lunes, 26 de mayo de 2014

Neuman: "Si los países latinoamericanos se leen entre sí, la lengua entera saldrá ganando"

 De la A de Abecedario - Pensamiento muy poco a poco - a la Z de Zzz - "Onomatopeya indicativa de que el último lector se ha quedado dormido"-, pasando por Libro - "Soledad plural"-, Andrés Neuman reúne en Barbarismos,  un millar de entradas que trazan un mapa secreto de la literatura y el humor. Sus aforismos irreverentes conforman un diccionario canalla que redefine "las palabras desde cero, como hacen los poemas o los niños"

Andrés Neuman, escritor argentino español /Simon Hurst./elcultural.es
La sonrisa de Neuman (Buenos Aires, 1977) apenas oculta hoy su cansancio. Noctívago irreductible, no acaba de deshacer las maletas después de haber pasado una larga temporada en Estados Unidos, donde dió clase en Baltimore y Boston, recibió el premio Puterbaugh en Oklahoma, presentó la traducción al inglés de su novela Hablar solos en la Biblioteca del Congreso y participó en el PEN World Voices en Nueva York. Ahora se va a Gales, al Festival Hay, y a la vuelta le espera la gira de presentación de Barbarismos.

-La duda es cómo, con tanto viaje, halla la calma para escribir:
-Piglia alertaba hace poco del peligro de que los autores viajen más que sus obras, y creo que tiene razón. Aunque, por otra parte, conocer lugares, hablar idiomas, encontrar gente es parte de la sensación de extranjería de la que se nutre la escritura. Tan importante me parece salir como recluirse, tener algo de mochilero y algo de monje de clausura. Sin esas dos experiencias radicales, quizás al lenguaje le faltaría algo. Ahora bien, no hay nada más lamentable que un escritor que deja de leer o escribir por estar todo el tiempo públicamente visible. Al menos en mi caso, el método es sencillo: viajo durante una mitad del año, y la otra mitad me encierro en mi escritorio. Seguir viviendo en Granada me ayuda, porque las distracciones son mínimas. Si estuviera en centros de poder como Madrid o Barcelona, tendría más cócteles y menos libros. Ésta no es la primera vez que Neuman escribe aforismos, ya lo hizo en El equilibrista (2005), pero, aunque ambos libros comparten “el asombro” y “la búsqueda por un lado del equilibrio, como necesidad de considerar los dos extremos de una idea. Y por otro lado la pérdida de ese equilibrio, como accidente final con el lenguaje que te revela algo”, Barbarismos es muy distinto para su autor:

-Sí, quizá lo más exacto sería decir que es un diccionario. Un diccionario canalla. Un millar de palabras que me atraen, o que detesto, o ambas cosas. Me pareció fascinante la posibilidad de redefinir una palabra desde cero, como hacen los poemas o los niños cuando se preguntan: ¿qué querrá decir esta palabra?

Sinceridad, humor

-¿Sabe ya el secreto de un buen aforismo? -Me parece que el ingenio tiene algo de dinamita: puede ser una descarga que abra huecos, pero también puede explotarte entre las manos. Así que vale la pena tener cuidado con él, y no subestimar el valor de la sinceridad, que es una forma noble de vulnerabilidad y riesgo. Otra cosa es que, a través del humor, nos atrevamos a desafiar ciertos límites. Eso lo encuentro valioso. Si el aforismo tuviese una fórmula, entonces dejaría de pensar. Y el pensamiento tiene como tarea desactivar el lugar común, desautomatizar la frase hecha. Prefiero concebir el aforismo como una contractura del lenguaje que, al tensarse, genera algún sentido.

-¿Se atrevería a ofrecer un barbarismo sobre Borges? -Mutación de la prosa castellana.

-Literatura.
-Arte de nombrar lo que no existía.

-Tristeza.
-Virtud de segundo grado.

