Mundo. Según Zizek, la era estadounidense terminó y ahora existen múltiples centros de capitalismo global que conviven en tensión. "Cayó el Muro pero surgen muros por todas partes", sostiene
PUTIN EN LA PLAZA ROJA. El presidente ruso en los festejos por el 69° aniversario de la victoria de la Segunda Guerra Mundial./revista Ñ |
Conocer a una sociedad no es conocer sólo sus reglas explícitas.
También hay que saber cómo aplicarlas: cuándo utilizarlas, cuándo
violarlas, cuándo desechar una alternativa, y cuándo en realidad estamos
obligados a hacer algo pero tenemos que fingir que lo hacemos
libremente. Consideremos la paradoja, por ejemplo, de los ofrecimientos
hechos para que se rechacen. Cuando un tío mío rico me invita a un
restaurante, los dos sabemos que él pagará la cuenta, pero de todos
modos yo tengo que insistir un poco en que la compartamos: imagínense mi
sorpresa si mi tío simplemente dijera: “Bueno, OK, pagála vos”.
Durante
los caóticos años post-soviéticos del gobierno de Yeltsin en Rusia hubo
un problema similar. Aunque las reglas legales se conocían, y en gran
medida eran las mismas que bajo la Unión Soviética, la compleja trama de
reglas implícitas, no escritas, que sostenían todo el edificio social,
se desintegraron. En la Unión Soviética, si querías una mejor atención
hospitalaria, digamos, o un departamento nuevo, si tenías una queja
contra las autoridades, si te citaban en los tribunales o querías que tu
hijo o hija fueran aceptados en una escuela del mejor nivel, conocías
las reglas tácitas. Sabías a quién tenías que dirigirte o coimear, qué
podías hacer y qué no. Después del derrumbe del poder soviético, uno de
los aspectos más frustrantes de la vida cotidiana para la gente común
fue que estas reglas tácitas se volvieron seriamente difusas. La gente
sencillamente no sabía cómo reaccionar, cómo vincularse con las
disposiciones legales explícitas, qué se podía pasar por alto y dónde
funcionaba la coima. (Una de las funciones del crimen organizado fue
proporcionar una especie de legalidad sustituta. Si tenías un pequeño
negocio y un cliente te debía dinero, llamabas a tu protector de la
mafia, que se ocupaba del asunto ya que el sistema legal del estado era
ineficaz.) La estabilización de la sociedad bajo el reinado de Putin se
debió mayormente al restablecimiento de la transparencia de las normas
no escritas. Ahora, otra vez, gran parte de la gente vuelve a entender
la compleja telaraña de las interacciones sociales.
En política
internacional todavía no hemos llegado a esta etapa. Durante la década
de 1990 un pacto no hablado regulaba la relación entre las grandes
potencias occidentales y Rusia. Las naciones occidentales trataban a
Rusia como una gran potencia, a condición de que Rusia no actuara como
tal. ¿Pero qué ocurre si la persona a la que se le hace el ofrecimiento
para que lo rechace en realidad lo acepta? ¿Qué ocurre si Rusia empieza a
actuar como una gran potencia? Una situación así es verdaderamente
catastrófica, una amenaza para todo el tejido de relaciones existente:
como pasó hace cinco años en Georgia. Cansada de que sólo la trataran
como a una superpotencia, Rusia actuó realmente como tal.
¿Cómo se
llegó a esto? El siglo estadounidense terminó, y hemos entrado en un
período en el cual se han ido formando múltiples centros de capitalismo
global. En EE.UU., Europa, China y tal vez América Latina, también, los
sistemas capitalistas se han desarrollado con orientaciones específicas:
EE.UU. apoya el capitalismo neoliberal, Europa lo que queda del Estado
de Bienestar, China al capitalismo autoritario, América Latina al
capitalismo populista. Luego de que fracasara el intento de EE.UU. de
imponerse como única superpotencia –el policía universal– se da ahora la
necesidad de establecer las reglas de interacción entre estos centros
locales en lo que hace a sus intereses en conflicto.
Es por esto
que nuestra época es potencialmente más peligrosa de lo que puede
parecer. Durante la Guerra Fría, las reglas de comportamiento
internacional estaban claras, garantizadas por la locura –destrucción
mutuamente asegurada– de las superpotencias. Cuando la Unión Soviética
violó estas reglas no escritas al invadir Afganistán, pagó cara su
transgresión. La guerra de Afganistán fue el comienzo de su fin. Hoy,
las nuevas y las viejas superpotencias se están probando unas a otras,
tratando de imponer su visión propia de las reglas globales,
experimentando con ellas a través de sustitutos, que, por supuesto, son
otras naciones y estados más chicos.
Karl Popper elogió cierta vez
las pruebas científicas de las hipótesis, diciendo que, de ese modo,
permitimos que nuestras hipótesis mueran en lugar nuestro. En las
pruebas de hoy, los países chicos se lastiman y hieren en lugar de los
grandes: primero Georgia, hoy Ucrania. Pese a que las argumentaciones
oficiales son altamente morales y giran en torno a los derechos humanos y
las libertades, la naturaleza del asunto queda clara. Los
acontecimientos de Ucrania parecen algo similar a una segunda parte de
la crisis de Georgia: la etapa siguiente de una lucha geopolítica por el
control en un mundo desregulado y multicéntrico.
Definitivamente
es momento de enseñar algunos modales a las superpotencias, viejas y
nuevas, ¿pero quién lo va a hacer? Obviamente, sólo una entidad
transnacional puede hacerse cargo: más de 200 años atrás, Immanuel Kant
vio la necesidad de un orden legal transnacional basado en el
surgimiento de la sociedad global. En su proyecto en procura de la paz
perfecta escribió: “Dado que, más estrecha o más amplia, la comunidad de
los pueblos de la Tierra se ha desarrollado tanto que una violación de
derechos en un lugar se percibe en todo el mundo, la idea de una ley de
ciudadanía mundial no es un concepto pretensioso ni exagerado.” Esto,
sin embargo, nos lleva a lo que tal vez sea la “principal contradicción”
del nuevo orden mundial (si podemos usar el viejo término maoísta): la
imposibilidad de crear un orden político global que se corresponda con
la economía capitalista global. ¿Qué pasa si, por razones estructurales,
y no sólo debidas a limitaciones empíricas, no puede haber una
democracia de alcance mundial o un gobierno mundial representativo? ¿Qué
pasa si la economía de mercado global no se puede organizar
directamente como una democracia liberal global con elecciones
mundiales?
Hoy, en nuestra era de la globalización, pagamos el
precio de esta “contradicción principal”. En política, las fijaciones de
vieja data y las identidades culturales particulares, religiosas y
étnicas sustanciales, han regresado con gran fuerza. Nuestro trance está
definido hoy por esta tensión: la libre circulación global de
commodities está acompañada por crecientes separaciones en la esfera
social. Desde la caída del Muro de Berlín y el surgimiento del mercado
global han empezado a surgir nuevos muros por todas partes, que separan
pueblos y culturas. Tal vez la propia supervivencia de la humanidad
dependa de resolver esta tensión.
©The New York Times
Traducción: Román García Azcárate
Traducción: Román García Azcárate