sábado, 22 de junio de 2013

Minicuentos 61



 

Del lenguaje y escritores                                                                                                     


No hay derecho
M. V. Busquets

—No. No me interesa que sus personajes sean oficinistas o revolucionarios, que lleven turbante o sombrero tirolés, que sean melenudos o calvos; adictos, santurrones, impotentes o ateos. Lo que me irrita verdaderamente es que, en cuanto vengo a la Editorial, éstos lleguen, y se instalen en mi casa. ¡No hay derecho!

La lengua de Cervantes
Juan José Arreola

Tal vez la pinté demasiado Fray Angélico. Tal vez me excedí en el color local de paraíso. Tal vez sin querer le di la pista entre el catálogo de sus virtudes, mientras vaciábamos los tarros de cerveza con pausas de jamón y chorizo. El caso es que mi amigo halló bruscamente la clave, la expresión castiza, dura y filosa como un puñal manoseado por generaciones de tahúres y rufianes, y me clavó sin más ¡puta! en el corazón sentimental, escamoteando la palabrota en un rojo revuelo de muleta; la gran carcajada española que hizo estallar su cinturón de cuero ante el empuje monumental de una barriga de Sancho que yo no había advertido jamás.

Amor a primera línea
Francisco Guzmán

La pelirroja de ojos azules sonrió de tal manera que ya no pude seguir escribiendo: la saqué del cuento y me casé con ella.

Todo lo contrario
Mario Benedetti

—Veamos, —dijo el profesor. —¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de IN?
—OUT —respondió prestamente un alumno.
—No es obligatorio pensar en ingles. En español, lo contrario de IN (como prefijo privativo, claro) suele ser la misma palabra, pero sin esa sílaba.
—Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?
—Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario del invierno no es vierno sino verano.
—No se burle, profesor.
—Vamos a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo IN, no confirman la ortodoxia gramatical?
—Probaré, profesor: “Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió dulgente pero dómito, hizo ventario de la famias con que tanto lo habían cordiado, y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento”.
—Sulso pero pecable, —admitió sin euforia el profesor.

Scherezada
Ramón Tamayo Rosas

Empezó contándome cuentos que invariablemente quedaban inconclusos. Ahora vivo con ella, cocina, lava, duerme a mi lado, y el que ha quedado inconcluso soy yo.

Hambre
René Avilés Fabila

Desperté con un apetito atroz e inaplazable; me dirigí a la cocina: el refrigerador estaba vacío; de una alacena obtuve un libro con decenas y docenas de sabrosísimas recetas; de inmediato lo herví en la olla de presión y luego puse la mesa dispuesto a darme un suculento banquete con sus páginas.

La visita
Edmundo Moure Rojas

Yo estaba leyendo en mi cama cuando ella apareció en el umbral. Lucía muy hermosa con su vestido antiguo, sus largos cabellos sobre los hombros y los ojos castaños iluminados por el perenne deseo; fue mi primera impresión, y en seguida el pensamiento rápido de que no habría podido entrar en la casa, pues todo permanecía cerrado, y ni siquiera el ladrido del perro habíame advertido su presencia. No soñaba, puedo asegurarlo; me encontraba tan lúcido como ahora. Pero ella clavó en mí sus bellos ojos atormentados y comenzó a hablar con esa voz sensual y enronquecida, mezcla extraña de súplica y apremio. Me dijo que volvía para siempre; que la perdonara; que me amaba con absoluta certeza; que había puesto fin a todos sus extravíos. No atiné a responder y sonreí, derrotado… Se acercó al lecho, nos besamos, se encendió la pasión con el voraz fuego de antaño y nos sumimos en la quemante desesperación del placer. Miré hacia el espejo colgado en la pared, y me dí cuenta con estupor que su imagen blanca y voluptuosa no se reflejaba en la clara superficie. El artero terror a lo efímero me golpeó desde las caricias. Comprendí todo de súbito, dolorosamente; Emma había abandonado sólo por un momento el ficticio mundo de la novela para escarnecerse por mi endémica infidelidad, para vengarse con las armas del rencoroso Amor del injusto y trágico destino a que la encadenó Flaubert en el alma innumerable de sus lectores.

El poeta
Luis Arturo Ramos

Era un hombre que se volvía poeta en los plenilunios. Le crecía el cabello. Los ojos se le colmaban de brillos. Una palidez marfilínea le asaltaba en la cara. Estaba sujeto a los caprichos lunares como las corrientes oceánicas. También como los licántropos. Acostumbraba escribir sus versos en las arenas de las playas para que después las mareas se encargaran de borrarlo todo. Un día no pudo ver la luna llena por las nubes que cubrían el cielo. Tampoco los ojos se le llenaron de brillos. Murió de pena con los versos atorados en la garganta. Compadecido Dios le concedió la cabellera. Quedó flotando sobre el mar. Confundida con las algas.