Tres años después de su muerte la presencia del Nobel sigue en Lanzarote
Pilar del Río, la viuda de José Saramago, quiso que la memoria del
Nobel siguiera ligada a Lanzarote y tres años después de su muerte, a
pesar del desdén de las autoridades estatales y canarias sobre el legado
del autor de Cuadernos de Lanzarote, ahí siguen, en el municipio de Tías, la casa (“A Casa”) y la biblioteca del escritor.
Hoy se cumplen esos tres años de la muerte del portugués de Azinhaga,
que conoció a la periodista y escritora, y ahora traductora, Pilar del
Río, se enamoraron y decidieron irse a vivir a Lanzarote, donde ella
tenía una hermana. La casa, que ahora está abierta al público, igual que
la biblioteca que ambos atesoraron, se fue construyendo poco a poco; se
dice que el propio Saramago contribuyó a hacerla, piedra a piedra. En
su porche, mirando hacia Fuerteventura, donde vivió otro trasterrado,
Miguel de Unamuno, y en medio de la diatriba que hubo en Portugal en
torno a la novela El Evangelio según Jesucristo, Saramago exclamó un día:
--Me podrán negar todo, pero nadie me quitará este aire.
Lanzarote fue la otra patria de Saramago. Por eso Pilar del Río no
quiso que a la muerte de su marido, cuyas cenizas fueron esparcidas en
Portugal, y en Lisboa tuvieron efecto las exequias, esas pertenencias
que le unían a este territorio (la casa, la biblioteca) fueran selladas
para siempre.
Su voluntad de permanecer aquí con esos recuerdos, abriéndolos al
público, chocaron desde el principio y hasta ahora mismo con la
despreocupación activa de las autoridades canarias y estatales, que no
han considerado pertinente poner en valor el patrimonio que el escritor
legó a la isla de César Manrique. Hasta este último 15 de junio no
consiguió la Fundación Saramago que la localidad de Tías, donde se
ubican A casa y la biblioteca, fuera señalizada convenientemente para
que los posibles visitantes de estos lugares por los que transitó el
escritor encontraran fácilmente accesible el camino por el que discurrió
aquí la vida y la obra de Saramago.
Ahora ya hay una rotonda que indica por dónde ir; Pilar del Río dio
la frase que, además, indicara en el sitio lo que para Saramago era
Lanzarote: “No es mi tierra, pero es tierra mía”. Son legendarias las
fotografías en las que se le ve caminando por la lava, así como sus
numerosos textos sobre Lanzarote, a la que dedicó no sólo esa dedicación
literaria; además Saramago colaboró activamente con la Fundación César
Manrique, que prolonga en la isla la labor ecológica, artística y
política que desarrolló el famoso artista lanzaroteño para impedir que
Lanzarote fuera predio de los depredadores. José Saramago siguió, ahí y
en todas partes, siendo altavoz del compromiso de Manrique, hasta su
muerte hace tres años.
Desde 1993, cuando la pareja se fue a vivir a Lanzarote, Saramago
escribió numerosas novelas, artículos y diarios en Lanzarote. Lo hacía
en el altillo de la casa en la que ahora siguen sus objetos, sus cuadros
y los lugares donde pasó sus años de lucha y de sosiego. Poco antes de
morir, tras una batalla que libró, como él decía, “gracias a la fuerza
de Pilar”, se despedía con la caballerosidad de un hombre que nunca
sublimó su dolor: “Até amanhá!”. A su muerte, Lanzarote lo consideró
suyo, como demuestran aún sus habitantes, y Portugal lo acogió como el
hombre que fue, un ciudadano ejemplar y comprometido. Aún está por ver
que las autoridades españoles que tendrían que ayudar a que su legado
sea patrimonio público entiendan que Saramago tuvo dos patrias, y en
ninguna de las dos se sintió ajeno. Ahora ya se sabe por donde se va a A
Casa en Tías. Durante tres años, al menos, ese fue un sitio casi
clandestino en la isla.