Filosofía. En su primer ensayo traducido al español, Werner Hamacher propone repensar a autores de inicios del siglo XX: Benjamin, Kafka y Celan
Werner Hamacher, profesor alemán, autor de Lingua amissa./revista Ñ |
No es novedad que la tradición argentina de traducciones y
aportes desde la filosofía ha sido y es un lugar de vanguardia.
Celebrando justamente esta tradición, ha salido a la luz por primera vez
en castellano una compilación con los trabajos más importantes de
Werner Hamacher. Desconocido filósofo en nuestras latitudes, y un
diamante oculto incluso para el grueso del Viejo Continente, este
profesor de literatura de la Universidad de Frankfurt viene a movernos
el avispero de la filosofía moderna, especialmente en sus lecturas de
Walter Benjamin, Franz Kafka y Paul Celan.
Heredero filosófico de Jacques Derrida y Jean-Luc Nancy, Hamacher nos consagra en su Lingua amissa
a repensar a autores claves y heréticos de principios del siglo XX y
las problemáticas adyacentes a nuestro tiempo: la filosofía del
lenguaje, el mesianismo, el derecho, la economía y la justicia. En este
sentido, Hamacher desarrolla una innovadora filosofía que busca, con
éxito, deconstruir la tradición antropológico-teológica del Occidente
moderno abriéndonos las puertas sobre el destino del lenguaje y el
devenir epocal del presente.
El eje de su pensamiento es el
lenguaje, sus recovecos y vacíos, sus promesas y potencia. En el
lenguaje se juega tanto el derrumbamiento de la Modernidad como su
salvación. Hamacher presenta sus textos como diferentes estudios sobre
las implicancias del paradójico movimiento del lenguaje. Y como la
propia paradoja lo determina, es imposible sistematizar estos estudios
como una teoría general, ya que el lenguaje, como escribe el filósofo,
nunca es un movimiento de síntesis sin ser a la vez un movimiento que
abre diferencias irregulables. Por ello, es la filología el cimiento de
su palacio filosófico. Y si se ha convertido en uno de los especialistas
de mayor renombre en Marx, Benjamin, Kafka, Celan y del propio Derrida,
se debe a su trabajo de meta-deconstrucción del lenguaje y de una
época, de las tradiciones filosóficas que se perciben entre sombras, en
donde por momentos la luz deja vislumbrar las figuras y por momentos nos
deja al borde del abismo de la terrible y deliciosa atracción e
incertidumbre. Allí Hamacher encuentra la palabra: en la libertad y
complejidad del lenguaje, en los bosquejos móviles, como él mismo llama,
de “una teoría suelta, dada de manos, liberada de sus propios conceptos
y justamente por eso acaso tanto más elocuente, tanto más filosófica”.
Cada uno de los ensayos del libro nos sumerge en un laberinto de
vínculos ensombrecidos porque son presencias –o espectros– que están
ahí, que hemos creído identificar y a los que Hamacher les da nombre. La
historia se sostiene en el lenguaje y en el derrumbamiento. No es
casualidad que sea Kafka quien lleva el hilo de las lecturas
benjaminianas: allí la literatura de este derrumbamiento sale del
castillo de su encierro para desbordarse en la tierra, con la
multiplicidad de rostros que identifican el mundo moderno. El Estado y
la burocracia fantasmal, aprisionadora, donde se levanta la promesa de
un mesías que se ha retrasado. La lectura mesiánica en tono
kafkiano-benjaminiana sobre el uso de la felicidad y la historia como
ámbito de una política de lo profano; pero también, la historia del
derecho y la ley como la historia de la violencia del Estado, en donde
el análisis del autor se vuelve cada vez más preciosista, llegando a la
deconstrucción de un poema de Celan, una excusa para pensar la herencia
de Auschwitz y la irremplazabilidad de lo que no ha de regresar. Pero el
pensamiento de Hamacher quiere más, busca transformar nuestra comodidad
intelectual: piensa el presente y el tiempo por venir, ya que como él
mismo se pregunta, “¿qué sería el futuro si no pudiera ser algo distinto
al futuro?”