotografía. El problema surgió cuando el inventor tomó una instantánea del
gabinete presidencial: en la exposición sólo aparecieron 32 plumas fuente, una
banda tricolor y un preservativo aún utilizable. También se inventó el delito
que da título a este humilde breviario cultural.
Todo se puede
obtener de una computadora
Abraham Dantus B.
Preparamos el programa.
Habían sido analizados todos los problemas.
Lo acabamos, no podía fallar.
Alimentamos la computadora con toda la historia del
hombre: códices, estelas, todo lo conocido.
Ésta establecería correlaciones y tendencias, la idea era
conocer el futuro del hombre, qué sería de él.
La encendimos y cargamos tanto el programa como los
archivos en memoria.
Hicimos la pregunta:¿QUÉ SERÁ DEL HOMBRE MAÑANA?
La máquina permaneció silenciosa mientras sus lucecillas
cintilaban.
Imprimió al final estas seis palabras: UN HOMBRE BESARÁ A UNA MUJER.
Imprimió al final estas seis palabras: UN HOMBRE BESARÁ A UNA MUJER.
Producto híbrido
Jorge Marín P.
El hombre llegó a su casa por la
noche más que cansado: estaba realmente fatigado, acabado. Como pudo, subió las
escaleras y llegó hasta su recámara. Una vez allí, se aplicó a la tarea de
desvestirse, sin prisa, sosegadamente. Luego, ya desnudo, se quitó el bisoñé,
que puso cuidadosamente sobre un maniquí, siguió con la dentadura postiza, que
depositó en un vaso con agua, y los anteojos con aparato para la sordera los
colocó sobre el buró. Enseguida, continuando con una rutina ya establecida,
procedió a desenchufarse el pie derecho, luego el izquierdo, y los puso debajo
de la cama, junto a las pantuflas; siguieron las piernas, las cuales le
costaron algún trabajo, pues padecía de reuma desde hacía algunos años, éstas
las dispuso, incluso hasta con cierto gusto, encima de la mesita de noche. A
continuación con la mano izquierda destornillo la derecha, y desarmó todo el
brazo hasta el hombro, arrojando las piezas sin preocuparse de dónde fuera a
caer. Y por fin llegaba el momento temido cada noche: ¿qué hacer con el brazo
izquierdo?; y así pensando se quedó dormido, y en un movimiento brusco, inconsciente,
durante el sueño, se le desprendió la cabeza, que fue a rodar hasta caer por un
agujero abierto en el medio del piso. Con esto terminaron para siempre sus
problemas, sobre todo el del molesto brazo izquierdo.
Los
sustitutos
Bernard Pechberty
Esta vez, todo había terminado. Los hombres no realizaban
ya ningún trabajo, las máquinas los sustituían por completo. Vivían retirados
en sus refugios antirradiactivos y lentamente iban paralizándose, sin fuerzas
siquiera para procrear. Pero esto no les importaba, puesto que los robots les
proveían de todo lo que podían necesitar.
Así, los últimos hombres terminaron muy pronto por
atrofiarse completamente. Entonces los autómatas los eliminaron tranquilamente.
Después de tantos siglos desde que el hombre los creara, esperaban con ansia
ese momento.
Después pensaron que al fin podrían descansar. Pero muy
pronto se dieron cuenta de que para ello necesitaban servidores.
Así, inventaron a los hombres.
Así, inventaron a los hombres.
Entre
robots
Alfonso Fonseca Fonseca
… y no dejes de traer pegamento, tienes la cabeza rota.
Welliana
Enrique Escalona
Los últimos en aparecer
eran de un color azul iridiscente. Con sus enormes patas mecánicas aplastaron
automóviles y tranvías. Ya para entonces se había extinguido entre los
habitantes de la ciudad hasta el último vestigio de duda.
Sorpresa
A. E. van Vogt
Una vez, para ser más precisos el 17 de junio de 4784, el capitán Kayle Clark entró en una casilla de telepantalla pública para llamar a su novia, la agente secreta Lucy Rall. Le informaron que no podía hablar con ella, porque se había casado la semana anterior. “¿Con quién?”, preguntó el exasperado capitán. “Conmigo”, contestó el hombre con el cual estaba hablando. Al mirar con más atención la telepantalla, el capitán descubrió, con ligera sorpresa, que el hombre con quien estaba hablando era él mismo.
Este asombroso misterio fue resuelto por Mr. Robert
Headrock, el primer hombre inmortal de la tierra. Utilizando su supercerebro
calculador electrónico, Headrock descubrió que el capitán Clark había hecho un
viaje en la máquina del tiempo; que en una curva del pasado se había casado con
Lucy Rall sin que su yo actual, ajeno a esa curva, lo supiera. Por medio de
esta pequeña travesura se convirtió también en el hombre más rico de la tierra,
porque supo de antemano las oscilaciones de la Bolsa de Comercio. Cuando se
llegó al punto del tiempo en que Clark había tomado la curva con la máquina del
tiempo, el Clark del pasado y el del presente se volvieron de nuevo uno solo, y
vivieron felices para siempre. Enretanto, Robert Headrock, el hombre inmortal,
envió a un periodista llamado MacAllister varios trillones de años atrás, y le
hizo producir una explosión atómica, que dio origen a nuestro sistema
planetario, tal como lo conocemos.