martes, 20 de mayo de 2014

Sobreponerse a un nombre eslavo

La vida de esta mujer sencilla pero extraordinaria es un buen reflejo de las vicisitudes que Polonia ha sufrido durante el siglo XX

Szymborska durante una conversación con Ewa Lipska./Youtube./revistadeletras.net
Algunos nos asustamos ante un nombre eslavo: uno siente extrañeza por esas eles partidas por la mitad, o por esas consonantes acentuadas; uno siente que le va a costar entrar en esos nombres, desentrañar no solo su pronunciación, sino también su pensamiento o su literatura, especialmente cuando el premio Nobel de literatura es otorgado a un autor checo -de nombre, en realidad, no tan difícil- como Jaroslav Seifert o a una poeta polaca como Wisława Szymborska. Sin embargo, uno debe sobreponerse ante esas impresiones ingenuas, que solo responden a los prejuicios que propician las fronteras idiomáticas, liberarse de las cadenas de lo familiar y permitirse entrar y conocer, por ejemplo, la gran literatura polaca, que se presenta ante nosotros con referentes de la altura de Miłosz (premio Nobel de literatura, en 1980), Gombrowicz, Kapuściński o de la propia Wisława Szymborska.
Alfabia
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Por cierto, la editorial Alfabia viene publicando desde hace varios años las prosas de Wisława Szymborska (Kórnik, 1923 – Cracovia, 2012), traducidas al castellano y reunidas en varios volúmenes. El primero, titulado Lecturas no obligatorias va, según información de la propia editorial, por la cuarta edición. El segundo es Más lecturas no obligatorias, y acaba de aparecer el último volumen, con el nombre de Siempre lecturas no obligatorias y traducción de Manel Bellmunt. Sin duda, debemos felicitarnos, no solo por el hecho de que el primer volumen vaya por la cuarta edición, sino porque la editorial ha seguido publicando nuevos volúmenes, lo que demuestra el interés que sigue habiendo en nuestro país por esa extraordinaria poeta, que el premio Nobel (1996) contribuyó a difundir por el mundo entero. Aunque no debemos olvidar que la estupenda antología de Poesía Polaca Contemporánea que publicó la colección Adonais, Ediciones Rialp en 1994 (con selección, traducción y edición de Fernando Presa González), ya había incluido a Szymborska como una de las voces más importantes de la poesía de su país. Y es que, indudablemente, la presencia de la autora en la vida cultural polaca era ya destacada desde la década de los 50.
La vida de esta mujer sencilla pero extraordinaria es un buen reflejo de las vicisitudes que Polonia ha sufrido durante el siglo XX. Ella misma repudiaría sus primeros libros (publicados a finales de los 40) como obras demasiado apegadas al realismo socialista. Y es que durante su juventud había pertenecido al comunista Partido Unificado Obrero Polaco, del que se iría distanciando poco a poco, especialmente en la década de los 50. No obstante, ella siempre escribió desde la libertad personal y creativa, como no puede ser de otra manera en una gran autora; y transitó hacia una poesía de gran naturalidad que se enraizaba en una finísima ironía, con emoción y sensibilidad.
Todo lo que se ha podido destacar de su poesía es también lo que podemos encontrar en las prosas que viene editando Alfabia por primera vez en castellano. Se trata, en su mayor parte, de breves reseñas bibliográficas publicadas en diferentes medios literarios polacos desde los años 50 hasta el 2002. En ellas podemos advertir no solo la gran variedad de intereses de Szymborska, su olfato literario, su lucidez y sus conocimientos de historia y literatura -polaca y europea en general-, sino especialmente su independencia y libertad de pensamiento. Así, por ejemplo, en Siempre lecturas no obligatorias sobre la poesía pura teorizada por Paul Valery, dice.
“A la poesía le exigía una perfección tan absoluta que, cualquiera que se propusiera asimilar su teoría íntegramente, debería acto seguido renunciar a cualquier esperanza de escribir poemas.”
O, en su preocupación ante la actualización de los clásicos, de una buena traducción al polaco de los poemas líricos de Horacio, dice:
“Este Horacio nos parece contemporáneo porque el traductor ha sabido respetar su antigüedad”.
Y es que su mirada sobre la modernidad es crítica, especialmente ante la impostura y la falsa reivindicación de la cultura. También, sobre los grandes escritores dice sabiamente:
“proyectan su sombra en dos direcciones. La primera envuelve a sus predecesores; la segunda, a su epígonos.”
Estas prosas son un prodigio de claridad, concisión y honestidad. Muestran su maestría para la opinión aguda, realizada siempre desde un criterio no tanto erudito como de persona cultivada y cosmopolita. A pesar de haber vivido la mayor parte de su vida bajo un régimen sin libertades, ella supo ser libre en todo lo que decía y escribía; auténtica y admirable tanto en las épocas ásperas y oscuras de la historia de su país, como en las más recientes de democracia y libertades civiles.
Así que solo nos resta sobreponernos a su nombre eslavo y disfrutar completamente de su poesía o de estas prosas intemporales, que nos permiten entender que tanto la escritura como la buena lectura solo se pueden ejercer con libertad personal; y el acertado título de estas ediciones, nos lleva a tomar una posición crítica y, tal vez, políticamente incorrecta ante las lecturas obligatorias impuestas en nuestro sistema educativo. A la postre, la obligatoriedad resulta ser una triste vacuna contra la literatura para la mayor parte de los adolescentes.