-Si algo tienen los aforismos es su perdurabilidad, poco compatible con los tiempos que maneja el mercado editorial actual.
-Los tiempos del mercado editorial son contingentes y, a largo plazo, poco significativos. La lentitud de la literatura me parece más confiable y cuenta con un cómplice milagroso: la memoria colectiva, cuyos recuerdos son imprevisibles. Pero cuando la lentitud literaria cumple con su cometido, no hay nadie que la alcance. Aunque Neuman nació en Buenos Aires y a menudo ha recordado que su infancia son recuerdos de San Telmo, vive en España desde los catorce años, y asume feliz esa dualidad:

-Después de una vida entera de idas y vueltas, con familia y memoria en ambas orillas, se me haría imposible separar los dos países. Porque el asunto no es solamente haber sido educado en ambos. Sino también la costumbre, ya inevitable, de observar a cada uno de mis países desde el otro. Eso genera dos residencias, pero también dos extranjerías. Incluso tengo dos acentos. El ejemplo más drástico que se me ocurre es mi madre, que nació en Buenos Aires y murió en Granada. ¿Cómo vas a elegir entre la cuna y la tumba de tu madre? Ambas te constituyen, ambas te desplazan.

Coyuntura de pánico

-Hubo un tiempo en que casi bastaba con ser joven para encontrar editor: ¿qué ha cambiado para que ya no sea tan habitual buscar nuevos autores?
-No sé si tal tiempo existió realmente. Ser joven siempre ha resultado más o menos sospechoso: enseguida te salen padres o policías. Es una reacción antropológica. El resto de la tribu te grita: “¡a la cola, que nosotros llegamos primero!”. En cualquier caso, si tu principal mérito es la juventud, estás condenado a decaer en lugar de aprender. Otro problema es esta coyuntura de pánico y cortoplacismo económico, que provoca que algunas editoriales, sobre todo ligadas a grandes corporaciones, pierdan la perspectiva de su función cultural y, por tanto, la armonía entre rentabilidad y búsqueda de talento. Eso perjudica a quienes están empezando y merecen una oportunidad. Siento que hoy los jóvenes están hartos del discurso falaz de las oportunidades. Han crecido escuchando que el futuro sería suyo, y ahora resulta que el presente los suprime. Cuando se habla de la moda joven, me temo que se confunde el reportaje con la realidad. Los entrevistan, les hacen fotos, los felicitan, pero nadie les ofrece un trabajo y ya ni digamos un sueldo digno. Por fortuna, existe un tejido de pequeños sellos que, junto con la maduración de la Red como espacio intelectual y artístico, compensan en parte estas lagunas.

Confiesa Neuman entre risas que lleva un par de años “hibernando ideas, voces y papelitos” para su próxima novela, y que, mientras, se la cuenta a diario “mientras camino”. Y prepara un poemario, aunque “el cuándo lo decidirán los poemas, que se las arreglan para reinventar el calendario”. Y sigue fabulando...

-Formó parte de la lista Bogotá-39, y aunque en esta orilla creemos conocer a los mejores autores jóvenes de allí, son muchos los inéditos en España. Y viceversa. ¿Tiene solución esa doble ignorancia?
-Quizá llamarlos “mejores” sería empezar equivocándonos. Tan ingenuo resultaría creer que los autores que cruzan el mar son los de mayor nivel, como simplista afirmar que solo los autores comerciales traspasan sus fronteras. Siempre hay una mezcla de intereses, mérito y azar. Respecto a la desconexión y los malentendidos entre ambas orillas, es uno de los temas, por no decir frustraciones, de mi vida. Me entristecen las visiones eurocéntricas, paternalistas o coloniales de Latinoamérica que a veces se proyectan desde España. Pero también me cansan las simplificaciones demagógicas con que, en sentido inverso, a veces se despacha a la literatura española sin leerla. Además hay otra cuestión urgente: si los países latinoamericanos se leen entre sí, la lengua entera saldrá ganando”.