Variaciones sobre lo Existencial amoroso con la Historia
Encuentro de Lectores
3pm
Salón dos
Milan Kundera, autor checo de La insoportable levedad del ser.Foto:internet |
Nació en Brno, en la antigua Checoslovaquia, en 1929. Después de la
invasión soviética de 1968, perdió su trabajo y quedó prohibida la
circulación de sus libros. Vive desde 1975 en Francia, país del que
adoptó la nacionalidad. Recibió varios premios literarios
internacionales importantes y sus libros están traducidos en el mundo
entero. En España, las novelas La broma, la vida está en otra parte y El libro de la risa y el olvido
fueron publicadas por la editorial Seix-Barral. En 1985,Tusquets
Editores publicó, con el mismo éxito desbordante que en otros países, La insoportable levedad del ser. Otras obras: La despedida, El libro de los amores ridículos, La inmortalidad y su última obra, La lentitud. Una obra de teatro,Jacques y su amo.Los ensayos El arte de la novela. Los testamentos traicionados, y Encuentro. Para septiembre de 2014 se espera La fiesta de la insignificancia, su última novela después de catorce años de silencio literario.
Pienso en
Tomás desde hace años, pero no había logrado verlo con claridad hasta que
me lo iluminó esta reflexión. Lo vi de pie junto a la ventana de su piso,
mirando a través del patio hacia la pared del edificio de enfrente, sin saber
qué debe hacer.Se encontró por primera vez a Teresa hace unas tres
semanas en una pequeña ciudad checa. Pasaron juntos apenas una hora. Lo
acompañó a la estación y esperó junto a él hasta que tomó el tren. Diez días más
tarde vino a verle a Praga. Hicieron el amor ese mismo día. Por la noche le dio
fiebre y se quedó toda una semana con
gripe en su casa.
Sintió
entonces un inexplicable amor por una chica casi desconocida; le pareció un
niño al que alguien hubiera colocado en un cesto untado con pez y lo
hubiera mandado río abajo para que Tomás lo recogiese a la orilla de su cama.
Teresa se
quedó en su casa una semana, hasta que sanó, y luego regresó a su ciudad, a unos
doscientos kilómetros de Praga. Y entonces llegó ese momento
del que he hablado y que me parece la llave para entrar en la vida de Tomás:
está junto a la ventana, mira a través del patio hacia la pared del edificio
de enfrente y piensa:
¿Debe
invitarla a venir a vivir a Praga? Le daba miedo semejante responsabilidad.
Si la invitase ahora, vendría junto a él a ofrecerle toda su vida.
¿O ya no
debe dar señales de vida? Eso significaría que Teresa seguiría siendo camarera
en un restaurante de una ciudad perdida y que él ya no la vería nunca más.
¿Quería
que ella viniera a verle, o no quería?
Miraba a
través del patio hacia la pared de enfrente y buscaba una respuesta.