jueves, 8 de mayo de 2014

Sartre: ¿Por qué rechacé el Premio Nobel de Literatura?

En 1964, el filósofo y escritor Jean Paul Sartre, rechazó el Premio Nobel de Literatura. El intelectual francés explicó su posición frente a la institucionalización occidental de la cultura. Consideraba que aceptar esa clase de premio lo comprometería con una institución. Irrumpiría con su labor de libre pensador

Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre./lamecanicaceleste.wordpress.com

S. de B. – Se dirigían al otro en usted. Pero volvamos a hablar del Premio Nobel que fue el más escandaloso de sus rechazos, el más conocido y el más comentado.

J. P. S. – Estoy en total desacuerdo con el premio Nobel porque consiste en clasificar a los escritores. Si hubiera existido en el siglo XV o en el XVI, sabríamos que Clément Marot tuvo el Premio Nobel, que Kant no lo tuvo, que debería haberlo tenido, pero que no se lo concedieron porque hubo una confusión, o una acción de algunos miembros del jurado; que Víctor Hugo por supuesto lo tuvo, etc. En tal situación la literatura estaría completamente jerarquizada; tendríamos a los miembros del Colegio de Francia, a otros que habrían obtenido premiso Goncourt y a otros que habrían obtenido otras distinciones. El premio Nobel consiste en dar un premio cada año. ¿A qué corresponde este premio? ¿Qué significa un escritor que lo recibió en 1974, qué quiere decir esto en relación con aquellos que lo recibieron antes o con los que no lo recibieron pero escriben como él y quizá son mejores escritores que él? ¿Qué significa este premio? ¿Puede decirse realmente que cuando me lo concedieron yo era superior a mis colegas, los otros escritores, y que al año siguiente otro era superior? ¿Acaso hay que considerar la literatura de esta manera? ¿Personas que son superiores un año, o que lo son desde hace mucho tiempo y que ese año son reconocidas como tales? Eso es absurdo. Es evidente que un escritor no es alguien que, en un momento determinado, es superior a los demás. En la mejor hipótesis, es igual a los mejores. Y “los mejores” también es una mala fórmula. Es igual a los que han escrito buenos libros y lo será para siempre. Ha escrito tal obra, quizá cinco años antes, o quizá diez. Es necesario un pequeño rebrote para que te den el premio Nobel. Yo había publicado Las palabras; juzgaron que estaba bien y me dieron el premio un año después. Según ellos, el premio añadía un cierto valor a mi obra. ¿Habría que sacar la conclusión de que el año anterior, cuando aún no había publicado el libro, yo valía mucho menos? Es una noción absurda; la idea de introducir una jerarquía en la literatura, es totalmente contraria a la idea literaria y, por el contrario, algo que conviene perfectamente a una sociedad burguesa que quiere integrarlo todo. Si los escritores son integrados por una sociedad burguesa, serán jerarquizados, pues todas las formas sociales se presentan de esa manera. La jerarquía es lo que destruye el valor personal de los individuos. Estar por encima o por debajo es absurdo. Y por eso rechacé el premio Nobel, porque en ningún caso quería ser considerado como igual de Hemingway, por ejemplo. Apreciaba mucho a Hemingway, le conocía personalmente, había ido a verle a Cuba, pero la idea de ser su igual, o en cualquier rango en relación con él, estaba muy lejos de mi pensamiento. Hay en eso una idea que me parece ingenua e incluso estúpida.
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Traducción de J. José Carbajosa.
La ceremonia del adiós. Conversaciones con Jean-Paul Sartre. Simone de Beauvoir.  Barcelona. Edhasa. 1982. Págs. 325-326.